Hay quien asegura que el senado español no sirve de nada y que, de suprimirse, sólo notarían la ausencia los que dejarían de cobrar. No seré yo quien discuta la afirmación, sobre todo en el caso de senadores catalanes con conciencia nacional, pero sí hay una dependencia senatorial de una importancia primordial. No me refiero al hemiciclo donde tienen lugar las sesiones, sino a la biblioteca de la cámara, aunque sea infinitamente menos concurrida por sus señorías que el bar. Fue allí donde pasó horas y horas -en la biblioteca, no en el bar- el senador Francesc Ferrer i Gironès, desconocido por las nuevas generaciones y diría que olvidado por los que parece que un día fueron los suyos.
El senador gerundense aprovechó el tiempo muerto en la cámara, es decir, todo el tiempo hábil, para documentarse antes de escribir unas obras ya históricas y verdaderos referentes para los estudiosos, como ‘La persecución política de la lengua catalana’ (1985) y ‘Catalanofobia, Historia del pensamiento anticatalán’ (2000). Su investigación abarcaba toda la legislación. Básicamente, la que afectaba a la lengua desde 1714 y hasta finales del siglo XX. Si hubiera continuado y actualizado la investigación, pudo completar una enciclopedia en varios volúmenes. Además de este ámbito, fue en la desértica biblioteca del Senado donde «descubrió» a Isabel Vila y Pere Caimó y encomendó el interés por los personajes a Toni Strubell.
Antoni Strubell i Trueta, nieto del cirujano y patriota autor de la obra ‘El espíritu de Cataluña’ (1946), uno de los títulos de lectura obligada si dispusiéramos de una especie de biblioteca cívica nacional integrada por obras esenciales, nació en Oxford, es filólogo, ha sido diputado, ha recibido la Cruz de Sant Jordi y ha coordinado la Comisión de la Dignidad. Autor de varias obras y del guion del musical Isabel, donde ya hacía aparecer a Pere Caimó, la obra está dedicada a la considerada primera sindicalista catalana, conocida como «Isabel cinco horas», a partir de dos biografías escritas por Francesc Ferrer i Gironès.
Preocupado por dar a conocer figuras destacadas de nuestra historia nacional y convencido como Rovira i Virgili de que «sin conciencia histórica no se puede tener conciencia nacional», ha escrito, solo o en colaboración, sobre figuras hasta entonces bastante desconocidas, como J.N. Roca i Farreras, republicano federal, protoindependentista y con conciencia de Países Catalanes; o bien Josep Sunyol, presidente del Barça y diputado republicano y catalanista, fusilado por los franquistas. Estas y otras obras las ha simultaneado con su labor como profesor de filología inglesa en la Universidad de Deusto, en el País Vasco, país del que domina el idioma y en el que ha residido dos décadas.
Su último libro es «Caimó», una historia novelada de la vida y los hechos de un republicano federal tan destacado como el ampurdanés Pere Caimó, uno de los revolucionarios más destacados del siglo XIX y, a la vez, desgraciadamente bastante desconocido, en particular fuera de su tierra de origen. Strubell ha optado por el formato de novela como instrumento eficaz para hacer llegar al público lector la biografía de un político mediante una herramienta literaria convencional, más de masas que una biografía histórica clásica. Y lo ha hecho con un lenguaje llano, cercano y comprensible, muy legible y cómodo para el lector.
Si bien toda novela debe tener las manos libres para la ficción, Strubell ha tenido que hacer un esfuerzo notable de investigación y documentación histórica, geográfica, social y cultural y se ha zambullido de lleno en el siglo XIX, no sólo en Cataluña, sino también en Puerto Rico donde el protagonista vivió la primera parte de su vida. De esta forma aparecen elementos que entonces fueron toda una novedad y que hoy ya pertenecen a la normalidad banal, como los primeros trenes en circulación, los ascensores para acceder a las diferentes plantas de un inmueble o el agua corriente en las casas. Pero también, la presencia legal de la esclavitud, el incipiente movimiento preindependentista puertorriqueño o el impacto social de los Coros de Clavé.
Todo ello hace que, incluso, Caimó pueda ser leído como un libro de aventuras, desde los escenarios exóticos de Mayagüez, donde nació Pilar Defilló, la madre de Pau Casals, hasta las reuniones clandestinas con Abdó Terrades y Narcís Monturiol, las manifestaciones callejeras reprimidas como siempre con aquel estilo español inconfundible, los enfrentamientos armados con los carlistas con episodios históricos como el «Fuego de la Bisbal» o el papel esencial de los casinos o centros locales como espacio tradicional de encuentro, clave en el activismo político, social y cultural de la época.
Caimó pudo ser un indiano más, un catalán que habiendo hecho las Américas regresó al país para disfrutar de la vida y exhibir sus logros ante sus vecinos. En cambio, optó por comprometerse con la causa republicana federal, la justicia social y la modernización de su villa y del país entero. Uno de los elementos que explican la deriva sin rumbo de la política catalana actual no es, tan sólo, desconocer a dónde queremos ir y de qué manera, sino también ignorar de dónde venimos y cuáles son los referentes políticos hacia los que debemos volver los ojos atrás para entendernos mejor. Entre ellos se encuentran, sin duda, los republicanos federales, verdaderos abuelos del independentismo progresista contemporáneo.
Carles Rahola ya consideró a Pere Caimó todo un “héroe catalán” y lo cierto es que sus coetáneos le llamaban «padre», con la misma naturalidad con que en los años treinta, se llamaba «abuelo» a Francesc Macià o los vietnamitas se referían al artífice de su independencia, Ho Chi Minh, como «tío Ho», expresando así la vinculación de proximidad, el trato familiar y la identificación con su persona que estas figuras reunían. El entendimiento estratégico en puntos fundamentales concretos entre sectores sociales distintos, como liberales progresistas y revolucionarios en la Cataluña del XIX, puede ser también una reflexión de utilidad en los momentos presentes.
La lectura de «Caimó», en esta etapa de desconcierto, puede ser una medida higiénica para liberarse de seguir dando vueltas a la noria, adentrarnos en otros momentos de nuestra historia y extraer algunas lecciones. Por ejemplo, que nunca llega victoria alguna sin esfuerzo, que las grandes causas colectivas exigen grandes acuerdos y de una enorme amplitud y, sobre todo, que cuando uno va a una guerra lo primero que hay que tener claro es en qué lado de la trinchera se sitúa al enemigo y en cuál los aliados. Ignorarlo y errar el tiro siempre tiene consecuencias irreparables, no sólo para quien lo recibe, sino también para quien lo pone en marcha. Porque, si a fin de cuentas acabamos pelándonos entre nosotros, ellos felices, que ya les damos la tarea hecha…
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