Esto va de patriotas, no de militantes

Es conocida la sentencia del psicólogo estadounidense Abraham Maslow que dice que si sólo tienes un martillo, tenderás a ver todos los problemas como si fueran un clavo. Y esto es lo que ocurre con algunos análisis políticos que ven muerto el camino hacia la independencia de Cataluña. Efectivamente, si el marco mental de análisis con el que se observa la realidad política da todo el protagonismo a la acción gubernamental y partidista, como es habitual, no es de extrañar que se llegue a la conclusión de que el independentismo desfallece. Y, sin embargo…

Sin embargo, el afán de independencia está vivo, a pesar de todos los que han querido ahogarlo, de allá y de aquí. Es algo aburrido tener que volver a recordar que si algo caracterizó el despertar del sueño –de la pesadilla– autonomista y el despertar de la aspiración a la independencia de muchos catalanes a principios de siglo, es que fue un movimiento de abajo arriba y no de arriba abajo. Lo de un modelo ‘bottom up’ y no ‘top down’. Hay suficientes datos para demostrarlo, pero quizás uno de los más significativos sea el hecho de que esta dinámica ha hecho tambalear –y todavía irá peor– todo el mapa político que desde la restauración de la Generalitat de Cataluña había regido el destino político del país.

El caso es que partidos de larga tradición han desaparecido, se han creado otros muy rancios, ha habido crisis internas que expulsaban a los principales referentes, tenemos partidos que se han visto forzados a entrar en interminables derivas refundadoras… incluso el partido históricamente más inestable pero que tras su último descalabro de 2010 es el único que se ha mantenido orgánicamente fuerte –hablo de ERC, claro–, paradójicamente, lo ha conseguido gracias a la asunción interna del más radical y veloz vuelco de discurso y estrategia que nunca nadie hubiera imaginado del partido que se pretende más independentista de todos lo que se hacen y se deshacen. En definitiva: que si alguien todavía mide el estado de salud o la agonía de la esperanza independentista a través de las luchas partidistas, si cree que va a remolque de ellas, es que no ha entendido nada o que quiere esconder de qué va todo.

Se debe decir, sin embargo, que del olvido de la lógica del abajo arriba tampoco se han escapado las organizaciones de la sociedad civil que en algún momento la han liderado, o creían que lo hacían. Mientras se limitaron a canalizar las movilizaciones populares, consiguieron el reconocimiento de lo que les venía de abajo. Pero cuando han tenido la tentación de dirigirlas, cuando han ido dejando lo de abajo para subirse arriba, han empezado a vacilar. Sólo para dar un dato, y si no me dejo alguno, además del Foro Cívico y Social por el Debate Constituyente de 2018 propuesto por el president Quim Torra y liderado por Lluís Llach, ahora la ANC promueve una Conferencia Nacional para decidir cómo “hacer efectiva” la independencia, y aún más recientemente el MxI (https://mxi.cat/) ha anunciado una Segunda Conferencia Nacional para el Estado Propio a celebrar de ahora a primeros de 2023. Esto dejando aparte otros manifiestos, plataformas –últimamente, el Acuerdo Social por la Amnistía y la Autodeterminación– y los llamamientos a entrar en “nuevos ciclos” políticos. ¡Demasiados pretendientes a dirigir “unitariamente” unas aspiraciones populares tan poco orgánicas!

No se trata de menospreciar la importancia de los partidos ni de las organizaciones cívicas a la hora de culminar la independencia. Son imprescindibles. Siempre que no olviden lo importante: que la aspiración independentista no tiene militantes sino patriotas estrechamente vinculados a un profundo sentimiento de dignidad nacional y comprometidos con un insobornable e incombustible anhelo de libertad política. Por eso, especular sobre si el independentismo se ha muerto, si está a punto de hacerlo o, peor, jactarse de haberlo matado, además de una infamia, es ceguera. Para entenderlo, ¡apartemos el martillo que va de arriba abajo, y cojamos la hoz que siega a ras del suelo!

ARA