¿Se puede hablar del principio de realidad, en política? Y si lo hacemos, ¿estamos hablando de un principio ético, moral, jurídico, o exactamente de qué hablamos?
Para mí, que quiero seguir creyendo que la política sin ética deja de ser política para pasar a ser un instrumento de un grupo o de un individuo que busca el propio beneficio, quisiera creer que el principio de realidad es, en primer lugar, un principio ético, una regla de carácter universal que sirve como parámetro para orientar la conducta de los seres humanos. ¿Pero hay una única manera de leer e interpretar la realidad?
Saber leer la realidad y, sobre todo, interpretarla adecuadamente, es básico. Y lo es en política y en cualquier actividad humana que busque el beneficio, personal o colectivo, material o espiritual. El principio de realidad, aplicado a la política, es algo reciente. Por lo general, se aplica en psicología en oposición al principio de placer. Sin entrar en profundidad, ambos principios buscan la satisfacción del individuo, de forma más inmediata o de forma más duradera, más estable, aunque sea una satisfacción aplazada.
Cuando éramos jóvenes y –erróneamente– nos tomamos el marxismo como una especie de catecismo, aprendimos que era necesario realizar un cuidadoso análisis de la realidad para construir una estrategia política que tuviera posibilidad de éxito. Quizás ahora, algunos han tomado el principio de realidad del psicoanálisis y lo aplican a la política. Al fin y al cabo, da igual cómo queramos llamar a la cosa, lo que hace falta es que sepamos interpretar la realidad de la que partimos si la queremos transformar. En este punto, es necesario que introduzcamos otro concepto básico: la correlación de fuerzas, entre los que defienden un cambio y los que se oponen al mismo. Forma parte del análisis de la realidad (que no del principio).
Intentemos ahora hacer una descripción sintética de los principales elementos que conforman la realidad –objetiva– en el conflicto entre Cataluña y España:
1. El régimen del 78 ha demostrado, hace tiempo, que no es el marco adecuado para seguir avanzando en la construcción nacional de Cataluña.
2. Desde hace más de 40 años, los dos grandes valedores del régimen se alternan en el gobierno y son las correas de transmisión de los poderes del Estado.
3. La senda de la modificación de la Constitución para incluir el derecho de autodeterminación es inviable. Necesita el acuerdo entre PP y PSOE.
4. Durante los 45 años de vida de este régimen, se han configurado tres bloques estables: derecha, izquierda y nacionalistas periféricos. El acuerdo de unos u otros con una parte del tercer bloque, a menudo ha permitido contar con el apoyo parlamentario suficiente para formar gobierno.
5. La fuerza parlamentaria del tercer bloque nunca será suficiente para modificar la posición de los dos grandes partidos del régimen del 78.
6. Con la aparición del independentismo catalán, el mapa político español se ha movido más de lo que lo había hecho en los treinta años anteriores. PP y PSOE han tenido que compartir espacio con otras fuerzas y los nacionalistas periféricos se han convertido, a menudo, en decisorios para formar gobierno.
7. Las dos principales fuerzas independentistas catalanas han centrado su lucha en ser hegemónicas en el movimiento.
Si mantenemos la voluntad de seguir construyendo la nación catalana como el único camino posible para garantizar la supervivencia de los rasgos característicos de nuestro pueblo, para vivir con dignidad y con el nivel de bienestar social que nos merecemos por nuestro esfuerzo, sólo quedan dos caminos:
a) Dejarlo correr o, lo que es lo mismo, seguir participando en el marco constitucional vigente y volver a poner la independencia como un objetivo de futuro, por ahora inalcanzable.
b) Crear las condiciones adecuadas para cambiar las reglas de juego, debilitando al máximo el marco constitucional vigente.
Ambas visiones representan interpretaciones opuestas a la hora de leer la misma realidad. La primera sería propia de mentalidades conservadoras –de derechas o de izquierda, según la vieja forma de clasificarnos políticamente–. La segunda lo sería de mentalidades progresistas o con voluntad transformadora (tampoco se puede asociar exclusivamente a las viejas derechas o izquierdas).
Si de una misma realidad se puede llegar a dos interpretaciones opuestas, temo que es un error pretender hablar de principio de realidad. Cambiamos de chip mental de una vez y entremos, definitivamente, en el siglo XXI y en la política necesaria para transformar una realidad que nos lleva, directamente, a la sumisión personal y nacional.
* COFUNDADOR DE LA ANC
EL PUNT-AVUI