Las elecciones europeas no han concluido. Políticamente no han acabado aún. Falta por saber qué ocurrirá en Francia en las próximas semanas. También es necesario ver el desenlace de los comicios legislativos en el Reino Unido, aunque ese país ya no forme parte de la Unión Europea. Y habrá que esperar al resultado de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, el próximo mes de noviembre, para saber a qué atenernos. Las elecciones del pasado 9 de junio han dejado muy tocados a los gobiernos de Alemania y Francia, han reforzado al Partido Popular Europeo, han mostrado la capacidad de resistencia de los socialdemócratas y han castigado a la agenda verde. La extrema derecha ha avanzado y consolidado posiciones en Francia, Italia, Alemania, España, Austria, Países Bajos, Rumania, Bulgaria, Estonia y otros países, y retrocede en Suecia, Finlandia, Portugal y Hungría, donde estaba muy fuerte. En Europa están pasando varias cosas a la vez. No todo se mueve en la misma dirección.
Andrés Rodríguez-Pose, un reconocido geógrafo español que desarrolla sus investigaciones en la London School of Economics, lleva tiempo investigando los mapas del populismo en Europa y Estados Unidos, tratando de encontrar los patrones que expliquen el surgimiento de los movimientos euroescépticos en la Europa continental, el Brexit en el Reino Unido y el voto de Donald Trump en Estados Unidos. Sus análisis concluyen que, además de los patrones individuales ya conocidos -claro dominio de los hombres y últimamente de los jóvenes-, existen claves territoriales que explican algunas de esas oscilaciones políticas. Las elecciones del pasado día de 9 pusieron en evidencia serias facturas territoriales, con diferencias cada vez mayores entre el voto de las grandes ciudades y el de las ciudades medias y los pueblos alejados de las grandes áreas metropolitanas, tal y como advertía recientemente el periodista Esteban Hernández. Hoy hemos seleccionado cinco mapas que pueden ser interesantes al respecto.
ALEMANIA
En Alemania, la extrema derecha ha vuelto a dibujar el mapa de la República Democrática Alemana (RDA). A principios de siglo se estrenó una película sobre la antigua RDA que tuvo un notable éxito de público. Se titulaba Goodbye Lenin. Una mujer muy apegada al régimen comunista entra en coma al ver a su hijo en manifestaciones de protesta. Recupera la conciencia después de los cambios acaecidos en Alemania y su hijo se afana en simular que todo sigue igual para evitar que la madre sufra un trauma irrecuperable. Fue una película que retrataba el optimismo alemán y europeo de principios de siglo, apenas puesto en marcha el euro. Si la película se rodase hoy, a la señora Christiane Kerner, la mujer que sale del coma, le podrían enseñar el mapa de las recientes elecciones europeas para demostrarle que todo sigue igual: ahí está la RDA con colores bien diferenciados.
Bajo ningún concepto le deberían explicar que la fuerza dominante ya no es el Partido Socialista Unificado de Alemania (siglas SED, en alemán), sino una formación titulada Alternativa para Alemania (AfD), algunos de cuyos dirigentes muestran simpatías por las SS, la guardia personal de Adolf Hitler. A medida que la señora se recupere se le podrá ir explicando, con mucho cuidado, que un antiguo oficial del KGB ha restablecido el zarismo en Rusia y ha intentado invadir Ucrania como respuesta al intento occidental de atraer a esa antigua república soviética hacia la OTAN. Se le deberá explica que AfD, pese a no ser de filiación comunista, es favorable a que Alemania mantenga las mejores relaciones posibles con la Rusia neozarista, plantea desentenderse de Ucrania y ansía que la industria alemana vuelva a consumir gas ruso para mantener la estabilidad económica del país, puesto que la gente de la antigua RDA tiene miedo a perder lo ganado después de una dura adaptación a las reglas del capitalismo. En la RDA se debía esperar años para comprar un coche modesto, pero apenas había incertidumbre. Si la señora Kerner no sufre otro soponcio, se puede entrar en mayores detalles sobre lo ocurrido hace diez días. En el mapa de la RDA coloreado por la extrema derecha, aparece una vistosa mancha verde: es Berlín. En Berlín han ganado los Verdes con el 19’6%, bajando ocho puntos respecto a las elecciones europeas del 2019.
Se le puede explicar también a la señora Kerner que Alemania empieza a pagar duramente las consecuencias de la guerra de Ucrania y la arriesgada decisión de la canciller Angela Merkel de prescindir de la energía nuclear, confiando plenamente en el gas ruso como energía de transición. Merkel se fue siendo muy reverenciada por todos, y la bofetada se la ha llevado su sucesor, el socialdemócrata Olaf Scholz. La historia ha pegado un brinco, los gigantescos gasoductos Nord Stream fueron saboteados hace un año y medio (¿quién fue?), la energía se ha encarecido, las exportaciones alemanas a China se han complicado y Estados Unidos atrae a cada vez más empresas europeas con sus incentivos fiscales. La gente está muy nerviosa, la CDU vuelve a ser el primer partido y en la antigua RDA el malestar ha cristalizado con aires de venganza histórica.
FRANCIA
Los mapas del Rassemblement National (Agrupación Nacional) en Francia son aplastantes. El partido de extrema derecha dirigido por Marine Le Pen ha sido mayoritario en gran parte del territorio francés, salvo en Ille de France, es decir en París y el Gran París, y en algunas de las grandes ciudades francesas: Burdeos, Lyon, Nantes, Rennes, Toulouse… Otra vez la liga de las grandes ciudades y la Francia rural, un territorio muy activo y con una ciudadanía movilizada, como se demostró con la revuelta de los chalecos amarillos. El mapa es avasallador y podría llegar a sugerir que casi toda Francia está en contra del Gran París.
La representación gráfica de los votos a escala local puede ocultar otras realidades igualmente relevantes. Hay que tener en cuenta el enorme peso demográfico del Gran París en el conjunto de Francia. Bajando al detalle se observa que la mayor parte de los votos de RN se concentran en el noroeste y este de Francia, donde se hallan las áreas industriales en declive, con problemas prolongados de crecimiento y con pérdidas de población y talento a favor del Gran París, gran succionador de actividad económica, innovación y población del resto de Francia. El pasado domingo, RN fue el primer partido en 96 de los 101 departamentos de la República Francesa y en el 93% de sus 35.000 municipios. Pero dentro de tres semanas habrá otro mapa, puesto que el presidente Emmanuel Macron, en un gesto entre audaz y suicida, ha convocado elecciones legislativas para provocar un electroshock político. En Francia se decide el futuro de Europa, se dice estos días en la prensa. Hay que reconocerle a la política francesa una gran capacidad escénica.
Están pasando cosas en Francia. La izquierda se ha agrupado muy rápidamente, pillando por sorpresa al propio Macron. Acaba de nacer el Nuevo Frente Popular y no poca gente se ha puesto nerviosa en España al leerlo en el periódico. La expresión Frente Popular provoca entusiasmos y enciende temores más abajo de los Pirineos. El Partido Socialista francés está resucitando y aparece en estos momentos como el principal tejedor de la operación. La vieja guardia socialista se adhiere al nuevo Frente Popular y el futbolista Mbappé pide a los franceses que voten a favor de la tolerancia y en contra del racismo. La capacidad de Francia para situarse en el centro de la atención mundial es insuperable. Dentro de tres semanas, Francia tendrá otro mapa.
ITALIA
Si en Francia la extrema derecha se aproxima al gobierno con el 31% en las europeas, en Italia la derecha dura pronto cumplirá dos años en el gobierno y el pasado 9 de junio amasó el 37% de los votos emitidos, distribuidos entre un partido principal, los Hermanos de Italia (28,7%), y un segundo grupo cada vez más secundario, la Liga de Matteo Salvini (antigua Liga Norte), con el 8,8%. La abstención fue más alta que en España, llegando al 55%. En las elecciones europeas del 2019, la Liga obtuvo el 34%, un resultado espectacular, y los Hermanos de Italia apenas superaban el 6%. Entonces ambos partidos sumaron el 40%.
¿Qué ha pasado? Han pasado muchas cosas que podrían resumirse de la siguiente manera. Salvini perdió el favor de Estados Unidos después de favorecer la adhesión de Italia a la Nueva Ruta de la Seda y enviar emisarios a Moscú para la financiación de su partido. El aventurero Salvini se proclamaba admirador de Donald Trump, ofrecía los puertos italianos a China y se fue a Moscú a buscar ayuda luciendo una camiseta con el rostro de Vladímir Putin. Al secretario de Estado norteamericano Mike Pompeo todo aquello le pareció excesivo. Salvini perdió el favor de la Administración Trump y un día se vio fuera del Gobierno. Quiso sumarse al gobierno de unidad nacional presidido por Mario Draghi para aparentar respetabilidad y cometió el error de dejar sola a Giorgia Meloni en la oposición. Al colapsar el gobierno Draghi en julio del 2022, los Hermanos de Italia estaban en condiciones de ganar las elecciones. Los italianos ya lo habían probado todo, sólo les faltaba colocar en el Gobierno a los herederos del Movimiento Social (MSI), el partido postfascista fundado en 1946 por oficiales de la República de Saló amnistiados por el gobierno democrático provisional. Salvini es puro aventurerismo. Meloni tiene escuela y los papeles en regla con la OTAN. Eso cuenta.
Silvio Berlusconi ocupó buena parte del vacío que dejó la Democracia Cristiana, el partido conservador de las mil caras que gobernó ininterrumpidamente el país desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta 1994 con múltiples y variadas coaliciones. Meloni intenta ahora ocupar el vacío dejado por Berlusconi, moviendo el eje más a la derecha. Ha demostrado habilidad durante sus dos primeros años de gobierno, sin provocar grandes conflictos en la Unión Europea, acercándose al Partido Popular Europeo y manteniendo un atlantismo muy ortodoxo. Si Donald Trump recupera la presidencia de los Estados Unidos la veremos alinearse rápidamente con el nuevo poder norteamericano para ser su cabeza de puente en Europa.
El patrón de otros países se repite en Italia. El Partido Democrático (centro izquierda) vence en la mayoría de las grandes ciudades, Milán, Bolonia, Turín, Génova, Nápoles, Bari…, mientras que los Hermanos de Italia se imponen en las ciudades medias y los pueblos… y en la capital, Roma, por muy poco. La Italia de provincias vota Meloni. No estamos hablando solo de zonas deprimidas. La Italia de provincias rica vota a Meloni porque le gusta su discurso y porque quiere enviar un mensaje a la gran ciudad: “Yo también existo. Yo también mando”.
Uno de los mejores resultados de los Hermanos de Italia se ha dado en la pontificia ciudad de Viterbo (60.000 habitantes), en la región central del Lazio, antiguo feudo de la Democracia Cristiana. Observemos el caso de Treviso, el municipio más rico de Italia, muy cerca de Venecia. En Treviso-ciudad ha ganado el Partido Democrático gracias al hundimiento de la Liga. En Treviso- provincia ha ganado el partido de Meloni. El mejor resultado del PD se ha dado en Bari, capital de la Apulia, en el sur, superando el 49%.
POLONIA
Para los aficionados a la geografía política, observar los resultados de las elecciones polacas tiene siempre un especial interés. Los resultados reflejan con sorprendente claridad los límites de los estados previos a la Segunda Guerra Mundial, mostrando una clara diferencia entre la antigua Prusia en el norte y en el oeste, y la Polonia más rusófila en el este. La primera fue claramente favorable a la entrada del país en la Unión Europea en 2003, mientras que la Polonia del este fue más reticente. Los grandes feudos del partido ultranacionalista Ley y Justicia se hallan en el este, y el área metropolitana de Varsovia, incorporada a la liga europea de las grandes ciudades, contrasta con su entorno. También en este caso las cicatrices de la historia marcan claramente patrones de voto muy claros.
En las elecciones europeas se ha mantenido ese patrón. La Coalición Cívica (KO), aleación europeísta pilotada por Donald Tusk ha ganado por menos de un punto de ventaja a Ley y Justicia (PiS). La coalición KO también ganó, contra pronóstico, las últimas elecciones legislativas polacas celebradas en octubre del 2023.
Tusk pertenece al Partido Popular Europeo y en su coalición hay grupos de izquierda pro Europa. Tusk opera estos días como negociador del PPE de cara al nuevo –o no tan nuevo- reparto de puestos en los principales órganos de la Unión Europea. Tusk y el primer ministro griego Kyriakos Mitsotakis son los negociadores del PPE. Por parte socialdemócrata, Olaf Scholz y Pedro Sánchez. Por los liberales, Emmanuel Macron.
ESPAÑA
España es un caso aparte. En España, el partido que gana las europeas en la mayoría de las grandes ciudades también vence en extensas zonas del interior y de la costa. El Partido Popular es muy fuerte en Madrid y ha ganado en casi todas las capitales de provincia menos en ocho: Barcelona, Tarragona, Lleida, Girona, Bilbao, Donosti, Vitoria y Las Palmas de Gran Canaria.
Prestemos atención al siguiente dato: en la autonomía uniprovincial de Madrid, las tres derechas (Partido Popular, Vox y la lista Alvise) suman el 56,4% de los votos. En la provincia de Barcelona, las cuatro izquierdas catalanas (PSC, Comuns, Podemos y ERC) suman el 56,1%. Ese empate define en buena medida el actual momento español. Sin los resultados de Catalunya, el Partido Popular le habría sacado más de un millón de votos de ventaja al Partido Socialista. Sin los resultados de la Comunidad de Madrid, la ventaja final del PP (701.844 votos) se habría reducido a la mitad y quizás se habría producido un empate en el reparto de escaños entre ambas fuerzas.
Otro dato importante. Diez años después de la abdicación del rey Juan Carlos, los dos partidos principales vuelven a sumar más del 60% de los votos. El ciclo iniciado en 2014, caracterizado por el cuestionamiento del bipartidismo después de la crisis económica e institucional, puede darse por finalizado. Los dos partidos principales están, cada uno, por encima del 30%, y ninguna otra formación política supera el 10%. La extrema derecha se ha fragmentado (Vox y lista Alvise), y la izquierda alternativa del 2014 se ha dividido en dos grupos muy enfadados entre sí (Sumar y Podemos), ninguno de los cuales superó el 5% el día 9 de junio. Este es el singular panorama español. Pedro Sánchez no ha sido noqueado por la derecha después de aprobar la ley de Amnistía para el independentismo catalán, pero al Partido Socialista se le están desmayando los aliados y las aliadas. La España interior no se rebela contra el Gran Madrid y prefiere recelar de una Barcelona que está redefiniendo posiciones.
(El boletín ‘Penínsulas’ de esta semana ha sido elaborado con la valiosa colaboración de Santiago Fernández Muñoz, profesor de Geografía Humana en la Universidad Carlos III de Madrid, socio de SILO -Science & Innovation Link- y antiguo jefe de proyectos de la división de Evaluación de Políticas Públicas de la AIReF).
La Vanguardia