Para los que ya tenemos una cierta edad, la noticia resulta despampanante: ¡Ramón Tamames Gómez es el probable candidato a presidente del gobierno –parece que se sabrá a ciencia cierta mañana martes– en la moción de censura contra Pedro Sánchez impulsada por Vox!
De buena familia, miembro destacado de lo que podríamos llamar el “frente de los intelectuales y universitarios” del PCE madrileño, catedrático desde 1968, autor de manuales de estructura económica utilizados durante décadas, Tamames contribuyó de forma destacada, al lado de Nicolás Sartorius y algunos otros nombres, a la ‘respetabilización’ del partido en los tiempos inaugurales de la Transición, a mostrar a la opinión capitalina (especialmente trabajada por la propaganda franquista durante cuarenta años) que los comunistas españoles no eran tipos de aspecto patibulario con la navaja entre los dientes. A ellos, en todo caso, no se les podía reprochar ningún Paracuellos ni ninguna checa, lo que les dio gran visibilidad entre 1976 y 1980.
Tamames estuvo en la ejecutiva del PCE, fue diputado en las dos primeras legislaturas democráticas y número dos del ‘Viejo Profesor’, Enrique Tierno Galván, dentro de la coalición de izquierdas que gobernó el Ayuntamiento de Madrid a partir de 1979. Sin embargo, la implosión del partido –¡recordemos que se escindió incluso Santiago Carrillo!– llevó a Tamames a abandonarlo. Poco después fundó una llamada Federación Progresista.
¿Qué era la Federación Progresista? A lo largo de mi vida he hecho bastantes cosas estrafalarias, sobre todo en el seguimiento de la actividad de los partidos políticos. Pero una que debe figurar en el ‘top ten’ fue asistir, el 26 de octubre de 1985, al congreso constituyente de la Federación Progresista de Cataluña. En descargo mío diré que la reunión tuvo lugar en un centro cívico de Sant Andreu de Palomar, que entonces era mi barrio, y no muy lejos de casa. Pero vamos, sí, reconozco que se necesitaban ganas.
Los delegados con voto no llegaban a cincuenta y en el lenguaje oral del congreso predominaba el castellano. Sin embargo, los papeles programáticos propugnaban, en lugar del sistema autonómico –que los de Tamames veían en regresión, bajo la sombra de la Loapa–, un sistema federal genuino, con afirmaciones como: “Un pueblo, para pactar, tendrá que ‘ser libre”, o “Claro que Cataluña es una nación”.
En 1986, consciente quizá de la modestia de su partido personal, y que el buen trato que le dispensaba el diario ‘El País’ no era suficiente para asegurar la representación parlamentaria, Tamames integró la Federación Progresista dentro de Izquierda Unida y se convirtió en diputado, pero abandonó la plataforma de izquierdas a finales de 1987 y, después de una breve y anodina escala en el Centro Democrático y Social, dejó la política. Hasta ahora.
Así pues, aquél que había combatido el franquismo desde la militancia más perseguida, aquél que en 1985 consideraba que el gobierno de Felipe González no era realmente de izquierdas y describía la justicia y las fuerzas de seguridad como, aún, las de la dictadura, el antiguo federalista, festeja ahora con Vox: con los nostálgicos del franquismo, partidarios de liquidar el estado autonómico, machistas, ultracatólicos y trivializadores del cambio climático; con el partido de los militares, policías y guardias civiles.
Sería fácil explicarlo diciendo que, a sus 89 años, Tamames chochea, y que Santiago Abascal le tienta con un último espasmo de notoriedad y protagonismo, cuando la mayoría de los ciudadanos ya no sabían ni quién era. No, el vehículo que ha transportado al veterano economista desde posiciones de izquierdas hasta la colaboración con Vox no es la edad, ni cuestión de modelo económico, ni siquiera la antipatía hacia Pedro Sánchez y Podemos. El vehículo es el españolismo excluyente, convertido estos últimos lustros en hostilidad fóbica contra el independentismo catalán, contra el catalanismo, contra la lengua y la identidad catalanas. Es el fervor por el artículo 155, y la visión de los soberanistas como “locos”, y el «¡A por ellos!» …
Y es que, por mucho que pueda parecer extremo, el caso de Ramón Tamames no tiene nada de único. Son muchos los personajes públicos sin ningún atisbo de senilidad los que han hecho a lo largo de los años el mismo trayecto desde la ultraizquierda, o el anarquismo, o el comunismo, o el socialismo, o el liberalismo, o la democracia cristiana, o lo que sea, hasta el españolismo de extrema derecha.
Según se ha hecho público en estas últimas semanas, antes de llegar a Tamames Vox sondeó a Rosa Díez (en origen, veterana dirigente del PSOE y UGT en Euskadi), Marcos de Quinto (que procede del capitalismo no precisamente popular, con 47 millones de euros de patrimonio declarado en 2019), Joaquín Leguina (histórico del socialismo madrileño), Alejo Vidal-Quadras (que entre nosotros no necesita mucha presentación, pero que empezó cortejando con Unió Democrática) y Cayetana Álvarez de Toledo (originaria del conservadurismo ilustrado). Sin que hayan sido tentados por Abascal, podríamos añadir al exsindicalista José María Fidalgo, y al filósofo Fernando Savater, y al escritor Fernando Sánchez Dragó… Y todos los nombres que se alinean con la plataforma ‘Libres e Iguales’, con la Fundación ‘Denaes’, etcétera, etcétera. Provenientes de los más diversos horizontes ideológicos, el ultraespañolismo anticatalán los hermana y los pone, de forma natural, en la órbita de Vox.
ARA