La ignorancia, la incultura y la desinformación son garantía segura de dependencia, opresión y colonización. Quien desconoce la realidad es más fácilmente manipulable. Por eso, en todas partes hay gente que se aprovecha de la ignorancia de los demás para hacer afirmaciones que son falsas, sesgadas o bien manipuladas por completo para favorecer sus posiciones y sus intereses. Éste es el caso de quien miente deliberadamente para contribuir a establecer un determinado estado de opinión y conseguir que éste sea el dominante y se convierta, pues, en la verdad oficial, la normalidad incuestionable.
Sin embargo, hay casos desgraciadamente demasiado frecuentes, en los que quien emite determinadas opiniones no miente a conciencia, sino que hace afirmaciones desde su ignorancia colosal y es desde esta ignorancia de proporciones oceánicas como se permite la frivolidad de pontificar a diestro, con toda impunidad. Joan Fuster, a propósito de estas situaciones, ya se permitía advertir a los indocumentados: «No hagas de tu ignorancia un argumento». Claro que siempre se puede dar el caso de quien simultanee las dos condiciones, que sea, pues, un ignorante y, al mismo tiempo, también un mentiroso.
No hace cuatro días que el presidente del gobierno de España, el mismo que tiene el apoyo del govern de Catalunya en temas esenciales, soltaba unas cuantas de la altura de un campanario. No sólo se permitía la chulería amenazante con asegurar que el pueblo catalán nunca haría un referéndum de autodeterminación, sino que, en un momento en que hay más estados independientes que nunca en la historia, nos espetaba que la tendencia universal es la contraria a la independencia. Este hombre, que habla inglés, pero no catalán, ni vasco, ni gallego, ni occitano, ni aragonés, ni asturiano, no se habrá dado cuenta -o sí, y nos suelta otra patraña-, que todo el mundo quiere participar en organismos supranacionales, cierto, pero cada uno quiere hacerlo desde su propia soberanía nacional, directamente, y no a través de intermediarios o de forma subordinada.
Dice además, el tal Sánchez Pérez-Castejón, que eso de la autodeterminación y las constituciones y las leyes que no, que son conceptos que no se llevan bien y que no hay ninguno que recoja su concepto. Y esto dicho, se queda descansado. El derecho de autodeterminación, precisamente, es considerado por la ONU como un principio fundamental de los derechos humanos, tal y como recoge el artículo primero de su documento fundacional, la Carta de las Naciones Unidas: “Fomentar relaciones de amistad entre las naciones con base en el respeto del principio de la igualdad de derechos y la autodeterminación de los pueblos”.
De la autodeterminación hablaba, además, el Estatuto de Núria (1931), en relación con el Principado de Cataluña, refrendado por el pueblo en referéndum, y después recortado y desfigurado como siempre por las instituciones y los partidos españoles. Hablaban también los textos de los proyectos de Estatutos de Autonomía del País Valenciano y de las Islas Baleares, conocidos como Estatut d’Elx (1976) y Estatut de Cura (1977). Y, en diciembre de 1989, el Parlamento de Cataluña aprobó la no renuncia al ejercicio del derecho a la autodeterminación de la nación catalana, recogiendo la tradición democrática y nacional que se había expresado mediante la Assemblea de Catalunya.
Claro que todos estos referentes no son una constitución, ciertamente. Pero se da la circunstancia de que existe un país cuya constitución sí habla de autodeterminación, precisamente el único Estado del mundo que sólo tiene frontera con España: Portugal. Y el presidente del gobierno del único Estado vecino parece no tener ni idea, cosa francamente grave, más aún si, sabiéndolo, lo niega y, por ello, miente. ¿Puede darse el caso de que el presidente español sea un ignorante? Puede darse, sí, pero es poco probable. ¿Y que sea un mentiroso? Con la experiencia catalana de varios siglos, esto ya es, ciertamente, más posible.
El artículo 7.3 de la Constitución de la República portuguesa afirma: “Portugal reconoce el derecho de los pueblos a la autodeterminación e independencia y al desarrollo, así como el derecho de insurrección contra todas las formas de opresión”. Poca broma… Poco antes, en el mismo artículo, se asegura que «Portugal preconiza la abolición del imperialismo, colonialismo y todas las formas de agresión, dominación y explotación en las relaciones entre pueblos». O sea, ¡no sólo derecho a la autodeterminación, sino derecho a la insurrección! Al igual que España, vaya…
En Portugal, donde proclamaron la República en 1910 y todavía la mantienen, con la revolución de los claveles rompieron con el régimen anterior, los dirigentes más destacados del régimen dictatorial tuvieron que emprender la senda del exilio y la policía política fue disuelta. Y no sólo esto. También aceleraron el proceso de descolonización y, desde la aceptación del derecho a la autodeterminación de los pueblos, el entonces ministro de Exteriores Mário Soares, en contacto con los independentistas, facilitó los caminos para que los distintos pueblos colonizados por Portugal accedieran libremente en la independencia.
Aprovechando que Pedro Sánchez preside ahora la Internacional Socialista -y con este dato ya podemos hacernos cargo de lo que hay allí- estaría bien que hablara con su homólogo portugués y que se informara del contenido de la Constitución portuguesa, antes de volver a retratarse como un fanfarrón indocumentado. Una vez puesto al día y bien informado, ya es cosa suya que opte por seguir siendo, públicamente, un mentiroso. En cualquier caso, es bueno que sepa que no todo el pueblo catalán está dispuesto a seguir creyéndole a pies juntillas y, sobre todo, que no somos un pueblo indocumentado.
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