Chillida, post mórtem

 

Así es la obra de Chillida.

Sé que me llevan los demonios cada vez que leo una mentira en letra negrita, señalada con comillas o incluso sin resaltar. Sé que la verdad se ilumina con su propia luz, como sucede con el sol, y reconforta saber que ambos se dan una vuelta por el mundo todos los días. Hace un mes en la tele me llamó la atención la mentira de llamar a Chillida “el artista del vacío”, cuando ni siquiera se puede sostener que utilice el vacío como herramienta de trabajo. Este lunes posterior a las elecciones un artículo en este periódico aseguró que es el escultor del tiempo, el espacio y el vacío, ni más ni menos.

La primera vez que vi una exposición de Oteiza fue en la Ciudadela. El vacío de este artista lo comparaban con el símil del hueco que dejan los desmarques y los pasillos de ajedrez que esconde el fútbol. Pero hay quien no encuentra diferencia entre un buen pase de gol y un despeje defensivo. Para mí Chillida es un hábil regate de marketing. No es el mejor protagonista en el discurso del arte que la galería suiza Hauser & Wirth quiere que sea. No añade enjundia al discurso general del arte aunque sea llamativo e incluso resulte hermoso su trabajo. Sé que la descontextualización del objeto a través del tamaño por sí misma aporta una estética hipnótica, como todo lo enorme. No entiendo por qué le comparan con Oteiza si son diametralmente opuestos. En Oteiza cuenta mucho más lo que dijo que lo que hizo; con Chillida pasa al revés: no dijo nada relevante, y en cuanto a lo que hizo no acierto a distinguir cuánto aportó Chillida y cuánto la industria de la fundición. La escultura ha cambiado. No es cosa de muchos, como ocurre en el cine, pero sí de bastantes. Desconozco cuánto I+D aporta el corte limpio y preciso del láser o el exquisito plegado industrial en la obra de Palazuelo. Tampoco sé cuánta importancia tiene la tecnología del 3D en la labor de Jaume Plensa. Pienso que de Chillida no impresiona el hueco sino la hipérbole de la materia que usa. En el mejor de los casos Chillida tendría que ser considerado el artista de lo lleno. Tochos de inquietantes toneladas de acero o cemento que impresionan más que nada por su peso y tamaño. La mitad del prodigio lo aporta la parte industrial. Chillida les añade un retórico o pseudo-poético “titulito” que divaga sin estorbar. No es el artista del vacío, del tiempo y del espacio que por ahí andan diciendo en detrimento de artistas como Oteiza. Y utilizó talento ajeno en vida. Que no se apropie de él post mórtem.

Noticias de Navarra