Ferran Requejo: «No se puede apoyar la investidura sólo con la amnistía»

Entrevista a Ferran Requejo, catedrático de Ciencia Política en la Universidad Pompeu Fabra, sobre la gobernabilidad en España y la posibilidad de aprobar una ley de amnistía

“Los partidos catalanes no pueden pactar sólo la amnistía. Entiendo los problemas personales de los 4.000 encausados, pero como país la amnistía debe ser un paso previo o una pre-condición, no puede apoyarse la investidura sólo con la amnistía. Tiene que haber un contenido más importante para que el país avance”. Así de contundente se muestra Ferran Requejo, catedrático de Ciencia Política en la Universidad Pompeu Fabra. Requejo defiende que una carambola electoral ha dejado una oportunidad única que debe aprovecharse. Defiende que es necesario llegar a acuerdos programáticos. «Hay que saber aprovechar estas ventanas de oportunidad». Aunque no se muestra muy confiado, confiesa que por ahora cree que habrá una repetición de elecciones.

— Con los resultados de las elecciones españolas, ¿el PSOE podrá formar gobierno?

— No es fácil. Actualmente, todo apunta a que vayamos a elecciones. Esto, hoy. Pero claro, estamos en agosto, está toda la negociación pendiente. La negociación es complicada, porque, aparentemente, lo que sería lo mínimo aceptable para Cataluña, está bastante por encima de lo que parece ser lo máximo que estaría dispuesto a negociar el gobierno del PSOE con Sumar. Por tanto, mientras no se acerquen estos dos puntos, que de momento están bastante distanciados, y que creo que hay razones, incluso filosóficas, de desavenencia, será difícil… Pero también es cierto que hay interés por ambos lados por llegar a acuerdos.

— Cuando dice que hay desavenencias filosóficas, ¿qué quiere decir exactamente?

– El partido socialista tiene unos planteamientos intelectuales y morales muy anticuados, muy desfasados. Muy vinculados todavía al constitucionalismo visto como una cuestión muy rígida, muy enganchada a la ley, con poco margen de maniobra y con poca voluntad de llegar a acuerdos. En definitiva, con poca voluntad ya no digo de solucionar, pero sí al menos de encauzar el problema de fondo. De manera simplificada, podemos decir que la sociedad española es una sociedad plurinacional y, en cambio, el Estado español no es un Estado plurinacional. Mientras siga esta incongruencia, siempre habrá tensiones. Y mientras continúe la falta de voluntad del centro de procurar un mejor reconocimiento y mejor autogobierno, no sólo en Cataluña, sino también en Euskadi, permanecerán la voluntad de secesión y la falta de acomodación.

— ¿Acomodación?

— La acomodación significa que todo el mundo se sienta cómodo y está claro que parte de los ciudadanos de Cataluña y de Euskadi se sienten incómodos con este Estado. El problema no es España, el problema es el Estado español. El problema es la organización política de España, que está completamente desfasada.

— Si no ve que el PSOE pueda cambiar esta filosofía, ¿cómo llegar a acuerdos? ¿Cómo cambiar las cosas? ¿Sólo si se cede por nuestra parte?

— Cuando es prácticamente imposible que haya acuerdos morales de contenido, los acuerdos sólo pueden ser pragmáticos. Los filósofos llaman a los acuerdos ‘modus vivendi’. Y esto significa cosas concretas, pero no sólo negociarlas y ponerse de acuerdo, sino ponerse de acuerdo en cómo se controlan. Porque tenemos una experiencia empírica acumulada de una falta de cumplimiento de los acuerdos por parte del gobierno español. Hemos visto que en cuestiones de financiación, de inversiones, de infraestructuras, de retórica sobre el multilingüismo, en la práctica no se hace prácticamente nada. Por tanto, no es sólo el acuerdo, sino cómo se controla el contenido de los acuerdos concretos.

— ¿La amnistía podría entrar en estos acuerdos pragmáticos?

— Hasta el Primero de Octubre sólo había uno, que era autodeterminación o autogobierno. Pero ahora tenemos dos carpetas por negociar. Tenemos la de la autodeterminación y el autogobierno y, además, la de la represión, es decir, la antirrepresión del Primero de Octubre. No deben confundirse estas dos carpetas. El Primero de Octubre no se hizo para echar atrás la represión que todo esto causó. El referéndum se realizó por la autodeterminación y por el autogobierno. La amnistía forma parte de la carpeta de la antirrepresión. Y es posible. Sería una muy buena base para empezar, pero no es suficiente. Los partidos catalanes no pueden pactar tan sólo la amnistía. Entiendo los problemas personales de los 4.000 encausados, pero como país la amnistía debe ser un paso previo o una precondición, no se puede apoyar la investidura sólo con la amnistía. Tiene que haber un contenido más importante para que el país avance.

— Ahora mismo, los socialistas están encerrados incluso a la amnistía. Hay quien dice que es anticonstitucional.

— No es verdad, son ganas de retorcer los argumentos políticos y jurídicos. Quienes dicen que es inconstitucional es porque dicen que la constitución no dice nada y, en cambio, sí dice sobre los indultos que no pueden ser generales. Pero es que es algo muy básico, un acto legislativo y un acto gubernativo son distintos. La amnistía es una ley que la hace un parlamento, mientras que un indulto es un acto administrativo que lo hace el gobierno. Los efectos de una y otra cosa son diferentes. Se parecen, pero son distintas. Y un parlamento, si no tiene límite constitucional, es soberano y puede legislar sobre cualquier cosa. Es más, la constitución española no dice nada sobre la amnistía; por tanto, el congreso español está perfectamente legitimado para hacer una ley de amnistía.

– ¿Qué se necesitaría para aprobarla?

— Una ley de amnistía es una ley orgánica, porque afecta a derechos. Y, por tanto, se necesita la mayoría absoluta, es decir, ciento setenta y seis votos favorables. La amplia coalición que se prefigura para formar un gobierno presidido por el partido socialista tendría estos votos. En consecuencia, la amnistía es posible. Es necesario que los profesionales de la política sean competentes.

— ¿El rey puede oponerse a esta ley?

— El rey está ahí para cumplir la constitución. El rey es el jefe de Estado, pero es sólo eso. Por tanto, debe someterse a la constitución. Y una de las cosas a las que le obliga es a firmar todas las leyes que emanan del parlamento. En otros sistemas políticos, cuando los jefes de estado son escogidos, sí que a veces tienen la prerrogativa para frenarla, al menos, por ejemplo, en Estados Unidos. Éste no es el sistema del Estado español, básicamente porque el monarca español no lo ha escogido nadie. No tiene legitimidad democrática.

— ¿Y los jueces podrían frenarla?

— Los jueces están ahí para cumplir la ley. Pero claro, tenemos un poder judicial que no ha roto con el franquismo. Éste fue uno de los hándicaps de la transición española. No se hizo una reforma del poder judicial con profundidad, como sí se hizo con el ejército. Por tanto, existe una inercia de comportamientos, de valores, de objetivos vinculados a la dictadura franquista. Debemos contar con esto. Ahora, a una ley aprobada por el parlamento, los jueces no pueden oponerse. En cualquier caso, veremos cómo lo aplican.

— Se podría recurrir al Tribunal Constitucional.

— Cierto, la oposición puede acudir al Tribunal Constitucional. Dudo mucho que el TC diga que esta ley es inconstitucional. Por tanto, los jueces deberían tragarse esta ley. No tienen suficiente poder para oponerse.

— Está claro que se puede hacer la ley, pero lo importante es cómo es. La letra pequeña. ¿A quién afecta?

— Idealmente, debería aprobarse antes de la sesión de investidura, pero lo veo muy complicado. No es una ley complicada, pero está llena de detalles. Lo importante sería que se aplicara a todos los afectados del proceso, absolutamente a todos. Que pudieran entrar todos aquellos que tienen una causa pendiente, no sólo los exiliados. Que la amnistía fuera para los más de 4.000 afectados y que todos quedaran completamente libres. Esto debe especificarse mucho, que no haya ni una sola sombra de duda.

— ¿Ha dicho que debería aprobarse antes de la investidura?

— Idealmente, sí. Se puede aprobar después, pero deberían ponerse las bases firmadas por los grupos políticos antes de la investidura. Lo que debe hacerse es una buena ley. Sin embargo, como le decía, en mi opinión esto es un paso necesario, pero no suficiente para apoyar la investidura.

— ¿Qué más sería necesario?

— El resultado de este acuerdo debería hacer que Cataluña diera un salto cualitativo en términos de autogobierno. Que se resuelvan cuestiones que se han ido enquistando y que forman parte de la infraestructura del problema. Por ejemplo, existe toda una subcarpeta económica. Existe la cuestión de la fiscalidad y de la financiación. Esto no se puede pactar haciendo cortinas de humos. Esto debe hacerse con modelos y tenemos informes muy bien hechos. No se parte de cero. En Cataluña existen unos técnicos de fiscalidad excelentes que tienen muchos informes hechos. La fiscalidad, las infraestructuras, las inversiones… El déficit que existe no es tan sólo fiscal, es un déficit de aplicación del presupuesto. Hay un presupuesto y después se aplica un porcentaje bastante ridículo de este presupuesto. Se ejecuta mucho menos que lo presupuestado. Ésta podría ser una subcarpeta, pero hay más.

— ¿Cuáles?

— Otra subcarpeta sería la de las competencias. Hay competencias en enseñanza, cultura, servicios sociales, sanidad, política europea, política internacional, en el uso de los símbolos… Otra, obviamente, es la lengua. El impacto del catalán en la enseñanza. Que el congreso y el senado españoles fueran multilingües. Y es que la constitución española dice una cosa, pero después la práctica del sistema político español hace otra. El multilingüismo actualmente es papel mojado. Se podría proponer que el catalán sea lengua oficial en la UE. La UE siempre dice que el gobierno español nunca le ha dicho que el catalán sea lengua oficial. En definitiva, con estas tres subcarpetas de economía, competencias y lengua hay muchas cosas que se pueden negociar y seguir avanzando.

— ¿Ve factible esta negociación en la situación actual? ¿O quizás a los socialistas, si pactar implica todo esto, ya les viene bien repetir elecciones?

— Ya veremos. Pero si Cataluña no hace un avance cualitativo en las cuestiones del autogobierno, la economía, la lengua y las competencias, no debe apoyarse. Esto es ya un problema del partido socialista, que vaya a elecciones y a ver qué pasa. No podemos estar siempre a remolque del miedo a la extrema derecha y la derecha. Cataluña debe adoptar una posición más de defensa del país. Tampoco estoy de acuerdo en quedarnos con la autodeterminación. A veces, parece que lo jugamos todo con un referéndum. Y, seguramente, ahora mismo no lo ganaría el independentismo; por tanto, no me parece muy inteligente. Pero sí que hay que aprovechar este momento para dar un salto cualitativo en determinadas materias. Si no, creo que iremos a elecciones. Ahora mismo es lo más probable.

— ¿E ir a elecciones quien favorece?

— Todo lo que se diga al respecto es sólo bla, bla, bla… Nadie lo sabe. Para saber esto, que es una cuestión empírica, debes tener una acumulación empírica y no la tenemos. Uno puede intuir cosas como politólogo, como que en las elecciones acabarán influyendo los dos mayores. Es decir, sería lógico que hubiera una concentración de ambos extremos hacia los dos partidos más grandes para maximizar el voto útil. Pero quizás me estoy equivocando. No lo sé y nadie lo sabe.

— ¿También dependerá de quien gane el relato de las negociaciones?

— Sí, esto es política de comunicación. Sea verdadera o falsa. Esto es crear la percepción en los ciudadanos de determinados objetivos, determinados valores, determinados estilos, de echar las culpas a unos u otros… Pero esto es percepción. La pregunta es quién tiene mejores profesionales en política de comunicación de los partidos.

— Si se repitieran las elecciones, ¿sería posible un acuerdo entre PP y PSOE? ¿Serían capaces de pactar entre ellos antes que ceder ciertas cosas a los Países Catalanes o a Euskadi?

— Hombre, de eso sí que hay acumulación empírica. Sí hay pactos de Estado para continuar con la propia concepción del Estado, que creo que es obsoleta y anticuada. Pero para defender esto, por supuesto que puede haber ese pacto. «Hoy por ti y mañana por mí». Pueden plantearse incluso hacer una nueva ley electoral para que el peso de las naciones minoritarias sea menor. Ahora no es que sea muy grande, ahora es lo que les toca en términos aritméticos, pero puede forzarse que haya un sistema electoral que favorezca aún más a los partidos estatales.

— En realidad, ahora mismo les favorece.

— Sí, mucho. Por las circunscripciones. No por la ley de Hondt, como se dice a veces. Más de la mitad de las circunscripciones tienen un número de diputados a repartir inferior a nueve. Y nueve es la frontera, para que una fórmula proporcional pueda actuar repartiendo escaños en una circunscripción. En política comparada existen algunos sistemas mayoritarios que tienen algún resultado más proporcional que el del congreso español. Es cierta broma decir que el sistema electoral español es proporcional. No lo es porque tiene unos efectos mayoritarios muy claros.

— De hecho, en votos totales PSOE y PP no tienen tanta diferencia como la tienen en diputados.

— Sí, por eso hablamos de las circunscripciones. El primer partido, cualquiera que sea, siempre queda favorecido. Pero eso también ha favorecido al PSOE en otras elecciones.

— Hemos hablado mucho de los socialistas, pero ¿el PP tiene alguna opción de gobernar? Ellos dicen que lo intentarán…

— Lo descartaría, a menos que el PSOE se abstenga. Pero esto, francamente, no lo veo posible. Si el PSOE hubiera tenido un resultado peor, como algunas encuestas le daban, entonces esto sería más factible. Sin embargo, con estos resultados el PSOE debe intentar gobernar de todas, todas. El PP ha ganado las elecciones, pero el PSOE tiene capacidad de ganar al gobierno. Y, al final, las elecciones las gana quien gobierna.

— Por tanto, parece que vamos a seguir hablando de esto durante meses, ¿verdad? No parece que el acuerdo sea inminente.

— Esta es quizás la negociación de gobierno más complicada de los últimos cuarenta años. No hay experiencia en este tipo de negociaciones. Los partidos tienen una cultura política bastante cerrada en sí misma. A los partidos les cuesta tener mirada larga. Les cuesta ver que aquí hay un problema histórico de base, y es necesario trabajar para resolver las bases. Ya no digo que encuentren la solución, pero sí arreglen las bases para encauzarlo y, en una perspectiva de varios años, esto pueda acomodarse. Pero claro, esto es ser estadistas. Esto es resolver un problema de Estado. Y no veo la clase política, ni del PSOE ni de Sumar, con esa fortaleza teórica o intelectual para convertirse en estadistas. Miran más a corto plazo. No veo que quieran pasar a la historia por solucionar el problema. Es una oportunidad única. Ha sido una carambola electoral, pero el mundo político sufre estas sorpresas. Hay que saber aprovechar estas ventanas de oportunidad.

— ¿Y si hay esta ventana histórica, los partidos independentistas no deberían ponerse de acuerdo para aprovecharla?

— ¿Juntos entre ellos? Pueden ir juntos en determinadas cosas. Ponerse de acuerdo en unos puntos totalmente innegociables. Decidir que si no aceptan esto, no apoyan. Pero después también pueden defender puntos distintos, que los partidos defiendan por su parte en las negociaciones. Cuanta más unidad haya en Cataluña, más se consigue. Creo que uno de los errores de los partidos políticos independentistas ha sido esa lucha por la hegemonía de una cosita muy pequeña, una autonomía a un nivel muy bajo. A veces, se dice que el Estado español es muy descentralizado, pero es rotundamente falso. El autogobierno significa la capacidad de decisión propia y resulta que la Generalitat no tiene capacidad de decisión propia en ningún ámbito; ni en sanidad, ni en enseñanza, ni en cultura, ni en lengua, ni en nada. Ya no digamos en política europea o en política internacional. Pero si la pregunta es si deben ponerse de acuerdo, creo que sí, pero quizá deberían renovar cosas internamente.

– ¿Cómo ahora?

— Desde los liderazgos hasta el Consejo de la República. Deberían hacerlo de otra forma, deberían hacerlo mejor. De hecho, eso ya se lo he dicho a los partidos, pero de momento no hay cambios. Todo esto es una oportunidad para volver a hacer políticas de país y no tanto de empresa partidista.

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