El hallazgo en Larunbe de un altar de época romana dedicado por una mujer a la deidad vascona Larrahe ha sido anunciado este sábado por la Sociedad de Ciencias Aranzadi, que dirige las excavaciones que se realizan en el monte Arriaundi desde 2010 con el esfuerzo de los vecinos de la localidad.
El altar de piedra romano dedicado a la deidad vascona Larrahe descubierto en Larunbe. (Iñigo URIZ)
Otra excavación dirigida por la Sociedad de Ciencias Aranzadi en Nafarroa ha deparado un nuevo hallazgo relevante que nos acerca a nuestro pasado. En esta ocasión, ha tenido lugar en el marco de los trabajos arqueológicos que se vienen desarrollando en el monte Arriaundi, cerca de la localidad de Larunbe, y consiste en un altar de piedra de época romana que una mujer llamada Valeria Vitella dedica en latín a la deidad vascona Larrahe.
Este es uno de los descubrimientos más destacados de un yacimiento en el que Aranzadi empezó a trabajar en 2010 a instancias de «una demanda por parte de la sociedad civil. En el caso de Larunbe, fue esta comunidad, de 67 personas, la que tenía curiosidad por saber lo que había en la cima del monte Arriaundi, a 942 metros, donde había unas pequeñas paredes y del que los mayores decían que ahí estaba la ermita de San Gregorio», explica Juantxo Agirre Mauleon, secretario general de la sociedad de ciencias.
Ese interés hizo que en 2008, arqueólogos de Aranzadi se acercaran al citado monte «para hacer una prospección visual de la cima». Arriaundi es una atalaya de piedra «con una posición estratégica visual excepcional», ya que, desde la misma, «se ve todo el corredor de Sakana, toda la zona por la que pasaba la antigua calzada romana Iter XXXIV, que llegaba hasta Altsasu y toda la Llanada alavesa. Y con la misma mirada, ves todo Iruñerria y Pompelo, la gran ‘civitas’ de los vascones».
En esa inspección, «nos dimos cuenta de que era un lugar especial, con una cumbre bastante llana en la que se intuía que había muros por el relieve entre la hierba», lo que les terminó de decidir a colaborar con la comunidad de Larunbe.
Así arrancaron en 2010 unos trabajos arqueológicos que se han ido alargando en el tiempo, ya que solo se dedican a los mismos «entre ocho y diez jornadas al año», siguiendo un modelo arqueológico diferente al habitual de campañas de dos semanas, ya que en Larunbe es «muy social, en el que hay una dirección arqueológica académica por parte de Aranzadi, pero la mano de obra la aporta la propia comunidad excavando su patrimonio con un proceso de formación».
Vista aérea de la peña de Arriaundi, en la que se aprecia los restos del monasterio de Doneztebe. (AEROCLIK/SOCIEDAD DE CIENCIAS ARANZADI)
El monasterio ‘perdido’ de Doneztebe
En principio, se buscaban los restos de la ermita de San Gregorio, de la que se tenían referencias documentales. Pero al empezar a hacer los sondeos, en uno de ellos «nos salió un ábside semicircular que ya apuntaba a una arquitectura románica y medieval, y no a una advocación del siglo XVI-XVII, como sería en el caso de San Gregorio Ostiense».
Al año siguiente apareció otro ábside de las mismas características, hasta que emergió de la tierra «una cabecera de tres ábsides semicirculares muy similar a San Miguel de Aralar» y del que sería «una especie de gemelo». Entonces fue cuando ya quedó en evidencia que «estábamos ante una construcción antigua, del siglo XI», de las que levantó el Reino de Iruñea en esa época «para representar su poder y que estos establecimientos monásticos generaran organizaciones y dependencias políticas en todo su territorio, dominando el paisaje y los valles».
Pero ¿de qué monasterio se trataba? Ese cenobio se había ‘perdido’ con el paso de los siglos, aunque el historiador José María Jimeno Jurío ya había llegado a buscar el denominado monasterio de Juslapeña y que, en realidad, estaba dedicado a San Esteban, como ha descubierto el experto Aitor Pescador buceando en los archivos.
La documentación existente sobre este monasterio es muy escasa, pero Pescador ha localizado documentos del siglo XVI donde aparecen los topónimos utilizados por los habitantes de la zona para el monte Arriaundi y donde figura el nombre en euskara de Doneztebe, que fue perdiendo terreno a raíz de la construcción de la ermita dedicada a San Gregorio, hasta que ya en el siglo XVIII solo se documenta ese último nombre.
Mientras se definían estas cuestiones, continuaban los trabajos de campo, que el sábado 27 de agosto de 2022 depararon una agradable sorpresa. Ese día se estaba trabajando en el interior de una construcción anexa al monasterio románico a la que denominan zaguán. Al levantar el suelo de tierra batida, dieron con un pozo «con un brocal de un metro de diámetro realizado con piedra seca y mortero de poca calidad».
El pozo había sido cegado en el siglo XI rellenándolo con desechos de otras construcciones. Y esos escombros estaban siendo apartados el citado día de agosto, antes de participar en la comida organizada dentro del gran auzolan que celebran anualmente y en el que estaban participando unas 75 personas realizando diferentes tareas en la zona del yacimiento.
Reconstrucción del monasterio de Doneztebe del siglo XI. (Iker IBERO/SOCIEDAD DE CIENCIAS ARANZADI)
Dentro del pozo estaba excavando el investigador local Peio Esain, cuando localizó una piedra en la que Patxi Gorostieta descubrió unas molduras, de las que advirtió a Agirre Mauleon, también presente en el lugar y que pronto comprendió qué podía ser.
«La emoción del momento fue muy grande, porque cualquier estudiante de primero de carrera distingue lo que es un ara de época romana», señala todavía con brillo en los ojos. «Le dije a Peio que sacara la piedra con la mano y que comprobara si tenía algo escrito. A primera vista, no aparecía nada, pero al darle la vuelta, estaba escrita. Eso es lo importante, no solo el objeto, sino que tengamos un mensaje del pasado, porque contiene una información valiosísima».
Un altar romano para una diosa vascona
De esta manera salía a la luz el ara de Larunbe, un altar de piedra de época romana realizado en un bloque monolítico de calcarenita, que es «el mismo tipo de material que hay en todo el entorno de Arriaundi y del valle de Gulina». En estos momentos tiene unas medidas máximas de 47x18x18 centímetros y en su parte superior cuenta con un coronamiento que se remata en un ‘focus’ circular para llevar a cabo los rituales, como un pequeño hogar destinado a quemar ofrendas en honor a la divinidad.
En el cuerpo central aparece el texto grabado en latín, en el que algunas letras representan a palabras, siguiendo la costumbre romana. En concreto, pone «Val(eria) V(i)tella m(erito?) Larahe vo(tus) l(ibens) s(olvit)».
Esta inscripción ha sido analizada por los expertos Javier Velaza y Joaquín Gorrochategui, y su traducción indica que una mujer llamada Valeria Vitella cumplió la promesa de buen grado de merecimiento hecho a la diosa vascona Larrahe.
El ara de Valeria Vitella, resaltando su inscripción en latín dedicada a la diosa vascona Larrahe.
Aras de este estilo se han encontrado a lo largo y ancho de la zona de influencia romana como una muestra habitual de la relación de humanos y dioses en su religión, en la que se hacían ‘contratos’ con la divinidad, de tal manera que si el dios de turno hacía un favor a la persona que se lo pedía, esta le dedicaba un ara.
En este caso se trata de una forma de tributo dedicado a una diosa vascona, Larrahe, del que se ha localizado otros similares en varios lugares de Nafarroa, como Muruzabal de Andion, Irujo y Riezu, aunque el hallazgo de Larunbe tiene como particularidades que se ha realizado en un contexto arqueológico y «amplía unos 40 kilómetros más al norte la dimensión territorial de los testimonios escritos de esta divinidad y del idioma vascónico».
A través de dataciones realizadas por la Universidad de Uppsala, en Suecia, se ha fechado en torno a finales del siglo I antes de Cristo y el primer siglo de nuestra era el altar de Larrahe, que no es el único resto romano encontrado, ya que también se han localizado monedas, fragmentos cerámicos, material metálico e incluso parte de un anillo.
Por lo tanto, con este ara, estamos ante un «documento escrito hace casi 1.900 años y que estaba en el interior de ese pozo desde hace 900 años, lo que supone que no se ha localizado en su ubicación original, sino en una posición secundaria».
Esa circunstancia ha generado a los expertos «muchas preguntas para las que no tenemos respuesta. ¿Qué pinta un altar romano en la cumbre de un monte?, ¿por qué se tira el ara al pozo y no por el barranco, o no se reutiliza en la construcción?, ¿en qué momento se tira al pozo?, ¿por qué se lanza con la escritura mirando hacia abajo?, ¿hay un rechazo hacia esas deidades paganas?, ¿o se echa sin más?, ¿hay recelo y se quiere proteger sin más?», se cuestiona Agirre Mauleon.
Además de provocar esos interrogantes, el altar de Valeria Vitella ha dado al yacimiento «una nueva dimensión, ya que debajo de la divinidad antigua, viene el idioma previo a la presencia romana. Nos está hablando de nuestros orígenes, de la lengua de quienes estaban allí».
El secretario general de Aranzadi recuerda que testimonios escritos como el del ara de Larunbe «son los más antiguos que hemos tenido en Euskal Herria» y afirma que «seguramente habrá más que están bajo tierra y que tenemos que proporcionar a la comunidad de filólogos y lingüistas para que sus modelos de interpretación del pasado tengan cada vez mayor fiabilidad. Cada paso que se da en este ámbito es muy importante para definir los orígenes del euskara y la identidad cultural de los vascones», como ya sucedió con la mano de Irulegi, que es casi 150 años más antigua que este altar.
Con ese objetivo en mente, se van a potenciar durante los próximos años las excavaciones en el yacimiento de Arriaundi. Una vez consolidados los restos del monasterio de Doneztebe, «vamos a intentar encontrar respuestas y más información sobre este asentamiento, donde hay líneas de murallas, hay fosos, hay más estructuras. En la siguiente década daremos el salto a investigar su antigüedad», que se remontaría a la Edad del Hierro. Para ello, se van a incorporar al equipo investigadores como Oihane Mendizabal, directora de las excavaciones de las termas romanas de Artzi, y Mattin Aiestaran, responsable de los trabajos arqueológicos en el yacimiento de Irulegi.
Pero antes de dar ese salto, se va a difundir lo conseguido hasta ahora a través de varias publicaciones. Así, Aranzadi ha publicado en euskara y castellano el segundo número de la colección ‘Nafarroa Arkeologia Auzolana’ y que está dedicado al altar de Larrahe. Y también una segunda monografía que se centra en la documentación histórica existente sobre el valle de Gulina y de Larunbe, con referencias desde época medieval hasta la actualidad. En octubre llegará una publicación sobre el monasterio de Doneztebe.
Además, se ha realizado un documental de 15 minutos explicando los detalles del hallazgo y este sábado se ha inaugurado en el frontón de Larunbe un gran mural dedicado a Larrahe que ha sido realizado por el artista Iker Uribe y que puede considerarse una nueva ofrenda a esa diosa vascona a la que hace 1.900 años agradeció sus favores Valeria Vitella con ese altar rescatado para el presente.