La historiadora francesa experta en Rusia afirma que “Occidente se equivocó cuando desapareció la URSS” porque “perdimos la paz”
Hélène Carrère d’Encausse, historiadora experta en Rusia y autora de decenas de libros, ejerce desde 1999 como “secretaria vitalicia” de la Academia Francesa. Nacida en París, pero de origen georgiano por parte paterna y ruso-alemán por la materna, Carrère d’Encausse es prima hermana de la actual presidenta de Georgia, Salomé Zurabishvili. A sus 93 años, conserva una lucidez formidable y su legendaria elegancia. La entrevista se realizó en el despacho de su “apartamento de función” en la Academia Francesa, a pocos pasos del Sena.
-¿Usted habló ruso antes que francés?
-Sí, mis padres eran inmigrantes y no tenían dinero para pagar a una niñera. Decidieron que hablase ruso primero y que después el francés vendría automático.
-Y ahora es la guardiana del templo de la lengua francesa…
-Exactamente. Tengo dos lenguas maternas, una adquirida en casa y otra a los cuatro años y medio, cuando me enviaron con unos amigos que no sabían ruso. Aprendí francés en un mes.
-Antes del 24 de febrero no creía, como la mayoría de expertos, que Putin invadiría Ucrania. ¿Por qué se equivocó?
-Porque pensaba que razonaría sobre el coste, los riesgos y los beneficios. El 23 de febrero tenía todo lo que quería. Había recuperado Crimea y ya nadie hablaba de ello. Había una guerra civil en el Donbass que paralizaba Ucrania y en esta situación no podría entrar en la OTAN. Y sabía que la independencia le había dado un sentimiento nacional muy fuerte. No veía qué beneficios podía obtener.
-¿Y por qué lo hizo, pues?
-Yo no imaginaba que Putin tenía una visión soviética del problema, no creía que existiese una nación ucraniana. Hubo una evolución en el hombre, psicológica, entre 1991 y el 2008. Recuperó progresivamente su visión soviética. Lo demostró actuando como hizo Brézhnev en Praga en 1968. Pensó que sería muy fácil.
-A nivel geopolítico, ¿el 24 de febrero fue más grave que el 11 de septiembre de 2001, con los ataques a Estados Unidos?
-No es del mismo orden. El 2001 fue una monstruosidad, un capítulo terrorista de la historia mundial. El 24 de febrero fue el retorno a una concepción soviética de las relaciones internacionales. Pero me gustaría ser equilibrada. Los estadounidenses también soñaban con un mundo en el que pudieran cambiar los regímenes políticos. Y lo hicieron. No solo lo soñaban los soviéticos. Putin entró en esta lógica, pero no fue él quien la inventó.
-¿Occidente traicionó a Rusia con la ampliación de la OTAN?
-No sé si traición, pero hubo un malentendido gigantesco. Occidente es cada vez más Estados Unidos. Esta guerra lo demuestra. Esta ruptura del 2022 es el fin de una Europa con cierta autonomía. La visión americana se impone. Volvemos a un enfrentamiento Rusia-EE.UU. Al final de la Unión Soviética, Francois Mitterrand y Helmut Kohl tenían la visión de un mundo transformado y querían hacer algo. La visión americana era diferente. Era la desaparición de la otra superpotencia y quedaba solo la suya. Querían una Rusia débil. Nadie se preocupó de repensar el mundo, de reconstruir un orden europeo.
-¿Cómo lo explica?
-Fue necesaria una guerra mundial para acabar con el nazismo, que duró solo 12 años. El sistema comunista, que duró 70 años, desapareció sin guerra. Se hundió desde dentro y provocó un caos tremendo. ¿Pero quien asesoró la política económica rusa en el periodo de transición? Fueron los norteamericanos. Los simpáticos Chicago boys y otros. No fueron los rusos los que inventaron el sistema. Hoy constatamos que nos equivocamos cuando se acabó la URSS, el final de la Europa dividida y ese mundo bipolar. Erramos como al acabar la I Guerra Mundial. Es exactamente como en 1919. Perdimos la paz. Y ya sabemos que luego vino la II Guerra Mundial. No creo que ahora suceda porque hay el factor nuclear.
-¿Es exagerado hablar tanto de guerra nuclear?
-Es chocante porque representa la posibilidad de erradicar la vida sobre la Tierra. No puede hablarse tan a la ligera. Pese a todo, pienso que existe aún un tabú sobre lo nuclear y funciona la disuasión. Todos los actores saben lo que representa.
-Putin dijo en su discurso del Kremlin que “Occidente quiere dislocar a Rusia”.
-Estados Unidos ha preparado de un cierto modo la guerra en estos ocho años. Es uno de los actores del fortalecimiento militar de Ucrania. La guerra les es muy provechosa porque debilita a Rusia. Les permitirá dedicarse después a China. Pueden exportar su gas de esquisto, sus cereales.
-¿Ve posible una democracia en Rusia, después de la guerra y, quizás, de Putin?
-Todo depende de lo que entendamos por democracia. Ayer vi por televisión al exprimer ministro Jean-Pierre Raffarin, un hombre razonable que rechazó participar en la guerra Irak porque sabía que no estaba justificada, como la de Ucrania. Decía que no podemos seguir pensando que tenemos un modelo perfecto que podemos imponer a los otros. Lo comparto totalmente. Cada país concibe la democracia a su manera. Debemos dejar de juzgar a los otros según nuestro modelo y de dar lecciones porque es una tragedia.
-¿El discurso de valores de Putin contra Occidente es creíble para los rusos?
-En absoluto. Lo que me choca es que no se ocupa de ser creíble en nada. Un ejemplo son los referéndums. Ha mostrado un escandaloso desprecio a la credibilidad.
-¿Y cuando dice que Occidente es decadente y Rusia conserva los verdaderos valores?
-Es ridículo. A nadie le importan los valores familiares en Rusia. Eso no es el tema. El verdadero problema es la libertad individual, la paz, la capacidad de vivir. Mostró una indiferencia total hacia lo que piensa la gente.
-¿Cuál es el papel de la Iglesia ortodoxa como vector del ultranacionalismo ruso?
-La Iglesia ortodoxa fue destruida por el sistema soviético pero Stalin la instrumentalizó un poco tras la derrota de 1942 (frente a la Alemania nazi) para movilizar a la sociedad. Ocurrió de nuevo al final del régimen soviético simplemente porque la sociedad vivió durante 70 años en un sistema ideológico muy claro. Era un sistema casi religioso. No se podía dejar a la gente abandonada. Había que hacer algo para estructurarla. Es lo que había sido la Iglesia ortodoxa desde Pedro el Grande, que la puso al servicio del Estado. Esta iglesia domesticada estructura la sociedad rusa desde hace treinta años. Es un instrumento del poder.
-Usted anticipó el final de la URSS en su libro L’Empire éclaté (1978). ¿Sobrevivirá la multiétnica Federación Rusa?
-Depende de si Putin se mantiene. No lo sé. La lógica indica que no se saldrá con la suya. La huida hacia delante suele precipitar a la catástrofe. Si es así, si Putin desaparece después de una derrota, habrá ajustes de cuentas, no solo dentro del poder sino entre los pueblos que forman Rusia. Está claro que ganarán fuerza las repúblicas del Asia Central y los conflictos en el Cáucaso, con la amable ayuda del imperio otomano (Turquía). Habrá un paisaje sin duda diferente. Es el momento de China. Las repúblicas del Asia Central intentan ahora jugar un papel de equilibrio entre Turquía y China.
LA VANGUARDIA