En torno al primero de octubre

1 de octubre de 2023

«Si Cataluña, todavía, es parte del Estado español, no es porque lo haya elegido, sino porque se le ha impuesto a través de la violencia física e institucional»

Es evidente que en los últimos seis años las cosas no han ido bien. La victoria del 1-O no significó la independencia de forma automática, en buena parte porque el uso de la violencia por parte del Estado español despertó los peores fantasmas de los catalanes.

 

Sin embargo, pasado este sexenio, que ha llevado emparejado una ola represiva cuyo alcance todavía no ha terminado, algunas cosas son más claras.

 

1.- Que la violencia es responsabilidad de quien la ejerce y no quien es su víctima. Toda la retórica que primero justificó la violencia paramilitar y después los encarcelamientos y la persecución judicial no era más que propaganda españolista y autoritaria.

2.- Si Cataluña, todavía, es parte del Estado español, no es porque lo haya elegido, sino porque se le ha impuesto a través de la violencia física e institucional. La adscripción administrativa de los catalanes no es más que una imposición hecha a través de la fuerza.

3.- Que digan lo que digan los partidarios de la ‘pax autonómica’, la unilateralidad es una herramienta imprescindible en cualquier proceso de soberanía, y necesaria para afrontar todo proceso negociador con el Estado español. La unilateralidad del 1-O no tiene demasiada diferencia con la de los referendos quebequeses, la diferencia en todo caso se encuentra en la respuesta violenta del Estado español.

4.- Que no podemos volver a afrontar un momento como el 1 de octubre sin mayor grado de unidad electoral. Si el referendo fue posible gracias a la existencia de ‘Junts pel Sí’ y la pausa en las hostilidades partidistas, precisamente la falta de unidad electoral es lo que impidió tomar decisiones de forma rápida la misma noche del 1-O.

5.- Una confrontación democrática con el Estado como la del 1-O requiere una unidad electoral estable, que haga que tanto los logros como los riesgos sean compartidos en los momentos decisivos, y que en el momento decisivo no nos encontremos con que varias facciones apuesten por el fracaso como vía para culpar al otro y ganar peso electoral. Según las últimas elecciones somos un 52%, sí, pero precisamente por eso debemos entender que nos necesitamos a todos. Europa lo permitió, pero a medias. A las cuatro de la tarde las fuerzas de ocupación tuvieron que plegar velas. En parte porque el trabajo estaba realizado, en parte porque la operación paramilitar había escandalizado a media Europa. Una nueva agresión policial en pocos días, habría resultado difícilmente tolerable a escala europea, quizás forzando la mediación que la Comisión Europea se planteó en aquellos días. Desde entonces, los tribunales internacionales casi siempre han dado la razón a los catalanes. No es poco. Por el camino también hemos aprendido que lo que conviene a los catalanes sólo lo defenderemos nosotros, mejor parecer los malos de la película que estar permanentemente pendientes de quedar bien con el exterior.

6.- Es necesaria autoestima. Ninguna otra sociedad europea occidental (ni ninguna clase política) está dispuesta a hacer lo que hizo la catalana el 1-O de 2017. Ninguna otra clase media (y mucho menos ninguna clase universitaria) europea, está dispuesta a pagar un precio tan alto por un proyecto (la independencia) que no es un proyecto de nicho sino que beneficia absolutamente a todas las capas de la sociedad.

7.- Para ganar, debemos aprender a ganar. El referendo del 1-O no fue una victoria absoluta, es evidente. Recibimos muchos golpes, nos asustamos de la violencia policial y la participación fue menor de lo que hubiéramos querido. Sin embargo, más de 2 millones de personas votamos, y muchos más lo habrían hecho sin la violencia del Estado o en un escenario con una campaña tolerada. Por tanto, ganamos. Ese día se derrotó a todo un Estado, pero el choque y la novedad de la violencia de facto nos paralizó. Ninguna victoria contra el Estado español será un 5 a 0, debemos aprender que ganar 3 a 2 también es ganar.

8.- No todo sale bien en la primera. Entender los errores tácticos o que los planes no hayan salido exactamente como estaban previstos es normal, es básico para tener éxito. Creer que hemos perdido en el primer contratiempo es incompatible con tener éxito a medio plazo. Vale para la actitud post-27-O del núcleo dirigente de ERC o del PDEcat de la época o todos los infantiles comentarios sobre la supuesta falta de reconocimiento internacional de una república catalana que los propios catalanes no defendimos.

9.- Se le llama proceso de independencia porque precisamente es un proceso. Con aciertos y errores. La clave no es ser perfectos ni tan puros que nos dediquemos permanentemente a la crítica nihilista, sino aprender de donde hemos fallado y construir sobre los aciertos. Los aprendizajes del referendo del primero de octubre y sus días posteriores, tanto para los liderazgos en activo como el president Puigdemont como de la sociedad catalana en su conjunto, es lo que hará que algún día la independencia de Cataluña sea efectiva.

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