En su ‘Crónica de los Reyes de Navarra’, Carlos de Viana identifica ocho valles que formaban la «antigua Navarra»
El príncipe don Carlos de Viana (1881), de José Moreno Carbonero, que puede verse en el Museo del Pradoarchivo
La figura del príncipe Carlos de Viana está ligada a la guerra civil en Navarra y a un destino funesto, ya que nunca llegó a reinar sobre las tierras que debía heredar por nacimiento. Pero además de batallas e intrigas políticas y familiares, este noble renacentista dejó una obra que ha trascendido los límites del tiempo: la ‘Crónica de los Reyes de Navarra’.
Según los historiadores, el príncipe fue el mecenas e ideólogo de los tres libros que componen la Crónica, aunque atribuyen su autoría al vicecanciller Pedro de Sada. Y a pesar de que estos adolecen de lo que Julia Pavón califica como «intencionalidad política», se les reconoce un «gran valor historiográfico».
«Como fruto de su tiempo, bebió de los modelos históricos de Rodrigo Jiménez de Rada, del corpus alfonsí y más tarde de Pedro López de Ayala, para Castilla, y del ciclo de las ‘cuatro grandes crónicas’ (Jaime I, Pedro Desclot, Ramón Muntaner y Crónica de Pedro IV), para Aragón», describe Pavón en ‘La Crónica del Príncipe de Viana: un relato para un rey sin reino’.
La composición de esta Crónica se materializó en 1454 y en ella se aúnan episodios heroicos y míticos con otros más apegados a la realidad histórica. Pero uno de sus pasajes más famosos es el que habla, al inicio del capítulo 5º, de la «antigua Navarra». Dice, textualmente, lo siguiente:
«Después que fueron ansi las Españas, como dicho es en el segundo capítulo, ocupadas por los moros, el infante D. Pelayo se trujo en la Cueba santa, la qual está entre las Asturias é Galicia, con algunos poquitos fieles godos perseverantes en la fé de nuestro Señor; é fueron á encerrarse á ella constreñidos por la grant multitut é poder de los infieles, é algunos malvados de los godos, que con eillos se acompañaron, son á saber el susodicho conde D. Julian, é Alcoman e D. Orpas sus sobrinos. E tambien se recojieron e la tierra de Aragon, con el conde D. Aznares, fasta trescientos cristianos; es á saber en un monte llamdo Oruel, cerca de la ciudat de Jaca, é los navarros, que habitaban en la antigua Navarra, con el conde García Jimenez: é llámase la antigua Navarra esta tierras; son á saber las cinco villas de Goñi, de Yerri, Valdelana, Amescoa, Valdegol, de Campezo, é la Berrueza, é Ocharan: en este día, una grant peiña, que está tajada entre Amezcoa, Eulate, é Valdelana, se clama la Corona de Navarra; é una aldea, que está al pie, se llama Navarin.
Estos párrafos sitúan el origen de Navarra en la actual Tierra Estella, desde Campezo (Álava) hasta Goñi, ocupando una franja de terreno al sur de la sierra de Urbasa y a orillas del río Ega. Y de estos ocho lugares mencionados en la Crónica, siete se identifican sin dificultad hoy en día: Goñi, Yerri, Valle de Lana, Améscoa, Valdega, Campezo y Berrueza (ver mapa). El octavo, Ocharan, o bien hace referencia a un topónimo que se ha perdido o bien es un error del cronista, ya que hoy en día Ocharán es un barrio de Zalla, en la comarca vizcaína de Las Encartaciones y colindante con Cantabria.
La «antigua Navarra», según describió el Príncipe de Viana en su ‘Crónica de los Reyes de Navarra’.
Diario de Navarra