(Nota de Mediapart: Este blog es personal, la redacción no es el origen de su contenido)
¿Nada en común entre el director rumano Ceausescu y Putin? ¿El primero fue el tirano de un régimen totalitario, mientras que el segundo fue elegido “democráticamente” seguido desde 2000 hasta 2036, si exceptuamos el período de 2008 a 2012? ¿Nada en común entre el “Genio de los Cárpatos” que empobreció su país y Putin que devolvió su país al escenario de las relaciones internacionales?
Los fundamentos sobre los que se basan estos dos regímenes tienen muchas similitudes, la principal es que ambos son estados totalitarios, al servicio de la gloria de un solo hombre.
En un caso, como en el otro, reina la mentira y las palabras pierden todo valor. A los enemigos se les acusa de lo que hacemos nosotros mismos. Los ucranianos matan civiles, los ucranianos disparan contra edificios públicos, los ucranianos utilizan armas prohibidas, los ucranianos maltratan a los prisioneros. Letanía de actos que el ejército ruso practica a gran escala, envuelto en una guerra que Putin describe como una “operación militar especial” para limitar el impacto mental para las poblaciones rusas.
La manipulación de la historia es un elemento central para estos regímenes. En este ámbito, como digno sucesor del NKVD que asesinó a la élite militar polaca en Katyn en marzo-abril de 1940, Putin es un experto. La reactivación de la barbarie nazi sirve de breviario. Permite descalificar cualquier forma de oposición. Los ucranianos son nazis, Volodymyr Zelensky es un nazi, las potencias occidentales son aliadas de los nazis, Emmanuel Macron es una continuación de la política de colaboración con los nazis de Philippe Pétain, etc. Se podría continuar hasta la saciedad, la lista de quienes se sitúan en esta categoría destinada a legitimar, dentro de Rusia, la guerra iniciada en 2014 con la anexión de Crimea.
Estos regímenes se basan en la omnipotencia de sus servicios de seguridad (FSB en Rusia, Securitate en Rumanía), puestos al servicio de la protección de un hombre y de su pequeño círculo de fieles. La periodista Anna Politkovskaya, crítica del régimen, fue asesinada el 7 de octubre de 2006 en su inmueble. Dos de sus asesinos fueron condenados, sin que se identificara a los patrocinadores. Alexander Litvinenko, un miembro del FSB que se convirtió en denunciante, fue envenenado con polonio y murió en Londres el 23 de noviembre de 2006. Los culpables, probablemente vinculados al FSB, nunca fueron juzgados, ni siquiera encontrados. Boris Nemtsov fue asesinado en el puente Bolshói, cerca del Kremlin, el 27 de febrero de 2015. Los autores del crimen habrían sido identificados en el Cáucaso, sin que se hubieran aportado pruebas. Alexeï Navalny, el 16 de febrero de 2024, fue eliminado tras haber soportado un régimen penitenciario excepcional, digno de los campos de Kolyma soviéticos. Aquí sólo se analizan las víctimas más conocidas del régimen criminal de Putin. Se podrían añadir a la lista los numerosos oligarcas que murieron “sospechosamente” en el extranjero, al caer accidentalmente de un edificio o al agua (1) …
El crimen está en el poder en Moscú, como lo estuvo en Berlín en los años 1930, o en Bucarest en los años 1980, y ya ni siquiera busca mantener la apariencia de legalidad. El más fiel de los fieles, Evgueni Prigogine, arquitecto de los trabajos sucios del régimen en África y en otros lugares, pagó el precio el 24 de agosto de 2023, lamentablemente su avión perdió un ala antes de estrellarse. El mensaje es claro: cualquier forma de oposición a Putin merece una sentencia de muerte inmediata. La lista de “enemigos internos” que es necesario perseguir es larga, siendo el último el excampeón de ajedrez Garry Kasparov, incluido en la lista de “terroristas y extremistas” el 6 de marzo de 2024. Una vez que la máquina se pone en marcha, nada puede detenerla; sigue su camino, como la ‘Rueda Roja’ de Alexander Solzhenitsyn, aplastando cualquier atisbo de oposición a su paso. Putin no se limita a enemigos internos que creen que los líderes extranjeros deben caer bajo su gobierno, como la primera ministra estonia, Kaja Kallas, contra la que se emitió una orden de arresto el 13 de febrero de 2024.
Estos regímenes parecen absolutamente sólidos, sin que nada pueda contenerlos o debilitarlos. Lo que constituye su aparente fuerza es en realidad sólo su debilidad. Impulsados por la arrogancia de su carismático líder, este sentimiento incontenible de poder sin control, estos países se encuentran arrojados a alocados callejones sin salida. Haber invadido Crimea en febrero de 2014, haber tomado el control del Donbass, haber probado sus métodos bélicos en Siria, haber desestabilizado regímenes subsaharianos, en la República Centroafricana, Mali, Burkina Faso o Níger, haber obtenido el apoyo militar de Corea del Norte o de Irán, Putin puede sentirse intocable.
Sin embargo, ya se ha observado que esta invulnerabilidad puede cambiar repentinamente, en ausencia de una intervención externa. En esto, la Rumania de Ceausescu fue un modelo. El 21 de diciembre de 1989, el “Danubio del pensamiento” estaba inquieto. Los recientes acontecimientos en Timisoara están provocando tensiones en el país. Necesita recuperar el control y rápidamente. Con mano de hierro controla el ejército y la policía política, la Securitate. La prensa está bajo control, los medios de comunicación están bajo supervisión y los opositores están en prisión o ya han sido asesinados. No le puede pasar nada. Por lo tanto, demostrará su inconmensurable ascendiente sobre su pueblo durante una gran concentración en la Plaza de la Revolución, en el centro de Bucarest.
Pero, de repente, las esposas ya no funcionan, los obligados ya no responden al dedo ni a la mirada. Entonces surge el miedo en los ojos del gran dictador. Debe huir como un renegado común, encontrando apoyo cerca de los fieles entre los fieles. El resto se sabe. Nicolae Ceausescu y su esposa Elena serán juzgados en un juicio ficticio y luego ejecutados. Asimismo, debemos esperar que Putin pierda el control lo más rápido posible, que los controladores ya no le respondan y que el miedo finalmente cambie de bando. Que en su mirada vacía asome un parpadeo de miedo. Deje que su sonrisa dé paso a la sonrisa de alguien que presiente que se acerca su fin. Cuando su círculo más cercano de seguidores se dé cuenta de que Putin los está llevando al desastre, intentará deshacerse de él, como hizo Claus Von Stauffenberg con Hitler el 20 de julio de 1944. Por otra parte, no es una ejecución sumaria lo que debemos desearle, sino un juicio internacional ante el cual responda de sus crímenes, de todos sus crímenes.
Tomémoslo por sus frágiles hombros y coloquémoslo en una silla cómoda, en un ‘box’ seguro en la Corte Penal Internacional de La Haya (2). Que responda a las preguntas que le hagan y sea juzgado según los desastres que cometió, con plena conciencia. De esta caída se podría esperar un futuro mejor para las poblaciones de la Federación Rusa, atrapadas en delirios de poder nacionalista, dignos de los peores naufragios de los siglos XIX y XX.
(1) https://www.france24.com/fr/europe/20221229-suicide-noyade-venin-de-crapaud-les-morts-myst%C3%A9rieuses-de-14-oligarques-russes
(2) https://www.icc-cpi.int/sites/default/files/Publications/mieux-comprendre-cpi.pdf
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