Fernando Pérez de Laborda: “El yacimiento de Irulegi es nuestra Pompeya particular”

El filólogo getxotarra y residente en Puente la Reina acaba de publicar ‘El euskera en Navarra. Síntesis de una historia’ de la mano de la editorial Mintzoa

El filólogo e investigador Fernando Pérez de Laborda. Iban Aguinaga

Para Fernando Pérez de Laborda la historia es un muerto a resucitar: un trabajo arduo y difícil que hay que ejercer con responsabilidad. Eso es precisamente lo que ha hecho en su última publicación, en el que, basándose en diversas disciplinas como la arqueología, la toponimia y el genetismo, reconstruye la historia del euskera en nuestro territorio, desde el Neolítico hasta el siglo XX, sintetizándolo en capítulos amenos y de carácter divulgativo. El euskera en Navarra se podrá adquirir este domingo 4 de junio junto con DIARIO DE NOTICIAS.

No es la primera vez que indaga en la historia del euskera, ya en 2009 publicó un trabajo similar centrado en la zona de Valdizarbe ¿Qué aporta esta nueva publicación?

La historia del euskera es un tema bastante trillado y me daba un poco de miedo meterme en este ámbito, pero me dí cuenta de que había una historia del euskera que estaba sin contar, y esa era la historia del euskera de mi valle. Siempre se había dicho que en la Zona Media no se había hablado euskera, o que se dejó de hablar hace mucho… Y ahí empecé a investigar. Empecé por los últimos hablantes del dialecto, que murieron en el siglo XX antes de la Guerra Civil, y de ahí fuí hacia atrás.

Tirando del hilo…

Y tirando del hilo de todos los datos que encontré de los últimos 500 años, de los que hay mucha documentación publicada en diferentes formatos. Y seguí hacia atrás: a la Edad Media, a la época de los romanos, a la época de los vascones… Sobre todo, centrándome en mi valle y en los alrededores. Pero claro, parece que con los vascones se acaba todo, y no.

¿Qué hay previo a los vascones?

Las comunidades indígenas de la Edad de Hierro. La pregunta es: ¿eran también euskaldunes? Sobre eso no hay mucha información, muy poca gente se ha atrevido a meterse ahí. Me lo tomé con calma, hasta que encontré dos libros que me parecieron fundamentales. Uno de ellos es el de Francisco Villar, de 2014, en el que dice que el euskera es un idioma que vino con los primeros agricultores de los Balcanes. Me pareció una teoría bastante convincente, pero claro, uno llega a la historia con bastantes prejuicios y cuando le cambian la manera de pensar, es difícil.

¿Y el segundo libro?

Un libro de un genetista llamado Lalueza Fox. Fue la primera persona que extrajo el ADN de personas del Neolítico, del año 5.000 antes de Cristo. Este trabajo concluye que si hay dos pueblos en Europa que se parecen a esa mezcla que se creó en el Neolítico entre cazadores y agricultores, eso son los vascos y los sardos. Hasta ahora a los agricultores en Euskal Herria se les había dado poca importancia, habían tenido más protagonismo los cazadores del Paleolítico, con las cuevas de Altamira, de Ekain… Se había vinculado más al euskaldun con aquellas sociedades paleolíticas cazadoras.

¿Y es posible que el euskera llegase con este poblado agricultor de la zona de los Balcanes?

Esa es la pregunta que me planteo, y tirando del hilo, descubro que me empiezan a cuadrar las cosas, que todo tiene sentido. Por eso, en este libro abarco todo el territorio de Navarra e intento sintetizar esta teoría para hacerla comprensible al lector, en capítulos cortos de 3-4 páginas como mucho e ilustrados con mapas. La teoría neolítica que planteo aquí ya la planteé en el anterior libro, en 2019, y no ha tenido ninguna crítica, ni positiva ni negativa. Solo una persona la ha mencionado, Javier Enériz, en su libro Cuando fuimos vascones. Enériz expone las tres teorías que existen sobre el origen del euskera: la que defiende que el euskera proviene de la parte de los Pirineos; la de la vasconización tardía, más bien españolista, que dice que vino desde Aquitania después de los romanos; y esta tercera teoría que propongo yo que, aunque no sea expresamente mía, sí que la he desarrollado yo.

El origen del euskera ha sido tema de debate envuelto por un halo que roza el misticismo. ¿Pero cuáles son las certezas con las que contamos?

Cuando los genetistas empezaron a hablar de que había dos pueblos que se parecían, el sardo y el vasco, me acordé de que ya algunos lingüistas alemanes e italianos habían hablado de una lengua sarda que desapareció en la Edad Media y que podía tener algo que ver con el idioma vasco. Ha habido gente en el siglo XX que ha continuado indagando sobre el asunto y que ha sacado conclusiones muy interesantes. Pero aquí no gustaba, porque es más bonito pensar en el euskera como lengua aislada, con ese halo de misterio… Mucha gente es reacia a encontrarle parientes cercanos.

Siguiendo con la teoría del poblado agricultor, ¿cuál es el recorrido que hace en esa llegada a la península?

El rastro se sigue muy bien por el Mediterráneo, la arqueología nos da un recorrido bastante preciso hasta que llegan a la zona del valle del Ebro. Se ve cómo vinieron, cómo se establecieron y cómo se expandió la lengua. En número, eran muchos más que el colectivo cazador, 20 veces más, por eso tiene lógica pensar que lo que se impuso fue la lengua de esa mayoría.

Y hay un momento en el que se van mezclando los dos poblados, agricultores y cazadores.

Claro. Aunque llevó unos 3.000 años que adquiriesen el idioma. No se mezclaron directamente, quedaron bolsas de cazadores en algunos lugares apartados, que fueron los que construyeron todo ese megalitismo de Europa y de Euskal Herria. Ese megalitismo se sitúa precisamente al Norte de la cornisa cantábrica, no al sur, donde estaban los agricultores. Yo propongo que esos cazadores tardaron 3.000 años en adquirir ese idioma y que el recorrido del euskera se dio en otro sentido: no desde los Pirineos hacia el Ebro, sino todo lo contrario, haciendo el mismo camino que hicieron después el latín y los romances.

El descubrimiento de la mano de Irulegi el año pasado, ¿modifica en algo esta teoría o, por el contrario, la refuerza?

Yo diría que la refuerza. Porque con la mano de Irulegi te das cuenta de la relación tan estrecha que tenían los vascones con el valle del Ebro. En el valle del Ebro existía la lengua ibérica, una lengua que para algunos lingüistas era vehicular. En todo el valle del Ebro se hablaban lenguas perieuskéricas, digamos que había un contínuum dialectal. Un protoeuskera con dialectos distintos. Este vascónico que se encuentra en Irulegi tenía mucho que ver con este dialecto.

Con la llegada de los romanos, los vascones consiguen mantener su lengua. ¿Esto nos hace pensar que es un pueblo ya fuertemente establecido?

Los romanos no dicen mucho sobre la lengua que hablan los vascones, el único rastro que se puede seguir es la toponimia, sobre todo. Y esa toponimia está muy clara hasta la Edad Media, y llega hasta Andorra. Para mucha gente es una toponimia que indica la expansión del euskera, pero para mí es una toponimia en regresión.

¿Qué le hace pensar eso?

Precisamente que llegó con los agricultores y que a partir de una época determinada, en la Edad de Hierro cuando los iberos y los celtas se empezaron a expandir y el euskera empezó a retraerse. Para cuando llegaron los romanos, seguramente se había retraído hasta la mitad del valle del Ebro. Hay cosas que están en el aire, pero a mí me gustaría llamar a debate, para que la gente sepa que también existe esta teoría que es muy posible. La historia no deja de ser un reconstructo artificioso que puede tener lagunas.

Aunque hay pruebas arqueológicas que son irrefutables, como la citada mano de Irulegi…

Eso es. Aunque yo tengo la esperanza de que la mano de Irulegi sea un quinto premio, no el premio gordo, porque el premio gordo nunca sale en los primeros minutos del sorteo. Yo no sé si de alguna forma esto ya era la crónica de un hallazgo anunciado, porque de hecho este es el primer yacimiento vascón que se excava en serio. Es un yacimiento que está prácticamente sin tocar, es nuestra Pompeya particular. Podemos excavar y excavar, y nos va a salir exactamente lo que había ahí hace 2.000 y 3.000 años. La arqueología y la genética, aquí en Navarra, nos van a descubrir muchísimas cosas los próximos años.

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