El resultado de estas elecciones ha sido un revés para todos los partidos españoles, dado que no sólo no han conseguido lo que querían, sino que, directa o indirectamente, se han convertido en prisioneros de un partido independentista que, por si fuera poco, es el partido que más odian: Junts per Catalunya. Hay que entrar en el marco mental español para entender que esta dependencia la viven como una humillación insoportable y, si pudieran, ahora mismo ilegalizarían el independentismo o prohibirían que «aquellos que dicen que no son españoles pudieran condicionar al gobierno de España». No tardaremos en escuchar de nuevo esta vieja cantinela. De hecho, de no ser por el paraguas europeo, no tengamos ninguna duda de que ya haría tiempo que España habría tomado la medida, sino de ilegalizar, sí, como mínimo, limitar el valor y la representatividad de los votos independentistas para evitar que se produjera una situación como la actual. Es, sin embargo, un argumento que cae por su propio peso, puesto que mientras España imponga a los catalanes la nacionalidad española el voto catalán tiene exactamente el mismo valor que el voto de otros lugares del Estado. Discriminar una papeleta haciéndole un juicio de intenciones sería escandaloso en términos democráticos.
La verdad que escuece es que Junts ha sido el gran ganador de estas elecciones. Ganador indiscutible. La prueba es que todo el resto de partidos, absolutamente todos, son prisioneros de la decisión que tome. Míriam Nogueras ya avisó de que no iba a investir gratis a Pedro Sánchez y que las condiciones son estas: amnistía y referéndum de autodeterminación. Como dice el president Puigdemont, Junts, a diferencia de otros, no debe nada al PSOE, lo que le libera de subordinaciones y pactos inconfesados y le deja las manos libres para decidir con sentido de Estado, de Estado catalán, naturalmente. Por tanto, hay que decirle a Pedro Sánchez que, o hace como David Cameron con Escocia y afirma que no quiere la independencia de Cataluña, pero que antes que español es demócrata y que, por tanto, debe aceptar que los catalanes decidan su destino, o la investidura ya se la puede pintar al óleo.
Sabemos bien que Pedro Sánchez, como todo el Partido Socialista, nunca suscribirá ni el espíritu ni la letra de la frase de Cameron, porque mientras Cameron, con su decisión, subordinó el Reino Unido a la democracia, Pedro Sánchez y el PSOE subordinan la democracia a España. Atrapados, pues, en este callejón sin salida, es obvio que la alternativa es la repetición de elecciones con la esperanza española de que Junts no haga jaque de nuevo al Estado. Pero, ¿y si el resultado es más o menos lo mismo? O mucho peor para España: ¿y si el independentismo que se quedó en casa el 23-J, decide ahora, viendo la situación, votar a Junts para darle aún más fuerza? ¿Y si gana PP-Vox? La respuesta la dio Míriam Nogueras: “Junts no nació para dar estabilidad a España, nació para liberar a Cataluña”.
Otra posibilidad –tratándose de España no se puede excluir nada– es que el PSOE, antes que doblegarse a la amnistía y al referéndum de autodeterminación exigido por Junts, prefiera entregar el gobierno español al PP, como lista más votada, “por sentido de Estado” y “para no ceder ante el chantaje independiente”. Más gruesas se han visto. Ya lo vemos, tanto que gritaban “¡A por ellos!”, y ahora resulta que no se pueden gobernar sin “ellos”.
De momento, ya ha comenzado una campaña, tanto por parte de los partidos políticos como de sus tertulianos acólitos, para presionar a Junts. Fijémonos en que todos, salvo la CUP, claro, coinciden en pedirle que invista a Pedro Sánchez “por sentido de Estado”, “por sentido de la responsabilidad” y “para impedir el bloqueo de España”. Y no pensamos que sólo se lo piden PSOE y Sumar-En Comú Podem. No, en absoluto. También se lo pide Esquerra. Al día siguiente de las elecciones, la portavoz Marta Vilalta utilizó la misma expresión: evitar “una posición de bloqueo”. Es decir, que Junts debería renunciar a sus principios y reducir a humo su promesa electoral en aras de la estabilidad de España y del Ibex-35. Esquerra le pide esto. ¿Se entiende, no, que Esquerra haya perdido 700.000 votos en sólo dos meses? Lo que no dice Vilalta es que la misma noche electoral el Colectivo Primero de Octubre, integrado por militantes de Esquerra, exigía por escrito la dimisión inmediata de toda la cúpula del partido, integrada, entre otros, por Oriol Junqueras, Marta Rovira, Pere Aragonés, Gabriel Rufián y la misma Marta Vilalta.
La independencia de Cataluña nunca será posible sin el bloqueo de España. Nunca. Mientras el independentismo no abandone el proceso involutivo que supone el regreso a la política pujolista de ‘pájaro en mano’, que ahora propugna Esquerra, Cataluña está condenada a ser una vulgar comunidad autónoma española. Nada más. La única vía es la desestabilización y el bloqueo con todas las consecuencias. No hicimos el Uno de Octubre por el traspaso de Cercanías. Y si esa fue la razón de Esquerra, que lo diga.
De momento, vean qué cosas, con sólo 7 escaños, Junts tiene la clave de la gobernabilidad de España; con sólo 7 escaños, Junts tiene a Pedro Sánchez cogido por las orejas. Pedro Sánchez, que hace cuatro días insultaba al president Puigdemont, le decía que era agua pasada y lo tildaba de “anécdota”, se encuentra ahora en sus manos y es Puigdemont quien, si quiere, puede convertir a Pedro Sánchez en agua pasada y pura anécdota. Es una humillación en toda regla, tanto para Pedro Sánchez, en particular, como para el Estado, en general, puesto que el president Puigdemont es su bestia negra, es el hombre que desde Bruselas pone en evidencia los principios totalitarios del Estado español. Qué ironías tiene la vida: por ahora, toda España es prisionera del demócrata que querían encarcelar.
EL MÓN