Después de estos años de represión, confusión y falsos debates, son muchos quienes dicen que el independentismo necesita una renovación: nuevos liderazgos según algunos; nuevas propuestas electorales, según otros; hundir a los partidos actuales, claman unos terceros… Y de repente… aparecen ahora las palabras ‘fuego nuevo’ que, para alguna gente, sugieren tan sólo una suerte de salida incendiaria…
Pero, en mi opinión, hacer ‘fuego nuevo’ tiene ahora el sentido de recomenzar sin los lastres del pasado, sin el obstáculo de todo lo que seguro se ha hecho mal. En estos términos, los reproches que hacen vivir a tantas personas son muy explicables pero ya no deberían ser el centro del debate, sino que el ‘fuego nuevo’ nace de una tarea previa de reflexión para encarar el camino.
Es necesario, pues, tratar de la palabra tan deformada de la unidad, identificar los falsos atajos y abordar claramente la manera de evitar el dominio del sectarismo electoral. Sabemos que la rivalidad electoralista comporta formas endémicas de corrupción sobre las que se van exacerbando las luchas por un ‘modus vivendi’ privilegiado dentro del capitalismo decadente actual, unas prácticas que han arrastrado a las organizaciones parlamentarias principales, de adscripción independentista, hacia la inoperancia.
Habrá, pues, que construir la unidad, sin este clima de rivalidad, partiendo de la acción conjunta primigenia, que es la unidad desde la base. Pensar que, ahora, con la creación de nuevas opciones electorales podrían resolverse estas carencias es un error de cálculo importante porque el aumento de las opciones de voto sólo puede llevar, en las condiciones actuales y si no se piensa bien, a incrementar falsos debates y acentuar la dispersión del voto.
Las ‘nuevas’ propuestas electorales ya nacen con los mismos defectos que las hacen políticamente inofensivas: un análisis defectuoso de la realidad, un resentimiento visceral como motor y, normalmente, un sectarismo que las hace incluso más sectarias que las que hemos sufrido hasta ahora. Sin embargo, no se puede abandonar al enemigo el campo institucional y, menos aún, acabar de fragmentar el movimiento. Por eso soy de la opinión que habrá que ser muy exigentes con cualquiera de las propuestas que se quieran crear (y con las ya existentes) para que respeten dos condiciones básicas: no simplificar engañosamente el camino a la independencia; y colaborar en la construcción del movimiento de base unitario. Unas consideraciones que deberían dirigirse sobre todo a la dirección de la ANC que ha abandonado sus principios fundacionales que le prohibían participar en las elecciones y se ha lanzado a ellas de cabeza, de forma poco racional.
Es sabido también que existen ‘nuevas’ propuestas que simplifican equivocadamente las tareas limitándolo todo a “hacer la declaración unilateral de independencia, la DUI”. Pero esto ya se ha hecho y la cuestión central es ahora otra: es crear las condiciones sociales y políticas para hacer y poder mantener la independencia. Es igualmente una muestra de simplismo defender que el independentismo no debe tener programa social, una afirmación que, en los tiempos convulsos actuales, es un error de la altura de un campanario.
Necesitamos la unidad en todo el territorio, defendiendo la República catalana independiente, laica y bien arraigada a las luchas de nuestro pueblo, desde la lucha central por la lengua, a las justas reivindicaciones del sindicalismo, el feminismo, y el ecologismo como metas constantes y necesarias. Contra la monarquía borbónica española y denunciando también al Estado francés integrista y jacobino que no quiere que el catalán pueda hablarse ni siquiera en un ayuntamiento.
Defendiendo nuestros derechos inalienables, en los Países Catalanes, rechazando la ocupación política y la represión; haciendo el vacío a los monopolios (IBEX y otros) que mueven los hilos del poder y alientan a las bandas fascistas; denunciando la corrupción, el fanatismo religioso y estatalista (que es causa de tantas guerras y opresiones), trabajando para arrinconar la ignorancia que acompaña a estas formas de intransigencia; proclamando de modo permanente el derecho a una sociedad justa y a la igualdad, sin los abusos ni las injusticias del régimen monárquico español y el despotismo jacobino francés, propios de épocas pretéritas. Es por este camino donde tiene sentido encender ‘fuego nuevo’: Nueva sangre, nueva savia. Y bien arraigados a la tierra.
EL PUNT-AVUI