El anuncio de la retirada de Nicola Sturgeon como primera ministra de Escocia, y de hecho, de la primera fila política, ha representado una voz todavía difícil de medir tanto por su partido, el SNP, como por el apoyo a la independencia. En las encuestas de finales de 2022, el SNP se situaba en el 52 por ciento de intención de voto en Westminster, en ese momento planteado como un referéndum de facto. En cuanto a la satisfacción por los líderes de los distintos partidos la encabezaba sin discusión Nicola Sturgeon, muy por delante del segundo, el laborista Anas Sarwar. Y en esa encuesta de Ipsos de diciembre, el apoyo favorable a la independencia alcanzaba el 56 por ciento, uno de los más altos de todos los tiempos.
Pero tras el anuncio, las cosas pueden haber cambiado mucho. Una encuesta del mes de febrero de Redfield & Wilton Strategies, invierte las proporciones y el ‘no’ vuelve a ganar con un 55 por ciento. Es cierto que los encuestados, en su mayoría, dicen que no les ha afectado la decisión de la primera ministra, y también es verdad que no todas las encuestas recientes anuncian este bajón. Pero habrá que esperar a ver quién sustituye a Sturgeon frente al SNP y qué propuesta hace para seguir en el camino de la independencia. Volver a las expectativas previas puede tomar tiempo.
Sin embargo, de lo que está ocurriendo en Escocia se pueden sacar un par de lecciones para Cataluña. La primera, si bien no es estrictamente una novedad, se constata una gran variabilidad del apoyo a la independencia. A los independentistas firmes les puede parecer extraño que haya una proporción tan grande de indecisos, de los que ahora están a favor, ahora en contra. En Escocia, hasta un 10 por ciento en tan sólo un par de meses. Pero es una evidencia que las expectativas son variables en función del contexto político general que puede acrecentar o disminuir la conocida “aversión al riesgo”. Y, por tanto, el apoyo a una aspiración sobre la que el adversario no para de amenazar, cambia. Aunque aquí se suele repetir mucho la jaculatoria consoladora que dice aquello de “aún no conozco a ningún independentista que se haya desdicho”, lo cierto es que, para una parte del electorado, aquí la independencia tampoco está por encima de cualquier otra consideración.
La otra lección está sobre los liderazgos. Guste poco o mucho, el papel de los líderes es fundamental a la hora de crear la confianza necesaria cuando se trata de guiar un proceso con mucho riesgo. Cómo lo hacía Nicola Sturgeon. A diferencia de otras decisiones que se toman en la perspectiva de temporalidades más cortas y precisas -por ejemplo, votar en unas elecciones-, procesos largos e inciertos como el de conseguir la independencia, exigen unas confianzas sólidas y estables en quienes las lideran. Por eso mismo, no debe sorprender que los principales esfuerzos de los enemigos sea hundir cualquier liderazgo fuerte, bien sean de los anteriores al Primero de Octubre de 2017, bien sean de los que son emergentes.
Y ahora y aquí, inflan al no va más la aversión al riesgo y la persecución a los líderes que verdaderamente defienden la independencia cada día se hace más cruda.
EL TEMPS
Publicado el 20 de marzo de 2023
Nº. 2023