Ricard Chulià: «Un País Valenciano independiente es viable»

 

Entrevista al autor de ‘País Valencià. Salida de emergencia’, que defiende la tesis de que pertenecer al Estado español es muy perjudicial para el País Valenciano y defiende su salida

El filólogo y analista político Ricard Chulià (Torrent, 1983) acaba de publicar ‘País Valencià. Eixida d’emergència’ –País Valenciano. Salida de emergencia’ (Editorial Afers). El prólogo es de Josep Escribano, presidente del Tempir. Es un ensayo sobre los perjuicios que tiene para el País Valenciano la pertenencia al Estado español. Chulià se basa en datos y cifras que demuestran que la infrafinanciación y la carencia de inversiones perjudican la calidad de vida de los valencianos.

Es por eso que señala la puerta de salida, dice que es posible y explica cómo sería la vida de los valencianos sin pertenecer a España. «Sin España, el País Valenciano sería un país viable», y argumenta el qué y el cómo de la partida del País Valenciano del Estado español.

En esta entrevista, Ricard Chulià, que es militante de una corriente crítica de Més Compromís, también expone cuáles son, a su juicio, los errores que el partido ha cometido en estos últimos años y critica, por ejemplo, la falta de democracia interna.

— Ha hecho una especie de memorial de agravios, una lista con todos los males de los que los valencianos deben morir. ¿La intención es acabar de convencer a quien todavía no esté convencido de que hay que salir del Estado español?

— Exacto. Ocurre que no es exactamente un memorial de agravios, porque los agravios tienen solución. Mi tesis es decir que cuando Ximo Puig dice: «España no funciona con los valencianos», yo digo, claro que funciona con los valencianos. La cuestión es, ¿los valencianos, como pueblo, lo queremos? Más allá de cuestiones identitarias, étnicas o nacionales. Y, por tanto, desde mi punto de vista debemos tomar la salida de emergencia.

— Dice que si el País Valenciano fuera independiente sería viable por sí solo. ¿Con qué bases?

— En el siglo XXI, sería viable. Estaríamos en el primer tercio de los estados más poblados, en el primer tercio de estados con un PIB nominal más alto, y en el primer tercio de los doscientos estados del mundo en cuanto a PIB per cápita. No habría ningún problema. Pero ocurre que en España, por el lugar que nos toca, vivimos peor. La cuestión es si estamos dispuestos a pagar por ser españoles o no.

— ¿El País Valenciano sería viable solo o confederado?

— Sería un Estado viable por sí mismo y sería viable confederado con otros estados.

— ¿Països Catalans?

— Si así lo deciden los valencianos. La cuestión es que el libro parte del País Valenciano como sujeto de soberanía y Estado viable. A partir de ahí, si los Països Catalans son decisión de los valencianos, catalanes e isleños, perfecto.

— En el título del libro juega con la polisemia del sintagma “salida de emergencia”. Lo señala y decide que la salida es urgentísima.

— Sí, y además toma la metáfora de Walter Benjamin, quien dice que la revolución no es el progreso de la historia, sino el freno de emergencia para evitar su desastre. Entonces, la salida de emergencia es esta metáfora del lugar que los valencianos tenemos en España y la salida de emergencia es porque queremos salir, porque no estamos a gusto.

— En el libro dice que para llegar allí, primero hay que señalar a Ítaca. ¿Qué es?

— La independencia. Una república valenciana independiente.

— A Ítaca la han cantado mucho, le han hecho versos. La República Valenciana, ¿cómo se la imagina?

— La imagino mejor en el sentido de que ahora arrastramos unas dependencias que son un problema. No tenemos el nivel de servicios en relación con todo lo que generamos. O sea, tenemos una buena sanidad porque estamos en el primer mundo, por ejemplo, pero somos la periferia de la periferia. No tenemos la sanidad que nos correspondería con lo que generamos. La imagino de una manera desapasionada. Sencillamente, viviríamos mejor.

— ¿Gobernada con qué sistema?

— Deberíamos elegirlo entre todos. No podemos aspirar a ser una democracia avanzada porque tenemos un lastre que nos lo impide. Por ejemplo, una idea de nación excluyente y exclusiva que mantiene que el poder no puede ser compartido sino centralizado. Y esto liga con una monarquía que hace que la democracia esté siempre bajo sospecha. Si basas tu idea de nación en impedir que los pueblos se puedan expresar, la democracia acaba siendo una idea sospechosa. No te sirve sacar las porras contra los deseos democráticos del pueblo catalán y pensar que esto no afectará a tu calidad democrática.

— Hasta ahora, ¿le ha salido barato a España haber sacado las porras?

— Depende. Ésta es una de las cosas que también planteo en el libro. Es decir, una idea de unidad basada en el sometimiento, o una idea de unidad basada en la libre voluntad. En el libro describo la sociedad que tenemos los valencianos, estos son los indicadores y la pregunta que debemos hacernos es si esto es así porque es inexpugnable, porque ni siquiera se puede poner en duda porque al otro lado están las armas, las porras y la fuerza bruta que lo impide. La cuestión es realizar un análisis en libertad que por ahora no nos puede impedir nadie. Y desde este punto de vista también explico que Cataluña no es España, sino que Cataluña es de España. En octubre de 2017 fue un punto de inflexión que el resto de pueblos que estamos en al Estado español tenemos que analizar de la misma manera porque nosotros también estamos en esa lucha.

— ¿Cataluña es propiedad de España?

— Desde hace más de diez años, las elecciones democráticas que hace el pueblo catalán no son respetadas por el Estado español de forma continuada. No hablo solo del referéndum, sino por presidentes en el exilio, inhabilitados como Quim Torra. Jordi Sánchez se presenta y se lo impiden. A Jordi Turull le impiden la investidura… Es una constatación histórica. Todos los presidentes de la Generalitat que no han pertenecido a fuerzas políticas españolas han sido represaliados. Desde Prat de la Riba. Pere Aragonès es el único que no lo ha estado hasta ahora.

— Para los valencianos, ¿es más cómodo permanecer en el Estado español aunque nos salga más caro?

— Pienso que no. Es mucho más incómodo mantenerse en España. Si miramos todos los índices de forma fría, nos llevan a allo. No es ninguna coincidencia del azar que seamos el territorio peor financiado cuando estamos por delante de la media de renta per cápita. O que seamos el territorio que menos inversión por habitante recibe del Estado. Esto significa menos médicos, menos profesores de los que no nos corresponderían si gestionamos y ejecutamos nuestros recursos.

— En el libro define a los valencianos como los camareros de los madrileños y los geriatras de los europeos.

— El espacio que tenemos asignado como periferia en la Unión Europea y periferia en España es el de la especialización económica en turismo de masas. Somos los camareros de los madrileños y los geriatras de los noreuropeos. Esto significa un monocultivo del turismo que nos lleva a la precarización de toda la economía. Y si miramos el mapa de la renta per cápita, del riesgo de exclusión, de pobreza, y miramos las comarcas en las que ocurre esto, la correlación con la mayor especialización turística es lineal y absoluta. La pregunta que deberíamos hacernos es si queremos que nuestro futuro sea seguir haciendo de camareros para los madrileños y de geriatras para los noreuropeos.

— En el libro hay frases contundentes como “los valencianos no pintamos un pito”.

— Es así. En España no pintamos un pito. Y no es de ahora, es una constancia histórica. Desde que en el Estado español hay consejo de ministros, hará unos doscientos años, no ha habido ni media legislatura gobernada por un valenciano. El último que llegó a primer ministro efectivo fue en la Segunda República, Ricardo Sámper, y no duró ni dos años.

— Defiende que una de las primeras cosas para conseguir la independencia es nombrar al país por su nombre, pero el nombre “País Valencià” ha visto épocas mejores, porque incluso Compromís lo esconde siempre que puede.

— Es absurdo. Ocultar nuestro proyecto es contraproducente. ¿Qué sentido tiene votar a un partido que no sabes exactamente qué proyecto te ofrece? La cuestión más importante es qué hay en este nombre. El País Valenciano tiene un contenido de emancipación, liberación, romper con la idea de provincia española, de autorrepresentación que nos es útil. Si este nombre fuera “Valencia”, también sería útil. Ocultar el nombre es absurdo e, internamente, también hago estas críticas.

— A pesar de lo que pueda parecer, defiende que el nacionalismo político valenciano no ha fracasado.

— Esta semana misma hemos tenido una encuesta para saber cómo se sienten los valencianos. Aquellos que nos identificamos como sólo valencianos, que sería mi caso, somos un 2%. Los más valencianos que españoles alcanzaríamos el 8%. Y sólo españoles son el 17% o el 18%. Esto son sentimientos, no es un proyecto político, pero si lo miras fríamente, todavía somos muchos trescientos años después de la destrucción de nuestro Estado, después de cuarenta años del régimen de 1978, después de cuarenta años de dictadura. Después de todo esto, que sigamos existiendo los valencianos cultural y lingüísticamente y también políticamente es un error del sistema. Que nosotros existamos es un grave problema para ellos. De hecho, Alfonso Guerra dice en un libro que el peligro no sólo es la independencia de Cataluña, sino que después irá el País Vasco y después el País Valenciano. Nos pone entre los alumnos aventajados seguidores del ejemplo, por él, pernicioso, de Cataluña.

— En el libro hace un repaso de todos los presidentes de la Generalitat, una especie de galería de ciudadanos ilustres… ¿Qué ve?

— La consecuencia lógica del sistema. Tenemos a los delegados coloniales que nos corresponden en cada momento. Como reflexión algo provocadora, puedo decir que el único presidente que ha actuado como presidente de la autonomía, y no digo que actuara con una idea de país coherente y sólida, sino, simplemente con una idea de autonomía, es el president Albinyana. Llegó como presidente de una preautonomía y la convirtió en autonomía. Todos los demás no han servido a la lógica del cargo, sino a la lógica del sistema de partidos español.

— Si en esta galería, pongamos por caso, estuviera la fotografía de Mónica Oltra, ¿ahora estaría la de Mazón?

— Es difícil hacer esta política ficción, pero si miramos las elecciones de 2023, que perdió el Botánico, vemos que en las comarcas donde resistía el voto de izquierda, entendido como el voto de la coalición gubernamental, el voto que resistía y sumaba era el del valencianismo político. ¿Qué diferencia hay entre la Ribera Baixa y la el Baix Segura? Cuanto más autocentramiento político, menos nos afecta la política que viene de España, que en este momento está en una reacción completa. Porque, al final, el valencianismo es la única fuerza que puede crear una lógica autónoma de partidos para evitar que sigamos la misma lógica de partidos españoles. Por eso utilice la metáfora de que el valencianismo es el mejor muro que podemos alzar contra el fascismo. Cuanto más políticamente valenciano hagamos el país, menos nos contaminaremos de esta reacción que viene de Europa.

— El hecho de quitar a Mónica Oltra de circulación, ¿es un síntoma de ese miedo de Alfonso Guerra?

— No tengo ninguna duda. En el libro hago un ejercicio que es una especie de provocación y analizo qué veía España en Mónica Oltra como personaje político y qué interpretaba el electorado valenciano ante la propuesta política que representaba Mónica Oltra. Evidentemente, ella no compartía mi hoja de ruta, por ejemplo, pero sí creaba y construía el País Valenciano políticamente porque Compromís era una manifestación electoral y políticamente valenciana. En Mónica Oltra España veía el mismo problema que Oriol Junqueras. Una cuestión de ruptura social y una cuestión de ruptura nacional. España la veía como una amenaza aunque ella nunca hubiera hecho cuestión ni hiciera nunca unas cuestiones rupturistas con el País Valenciano como sujeto independiente. Le aplicaron la ‘lawfare’ para quitársela de encima.

— Es militante de Compromís y forma parte de la corriente ‘Bloc i País’. Fue muy crítico con la decisión de que la coalición fuese con Sumar a las elecciones del 23 de julio. ¿Considera que los resultados son un fracaso?

— Totalmente. Es clarísimo. Ir con Sumar no era útil y no era necesario. Compromís ya construía un espacio político propio y no necesitaba aliarse con ningún otro espacio contradictorio con ellos. Y desde este punto de vista, hay dos fracasos. Por un lado, existe el fracaso valencianista, en el sentido de que los diputados que han conseguido son diputados dentro de un grupo parlamentario español, como los del PSOE, los del PP y los de Vox. No construyen un espacio político valenciano. Y después, si el objetivo de esta unidad de la izquierda era frenar la derecha, tampoco es útil. En 2015 hubo un cambio en la Generalitat que dio un cambio muy grande en favor de las fuerzas progresistas. Unos meses más tarde, hubo las elecciones españolas y Compromís se alió con Podemos. Pues bien, si los resultados de esas elecciones hubieran sido sólo dos meses antes, no habría habido cambio en 2015 en la Generalitat. Como valencianos, no nos interesa la unidad de la izquierda en clave española porque no nos interesa formar parte de un sistema político como el español.

— Dentro de unos meses, Més Compromís hará un congreso, ¿su corriente será capaz de articular una candidatura diferente a la oficial?

— Por supuesto que sí. Lo trabajamos porque el partido necesita un cambio en todos los niveles. La necesidad es clamorosa, desde mi punto de vista. ¡Es que nos han hecho votar a un ‘paracaidista’ madrileño en Alacant! Considero que hemos pasado el mínimo del mínimo del mínimo. Hace mucho tiempo que hemos pasado todas las líneas rojas mínimas de un partido valencianista. Hemos llegado al extremo de que si hace veinte años entre militar en el valencianismo político ya no es para hacer políticas diferentes o para ayudar a construir un espacio político, es para que no haya espacios políticos que te hagan votar ‘paracaidistas’. Lo mínimo es que tus representantes sean de la tierra o vivan en ella. Además, existe una falta de democracia interna muy fuerte dentro del partido. Por ejemplo, ahora vamos hacia unas elecciones europeas y no podemos decidir con qué candidatura irá Compromís. Una gente que nos hemos organizado hemos recogido el 10% de las firmas y ha quedado en nada.

— El argumento principal de la dirección es que yendo con otros se amplia la base de votantes.

— Los números no les dan la razón, porque los resultados de 2015 los hicieron grandes y se alcanzaron con la propuesta política más valencianista que jamás ha presentado Compromís. Desde entonces sólo se ha aguado el discurso valencianista y los resultados han ido bajando. La gente prefiere el original a la copia. Si tú crees que transformándote en izquierda española te votará la izquierda española, no pasará, porque la oferta original de izquierda española existe.

— ¿Cambiar el nombre de “valencianismo político” por “catalanismo” es una barrera?

— Pienso que el País Valenciano no es el mismo ahora que el de la transición. El anticatalanismo es más parte de unas élites españolistas muy furibundas que tienen un programa político muy concreto. Por ejemplo, cuando hablamos del problema del corredor mediterráneo, hablamos de la desvertebración y que es más fácil ir de Oriola a Madrid que de Oriola a Valencia. Hay más vuelos de Valencia a Madrid que trenes de Valencia a Elx. Éste es el proyecto de España. Los valencianos, a pesar de haber sido colonizados por el españolismo, no ven ninguna amenaza ni problema con Cataluña. No tiene ningún sentido que los presidentes de las dos Generalitats, no ya desde un punto de vista soberanista, sino desde el punto de vista de comunidades autónomas españolas no tengan una alianza preferente cuando todos los indicadores nos dicen que deben tener la. El tema de la lengua pienso que la gente lo tiene plenamente asumida. Es ridículo que un president de la Generalitat tenga más relación con el gobernador de Florida que con el president de la Generalitat de Cataluña.

— ¿Dentro Compromís hay anticatalanismo?

— Diría que no. Hay mucho tacticismo electoral porque piensa que es contraproducente. Tacticismo que piensa que debemos esconder el valencianismo porque, si no, la gente no nos vota. Este es un pensamiento acomplejado que se ha instalado mucho en Compromís en los últimos años. Durante el octubre catalán, durante la represión, el BNG, por ejemplo, nunca se escondió. Nosotros no deberíamos habernos escondido. No digo que todo el electorado de Compromís comparta una idea de nacionalismo valenciano fuerte, de independentismo, está claro que no. Pero sí no comparte el que lo intentes engañar.

— ¿La dirección de Compromís ha leído su libro o lo leerá?

— Me han dicho que lo leerán y lo agradezco. Y ojalá que rehagamos el rumbo y nos reencontremos.

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