Es conocida una cierta relación «traumática» muy interesante de Oteiza con su ciudad, Donostia. En algún poema llegó a escribir, » el pueblo que más desprecio, Donosti maldito seas «. Relacionado o no con esto, la verdad es que el escultor instala solo muy tardíamente (2002) una escultura en la ciudad, Construcción vacía con cuatro unidades planas positivo-negativo, una ampliación de la escultura del mismo nombre realizada por él en 1957. Esta escultura, situada en el Paseo Nuevo, contiene, a mi entender, algunos enigmas. En sus escritos de Teoría Estética, Oteiza señala que las obras de arte contienen tres niveles: 3ª dimensión o hechos reales, 4ª dimensión o hechos formales, y 5ª dimensión o hechos vitales. En la obra que queremos observar, la 3ª dimensión, los hechos reales, serían todo el contexto del encargo que dio lugar a la escultura, no demasiado conocido, por cierto.
La 4ª dimensión o hechos formales son lo que en este caso su nombre indica: Construcción vacía, con cuatro unidades planas positivo-negativas». Es decir, el vacío resultante de la diversa colocación en el espacio de las cuatro «chapas» (planos) de los que por lo menos dos a dos son los recortes del polígono original. Es decir, de las cuatro chapas planos al menos dos de ellas son el recorte producido en las otras dos más grandes. Esta 4ª dimensión parecería clara y precisa si no fuera por una cuestión: ¿cómo es que habla Oteiza de cuatro unidades planas y hay cinco chapas en la escultura? Observando un poco atentamente la escultura o su original, descubrimos que cuatro de las chapas tienen el mismo grosor y una quinta es algo más fina o estrecha. A la vista de esto podríamos pensar; bueno, las cuatro unidades planas positivo-negativo, son las custro chapas de igual grosor, en las que se reconocen además la relación, piezas iniciales y recortes resultantes. Si esto fuera más o menos así, nos aparecería un primer enigma; ¿qué función juega aquí esa quinta chapa de diferente grosor? Pero el problema principal se plantea si queremos reconocer en la escultura lo que Oteiza dice que debe existir en toda obra de arte no formalista; la 5ª dimensión o hechos vitales. Esto significa para Oteiza el momento en que «la forma queda referida al hombre «, » queda el espectador incorporado «, » sentimiento público «, » intención expresiva «.
¿Realmente encontramos en el Paseo Nuevo esa intención expresiva, ese sentimiento público, algo referido a nosotros? Si esta duda mí, fuera algo relativamente común, deberíamos preguntarnos ¿por qué no es fácil reconocer ese tercer requisito de la obra de arte? Este es pues el segundo y gran enigma que quería apuntar y no puedo resolver.
Propongo, sin embargo, para finalizar un juego mental. Volviendo a la 4ª dimensión, nos preguntamos otra vez por el sentido que pueda tener la quinta chapa, si la escultura, al parecer en su esencia la componen las otras cuatro. ¿Qué ocurre si giramos la escultura y la posicionáramos usando como base o peana esa quinta chapa que al parecer no es tan esencial? La escultura se transforma totalmente, la construcción vacía resulta vertical y generada por las cuatro unidades planas positivo-negativo que vuelan, se elevan, como arrancadas por el oleaje del Cántabrico. Ahora es posible encontrar en ella esa 5ª dimensión, » ese sentimiento público «, » la referencia a nosotros «, » nuestra incorporación a la obra «.
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