Pankaj Mishra es uno de los pensadores clave para descifrar el presente. Su libro La edad de la ira (Galaxia Gutemberg) fue hasta la raíz de los problemas que nos aquejan, empezando por el individualismo y la búsqueda de la riqueza sin límites. El ensayo, sin embargo, no le permite acceder como le gustaría a la esencia del alma humana. Por eso, su último libro es una novela. Se titula Corre a esconderte (Galaxia Gutenberg) y narra el coste moral y personal de un intelectual indio frente a la modernidad, es decir, del drama que supone sacrificar el origen para alcanzar el éxito económico y el reconocimiento profesional.
-En su ensayo ‘La edad de la ira’ usted expone los males de la sociedad contemporánea, sobre todo la desigualdad y el resentimiento que produce, pero ofrece muy pocas soluciones. ¿Tan mala es la situación que no ve ninguna salida?
-Mi papel es definir el problema correctamente porque el diagnóstico que se hace, al menos en el mundo anglosajón para el que escribo fundamentalmente, es erróneo. Se culpa, por ejemplo, al populismo, a Trump y al Brexit, pero no se ve que estos solo son los síntomas del problema. El problema es algo mucho más profundo. Tiene que ver con la industrialización, el final de la economía de producción y expansión, con la crisis climática y con la ideología de la globalización, que no ha tenido en cuenta que el modelo de consumo, en un momento u otro, ha de acabarse. También tiene que ver con la proximidad al poder de los medios de comunicación generalistas, que ya no tienen una posición intelectual independiente.
-Habla usted de una crisis de legitimidad.
-Es verdad que nadie confía en las instituciones democráticas o en los medios.
-Atribuye el mal mayor de la sociedad contemporánea a la desigualdad, pero ¿no ha sido esta una característica que ha acompañado siempre a la humanidad? La desigualdad no ha impedido el progreso científico y tecnológico.
-Es indudable que hay un progreso tecnológico, pero no un progreso moral. Mirando al estado de nuestras culturas políticas, ¿quién puede sostener que nuestra moral es más avanzada que la de los años treinta o cuarenta? Es una locura ver cómo en EE.UU. hay tanta gente que cree las teorías de la conspiración, en que ha habido fraude electoral. No creo que haya progreso moral ni intelectual. En el terreno de las ideas ha habido una regresión. Todas las filosofías que configuran nuestro conocimiento provienen de hace más de 2.000 años.
-Usted es un romántico. Defiende el romanticismo del siglo XIX, es decir, volver a las raíces, al contacto con la naturaleza y la prácticas antiguas para encontrar un sentido a nuestras vidas y así superar la crisis moral que nos atenaza.
-Nuestra filosofía, construida a lo largo de tantos siglos, es útil para encontrar una salida a la crisis actual, provocada por una fe excesiva en el crecimiento económico. Está claro que hemos llegado al final de este proceso expansivo. La crisis climática lo pone de manifiesto.
-¿Qué hacemos entonces?
-Volver a la filosofía de la contención, de la humildad, del respeto a la naturaleza y no pensar en la naturaleza como un recurso a explotar, sino como un recurso que tiene vida propia. Es lo que han hecho los pueblos nativos desde siempre. Saben que tienen que coexistir con la naturaleza, que nunca la conquistarán con la tecnología, y yo creo que debemos aprender de esta sabiduría tan antigua.
-En nuestra sociedad postindustrial domina, sin embargo, la idea de que la tecnología sí podrá conquistar la naturaleza.
-Si. Se extiende la idea de que si hay problemas en la Tierra podremos colonizar Marte, como propone el loco de Elon Musk. Pero todo el mundo puede ver que es una locura.
-La religión, bajo su punto de vista, también es parte de la solución. Pero no podemos obviar cómo la derecha radical y el nacionalismo se apoyan en ella para destruir la democracia.
-La religión depende de quién y cómo la practica. Hubo papas que fueron criminales, pero el papa Francisco, junto con el Dalai Lama, es hoy una autoridad moral.
-Es sorprendente que doscientos años después de la Ilustración se respete tanto a figuras religiosas como el Papa o el Dalai Lama.
-Porque propagan el mensaje central de sus religiones, es decir, la compasión, la solidaridad, la necesidad de que los seres humanos seamos menos agresivos y más tolerantes, más conscientes de nuestros propios errores.
-Crean un sentido de pertenencia, de comunidad.
-Y así se oponen al individualismo, que hoy es tan dominante. Las ideologías contemporáneas te indican cómo alcanzar la prosperidad individual. Nada te dice sobre sentir compasión por tus semejantes. Este mensaje solo puede darlo la religión tradicional. No importa que haya un fundamentalismo musulmán, cristiano o budista, porque el mensaje central de estas religiones permanece. Lo que dijo Jesús, por ejemplo, no lo va destruir nada de lo que diga la derecha radical y evangélica.
-¿Cómo recuperamos el bien común? ¿Puede el capitalismo evolucionar hacia alguna forma de neocomunismo capaz de rectificar la desigualdad?
-La palabra comunismo da miedo. La derecha radical la utiliza para desacreditar cualquier movimiento social y progresista. Pero aún así creo que es necesario que determinados sectores se rijan por una lógica ajena al máximo beneficio.
-¿Cómo por ejemplo?
-La energía. Si no controlas las compañías energéticas –y no hablo de nacionalizarlas-, la gente va a seguir sufriendo. No va a poder pagar sus facturas, mientras las energéticas van ha ganar miles de millones. El coste de la energía es una gran injusticia, y la única manera de corregirla es con la intervención del Estado. El Estado debe ser responsable de sus ciudadanos. Debe decir que no se puede explotar a los pobres. Si queremos un sistema económico más viable, el Estado debe ser más activo y no hablo de comunismo, porque el comunismo aboliría la propiedad privada y yo creo que es necesaria.
-Educación y sanidad, según usted, son los pilares para una sociedad más igualitaria y sostenible.
-India no lo ha hecho y ahora tiene gente muy joven que no encuentra empleo. Corea del Sur, que era más pobre que India en los años sesenta, invirtió mucho en educación y asistencia primaria y así pudo convertirse en una gran potencia económica. China, hasta cierto punto, ha seguido el mismo camino. Indonesia, sin embargo, no lo ha hecho. Sin esto no hay crecimiento ni expansión.
-Tampoco hay conocimiento, y si no entendemos lo que pasa a nuestro alrededor votamos a líderes autoritarios. La libertad nos asusta.
-No creo que la gente vote a un candidato pensando en la salud de la democracia, sino buscando a un líder que les dé lo que quieren o que odie como ellos odian, sean inmigrantes o elites educadas.
-Se vota a los candidatos que te dan una gratificación moral.
-Lo hemos visto en Estados Unidos con Trump, en Brasil con Bolsonaro o en India con Modi. Sus electores votan por alguien que legitima el odio y este es el sentimiento más antidemocrático en el que puedes pensar.
-El sistema electoral tampoco ayuda. Beneficia a la derecha. Netanyahu, por ejemplo, ha ganado en Israel por unos pocos cientos de votos, pero su mayoría parlamentaria es muy sólida. Lo mismo pasó con Trump cuando ganó la presidencia.
-El Brexit es otro ejemplo. Hay muchos problemas con los sistemas electorales porque están diseñados para beneficiar a los que están en el poder.
-Los medios de comunicación, como usted ha denunciado, también sostienen al poder, sea el que sea. ¿Son una institución en decadencia?
-Los periodistas que escriben en los medios de comunicación del Reino Unido y Estados Unidos, que son los que más conozco, están demasiado cerca de la gente de poder. Se mueven en los mismos círculos sociales. No actúan como periodistas. Son deshonestos.
-El apoyo a la guerra de Irak, por ejemplo, fue muy grande en la prensa anglosajona.
-Esta es la consecuencia de lo que se conoce como “periodismo de acceso”, es decir la proximidad del periodista al poder. En estos casos, el periodista que vive cerca del poder pierde la perspectiva, no tiene criterio, y publica las falsedades que le filtran en exclusiva.
-Un periodismo al servicio de los intereses políticos y económicos dominantes.
-Es evidente. En los años noventa, cuando el capitalismo sin escrúpulos destruyó Rusia, el Financial Times y The Economist dijeron que los magnates más corruptos eran buena gente, visionarios que estaban construyendo el futuro de Rusia.
-¿Y ninguno de los directivos de estos medios pagó las consecuencias?
-No. No asumieron la responsabilidad de sus errores. Al contrario. Los que, por ejemplo, dieron informaciones falsas para justificar la invasión de Irak en el 2003 hoy están dirigiendo otros medios. Pasó algo parecido con la crisis financiera del 2008. Nadie advirtió de ella hasta que fue demasiado tarde. The Economist publicaba en portada lo buenas que eran ciertas innovaciones financieras, como las CDS, el producto que, al camuflar las hipotecas impagadas, fue el detonante la crisis. Es más fácil librarse de un Trump que de un editor que publica falsedades.
-Hubo también un fallo moral de muchos periodistas y analistas que, después del 11-S, justificaron la “guerra contra el terror” y las torturas a los detenidos.
-Fue lamentable. Los medios perdieron credibilidad por todo ello y todavía no han reconocido que este fallo alienta la propagación de las noticias falsas. También ellos son responsables.
-¿Cree usted que la Unión Europea puede ser una solución a la decadencia de las instituciones democráticas, incluyendo los medios de comunicación?
-La UE está en una posición extraña. Acoge a diversos nacionalismos muy excluyentes, como el húngaro, y provoca tensiones separatistas en varios países. El Brexit es fruto de una de estas tensiones no solucionadas. El papel de la Unión es económico, no político. Carece de verdaderas instituciones políticas. No hay un proceso político que acompañe al euro y sin él es difícil integrar más a los socios de la Unión.
-Usted ha descrito la decadencia del Reino Unido. Es sorprendente cómo el país ha perdido el sentido común, uno de sus principales atributos.
-La decadencia de su cultura política, de los medios de comunicación y la intelectualidad, viene de lejos, aunque no se ha manifestado debido a figuras de la talla de Winston Churchill, al triunfo en la Segunda Guerra Mundial o a sus iconos culturales.
-Era el país del empirismo.
-Sí, pero este no es el Reino Unido que yo he conocido. Las instituciones se desmoronan. Hay regiones sin apenas servicios sociales. El Brexit fue la consecuencia de algo más profundo. Después de la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, no se hicieron las inversiones adecuadas. Fíjese en Alemania. El país que perdió la guerra es hoy la principal economía de Europa, mientras que el que la ganó está fuera de la UE y con una economía en declive.
-Alemania tuvo el plan Marshall.
-Sí, pero invirtió bien. No se dedicó, por ejemplo, a ser la lavadora del dinero negro de todo el mundo, que es lo que Inglaterra ha sido y sigue siendo. Este es papel de la City. El principal destino del dinero ruso era el Reino Unido. Luego está la cultura del tabloide, de los medios sensacionalistas en poder de Murdoch, que han destrozado las instituciones. El Brexit es el resultado de una campaña sostenida de los tabloides llenas de mentiras contra la UE.
-¿Cree que Alemania es un problema para la UE?
-Es un país muy egoísta, pero su compromiso con Europa no debe cuestionarse. Su historia le impide tener una posición verdaderamente independiente. Por eso necesita a Europa para defender su relación con China pese a las reticencias de EE.UU.
-China lidera el sur global. Rusia también tiene una presencia relevante en estos países. Pero no India, a pesar de ser el país más poblado.
-El sur global no ha tenido peso geopolítico ni intelectual porque hasta ahora el Norte ha controlado sus instituciones. Necesita más cooperación Sur-Sur para afrontar la crueldad y desidia del Norte.
-Arranca en Sudáfrica un proyecto para fabricar una vacuna contra el covid que se distribuirá en el sur global.
-El Norte impuso al Sur un apartheid de las vacunas y fueron China y Rusia quienes acudieron en su ayuda. Es lógico que ahora los países del Sur no quieran apoyar al Norte en Ucrania. No quieren enemistarse con Rusia.
-Rusia les ayudó a liberarse del colonialismo.
-No lo han olvidado. Esta memoria será más y más importante a medida que estos países se adueñen de su futuro.
-¿Cree usted que India, gracias a la pujanza del sector tecnológico, puede crear una clase media y liderar el sur global?
-Ha perdido este tren. Es China quien lidera.
-Pero hace 15 años China no era tan poderosa como hoy.
-Sí, pero, a diferencia de India, China quería convertirse en un poder económico. India, no. La economía de India es muy pequeña comparada con la china. India, además, no tiene un compromiso intelectual con el sur global como lo tiene China. En todo caso, el país que veo con más posibilidades de liderar el sur global en los próximos años es Brasil.
-Lula ha tenido un gran recibimiento en la cumbre del clima en Egipto.
-Ha creado instituciones como BRICS. Promete salvar el Amazonas. No quiere tomar partido en la susodicha nueva ‘guerra fría’. Traza su propio camino.
-¿No cree que estemos de nuevo en una guerra fría?
-En absoluto. No tiene sentido. Es solo la retórica de gente del pasado que no tiene nada más en la cabeza.
-Hace unos años la democracia daba prestigio, pero ahora es la seguridad. Es una consecuencia nefasta de Ucrania.
-Se aumentan los presupuestos de defensa. La industria militar está contenta, pero ¿con qué propósito? Ucrania, con un ejército muy inferior, está derrotando a Rusia. ¿Para qué se necesitan más armas? ¿Para qué se está preparando Europa? Rusia, que ni siquiera es capaz de vencer en Ucrania, no puede ser una amenaza para otros países europeos.
LA VANGUARDIA