La República laica contra las ideologías de la desigualdad y el fanatismo ensuciador

Cuando nos referimos a la importancia de la laicidad en la vida social y política, queremos centrar la atención en aspectos ideológicos notables que acompañan las formas de opresión. En un artículo reciente de este título (“La República Laica”, La Veu de Poble Lliure núm 15 – publicado también en separata) desarrollo diferentes aspectos históricos, políticos y sociales referentes a la aparición, formación y evolución de este fenómeno de la laicidad a considerar fundamental para poner fin a las formas de dominación opresivas de nuestro tiempo, como explicaremos.

La ‘República laica’ sintetiza ya en su mismo nombre compuesto la voluntad de combatir las dos expresiones principales de la justificación de las formas de opresión del mundo actual: El fanatismo de cariz religioso (creencias míticas y religiosas irracionales); y el fanatismo de Estado (mitos y engaños para justificar la opresión de cariz imperialista sobre pueblos dominados). Estos dos tipos de fanatismo se encuentran detrás de las diferentes formas de opresión hoy existentes, y en todas las confrontaciones serias, hasta el punto de que se pueden considerar las causas directas de las guerras: unos hechos sangrientos que no han parado de asolar la historia desde la humanidad desde que existen bienes colectivos ambicionados como botín por los poderes dominantes.

El fanatismo de origen religioso

La religión tiene muy buena acogida en el ámbito del poder porque es sabido que ayuda a mantener la población dentro de un comportamiento conformista apaciguando las posibles protestas ante las injusticias, porque facilita la aceptación de la fatalidad que en términos religiosos se expresa como «la voluntad de Dios». La religión se sustenta en un fondo irracional: en la creencia de que la injusticia es inevitable (interpretada como el resultado de una fatalidad, que la divinidad ha querido); y en la concepción jerarquizada, patriarcal e imperialista de las relaciones humanas, unas ideas erróneas que han llegado hasta nuestros días; y muy presentes en la jerarquía religiosa.

En este sentido el objetivo republicano de la liberación de la persona humana puede concebirse, desde la perspectiva ideológica, como el esfuerzo por arrinconar estas ideologías mistificadoras del pensamiento de la humanidad y poner fin a la práctica opresiva resultante.

Las ‘creencias’ generadas por la ‘mitología de la desigualdad’ (es así como convendría llamar a este fenómeno) han sido invariablemente los siguientes: El género humano no es dueño de su destino porque hay fuerzas superiores que no están a su alcance, que están ubicadas muy por encima de él e incontrolables. El dios monoteísta con sus ángeles y santos, o los dioses del politeísmo en su diversidad y estructuración interna son una imagen permanente de la jerarquía que se quiere imponer, justificándola, sacralizándola.

Como es sabido, la división en clases de los inicios había ido creando castas intelectuales en torno al poder, las cuales a la vez que escondían celosamente el conocimiento de los fenómenos naturales que escapaban a la intuición del pueblo raso (como los desastres naturales, el movimiento de los astros, los eclipses etc.), se servían para atemorizar a las masas subyugadas. Las amenazas reales de la violencia ejercida con la máxima crueldad y las amenazas imaginadas y descritas con detalle en torno a condenas de carácter eterno (los infiernos presentes en las religiones) combinadas con engaños sobre paraísos soñados, creaban un entorno rodeado de miedos y falsas esperanzas que han ido acompañando la vida de las masas populares que han ido deambulando por este ‘valle de lágrimas’. Los dioses no existen; y que este pensamiento persista es uno de los motores fundamentales de las guerras. El dios de Abraham y el dios de Mahoma aún hoy atizan al fuego de la confrontación entre Israel y Palestina.

El fanatismo imperialista de Estado

Paralelamente al mantenimiento de las religiones nacidas de la ignorancia de la población el fanatismo de Estado, nacido al abrigo del pensamiento mítico, es la posición ideológica que justifica la dominación de un pueblo sobre otros pueblos sometidos. Se trata de la forma más exacerbada de supremacismo, un conjunto de pensamiento sin fundamento y que se mantiene a través de la combinación de mitos y fobias: los mitos de un pseudopatriotismo de Estado enaltecedor del grupo dominante y de sus supuestas características superiores; y las fobias empleadas para deshumanizar las víctimas de la dominación y la opresión, fobias que se pueden basar en prejuicios, envidias, racismo etc.

Al tratarse de todo un bagaje que pretende justificar la dominación de unas personas sobre otras, el nivel de irracionalidad de los postulados de la ideología imperialista, deben considerarse un verdadero fanatismo.

Es sabido, por ejemplo, que el pseudopatriotismo español y el francés han elaborado justificaciones muy estrafalarias: desde el llamado ‘derecho de conquista’ que consideraba como un verdadero derecho el uso y abuso de todo territorio, con sus poblaciones y bienes, conquistado por las armas… al hecho de cultivar la idea de una superioridad intrínseca de las lenguas y culturas de la nación opresora erigida en ‘Estado’; la lucha contra la diversidad calificada despectivamente como una pulsión negativa que atentaba contra la convivencia, la “unidad” erigida en dogma etc.

Estos dos tipos de fanatismo, a menudo acumulados (el mítico-religioso y el fanatismo imperialista de Estado) son los responsables de la existencia de las guerras, conflictos creados por ambiciones imperialistas pero justificados ideológicamente por todo un conjunto de mitos y prejuicios sin un fundamento racional fundamentado y opuestos frontalmente a la idea racional y razonable de la igualdad entre las personas y fundamentada en la cooperación y derechos básicos del género humano.

El eje reaccionario internacional

La muestra más clara de la falsedad inherente a la sociedad capitalista es que, en lugar de distinguirse por la defensa de la justicia y la democracia como tan vanamente proclama, vive de la injusticia, la mentira y las alianzas reaccionarias en todo el mundo. El objetivo esencial de este sistema mundial de dominación es marcar las reglas del juego en las relaciones económicas y políticas internacionales; y a este objetivo si la conveniencia es aliarse con las dictaduras y los regímenes despóticos y criminales árabo-musulmanes de los petrodólares lo hacen de una manera decidida, sin vergüenza ni paliativo alguno.

El resultado es el despliegue y refuerzo progresivo de una verdadera Santa Alianza reaccionaria a la imagen de la que se formó en el siglo XIX para tratar de frenar el ascenso de las luchas obreras y populares contrarias a las diferentes expresiones del Antiguo Régimen. Contra esta situación sobran los aspavientos. Sólo es necesario ser conscientes de ello y actuar en consecuencia. Contra esta alianza reaccionaria nosotros debemos oponer la lucha popular republicana, buscando nuestros principales aliados entre las vanguardias laicas, muy especialmente las que han nacido y crecen día tras día en el seno de los países teocráticos de tradición musulmana, que ya hace tiempo que luchan por poner fin a la injerencia forzosa de los preceptos religiosos que se quieren imponer dentro del conjunto de la sociedad.

El sistema político de la República laica es el antídoto a extender y reforzar para desbaratar estos sistemas ideológicos engañosos. Frente a las ideologías de la desigualdad nuestra lucha por la laicidad y la igualdad debe ser clara y decidida.

Los grandes errores de los gobiernos autonómicos

Ante esta realidad los gobiernos autonómicos de Cataluña hace ya tiempo que, en lugar de fomentar el laicismo y apoyar los sectores laicos de los países de tradición musulmana y las asociaciones populares (como las del movimiento amazig en nuestro país, modelo de solidaridad y de clarividencia), pactan con el gobierno de Marruecos para enseñar la lengua árabe y promover la religión musulmana. Unos primeros resultados de estos errores los tienen en los atentados criminales de agosto de 2017 en Barcelona, ​​surgidos de la manipulación del fanatismo religioso. Y la realidad escalofriante es que las consecuencias más serias de la generalización de esta política estúpida de arabización y de fomento de espacios de fanatización religiosa, están por venir.

Nuestro combate por la laicidad debe ser nítido y nuestra determinación para no favorecer ningún tipo de fanatismo, del implacable por completo.

*Histórico militante independentista, miembro de la ANC, militante de Poble Lliure, y profesor de la UAB

LLIBERTAT.CAT

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