Pere Sala: «Los espacios periurbanos, que tradicionalmente hemos abandonado, hoy se proyectan como espacios de futuro»

Entrevistamos al director del Observatorio del Paisaje de Cataluña ·

Los territorios periurbanos, entre los que se cuentan los pueblos que conforman la DO Alella, son territorios de futuro y espacios estratégicos; y el viñedo, como cultivo, debe tener un papel importante

Nos encontramos con Pere Sala, director del Observatorio del Paisaje de Cataluña, para subir hasta el mirador de Sant Mateu, en la Cordillera Prelitoral, en el Maresme. Este punto elevado muestra de forma diáfana la proximidad con Barcelona, ​​con el mar de referencia, y cómo han crecido los pueblos del Baix Maresme estas últimas décadas, a partir del modelo de urbanización hasta lo alto de la montaña, entre unos bosques que durante las mismas décadas han ganado por goleada a las parcelas de viñedo, que durante la primera mitad del siglo XX ocupaban prácticamente todas las colinas de la Cordillera de Marina y la Cordillera Litoral. Después, lo llevamos a lo alto del valle de Rials y a lo alto del valle de Cirera, los dos valles vinícolas de la D.O. Alella. Al responsable del Observatorio le impactan estos espacios vinícolas, agrarios, en estos pueblos junto a Barcelona. Y es en este entorno que reflexiona sobre los territorios periurbanos y sobre la importancia que tiene el viñedo.

“Los espacios periurbanos, que son los espacios que tradicionalmente hemos abandonado más y hemos dejado al margen, que hemos descuidado porque nos hemos mirado más el centro y el espacio público urbano, hoy se proyectan como los espacios de futuro y ayudan a crear identidad. La propia pandemia nos lo ha acabado de confirmar, porque nos ha hecho redescubrir los entornos de las ciudades y de repente se han convertido en los espacios saludables fuera del núcleo. Son los lugares donde vamos a andar, a desconectar, a esparcirnos, a hacer salud, donde podemos educar sobre sus valores, y los tenemos cerca. Son, además, los espacios estratégicos que deben proveernos de alimentos sanos y de proximidad en el futuro y dar respuesta a unos consumidores cada vez más preocupados por la calidad y la seguridad alimentarias. Además, nos pueden proveer energéticamente por medio de plantas fotovoltaicas de pequeño tamaño destinadas al autoconsumo que complementen la producción de energía renovable en techos residenciales e industriales cercanos. Por tanto, los bordes urbanos son lugares que a menudo hemos marginado, pero en el futuro deben ser fundamentales en las políticas de planificación. Ésta es una cuestión que será crucial en el urbanismo del futuro. En este sentido, unos espacios periurbanos que tienen viñedo, junto a Barcelona, ​​tienen un potencial muy grande”.

— Pero la realidad de estos territorios tan golosos, porque están al lado de Barcelona y tienen buenas infraestructuras y servicios, es que, superada la pandemia, se construye más que nunca.

— Afortunadamente, han cambiado las dinámicas tan urbanizadoras de los años noventa y principios del siglo XXI, aquellas que más modificaron los tejidos urbanos históricos, caracterizados por ser compactos y densos, y que construían en medio de los espacios agrícolas y forestales, o haciendo continuos urbanizados a lo largo de la costa. Una prueba reciente es la desclasificación que impulsa la Generalitat de algunas zonas urbanizables del litoral de Cataluña, que puede evitar la construcción de viviendas nuevas en espacios periurbanos de alto interés paisajístico, reducir el espacio de movilidad motorizada privada y ganar espacios de uso social o de valor natural. El desafío en un paisaje mediterráneo como éste es frenar la dispersión urbanística (que en el pasado ha hecho crecer tanto el consumo de suelo), reducir la dispersión de usos y artefactos ajenos al espacio agrario y forestal, conectarlos con los parques, plazas y paseos urbanos, rehacer los bordes de las ciudades y de las áreas industriales y comerciales que estén degradadas e integrar los valores de este paisaje en mosaico, desde los reconocidos con mayor valor patrimonial hasta los valores más cotidianos, como criterio fundamental en los planes urbanísticos del Baix Maresme. El suelo agrario es un suelo de valor extraordinario, porque es un recurso escaso y porque también concentra muchos valores estéticos, sociales, históricos y patrimoniales. Si en Francia es un suelo muy protegido, hasta el punto de que no es fácil cambiar su calificación, también podría estarlo aquí.

– Modelos caducos. Los POUM se han planificado con una mentalidad del siglo XX, no a partir de los desafíos que presenta el siglo XXI.

— Sí, y con problemas de movilidad, como apuntaba antes. Construir urbanizaciones monte arriba no sólo ha significado situarse en medio del bosque –con el riesgo que ahora vemos que tiene cuando hay un incendio forestal–, destruir superficie agrícola y forestal o patrimonio histórico (en parte por la falta de sentido de pertenencia de los residentes con el lugar), y crear espacios residenciales de baja calidad paisajística y con un impacto visual elevado, sino que también ha implicado dificultades de movilidad, porque tienes que desplazarte con vehículo, y más aún cuando el petróleo es cada vez más caro. Por tanto, es un modelo absolutamente agotado.

— ¿Y qué papel puede tener el viñedo en estos territorios periurbanos?

— El mejor cortafuegos o el mejor modelo de prevención de incendios es el mosaico agrario que hemos perdido en estos territorios periurbanos. Y aquí, y en otros territorios vitivinícolas del país, el viñedo puede tener un papel fundamental. Y más allá de su valor ecológico o productivo, el carácter vitivinícola tan singular de este paisaje metropolitano debería formar parte de la identidad y hacer crecer la autoestima de la gente de aquí y sentirse orgullosa de vivir en un lugar donde el viñedo ha tenido una gran importancia, y concienciarse de que este patrimonio no se puede seguir perdiendo porque es un activo imprescindible de futuro. En un momento en que los espacios agrícolas periurbanos tomarán más importancia que nunca y se convertirán en nuevos patrimonios paisajísticos, el viñedo puede tener un rol muy destacado. Por ejemplo, se podría mirar si dónde estamos ahora hay crecimientos residenciales que no se hayan consolidado y hayan quedado espacios urbanizados inacabados, porque podrían desclasificarse y aprovecharse para replantar viñedos nuevos.

— Dentro del Catálogo del Paisaje elaborado por el Observatorio, cuando se analiza este territorio ya se habla de mantener y potenciar el mosaico agrario formado por el viñedo, la huerta y la flor ornamental. También se advierte que es un mosaico agrario que retrocede y se constata que se pierde, y la recomendación que hace es que debería reforzarse. Este análisis ya lo hizo hace diez años.

– Todo lo que dice el Catálogo del Paisaje de Cataluña sobre el Baix Maresme y la plana del Vallès, donde también hay viñedo, sigue vigente. Se habla de la importancia de recuperar y promover activamente el espacio agrario y mantener el mosaico que mencionas, de evitar la proliferación de instalaciones periurbanas impropias, de valorar los elementos patrimoniales agrícolas, de preservar tanto las casas de indianos, casas señoriales del cambio de siglo XIX-XX y las masías, como el entorno agrícola, de aparcar definitivamente el modelo basado en urbanizaciones, de potenciar el reciclaje urbano para evitar la ocupación de más suelo, de facilitar la conexión paisajística entre la Sierra de Marina y el mar a través de campos, bosques y rieras, o de promover una red de itinerarios paisajísticos y de miradores donde la percepción del paisaje sea más sugerente, entre muchos otros aspectos.

— ¿Qué valores aporta el viñedo en este paisaje?

— Este paisaje de viña es muy singular y único, sobre todo en la vertiente del Maresme de la Sierra de Marina, situado a pocos kilómetros de la línea de la costa, cultivado en terrazas, en terrenos costeros, a menudo aprovechando fondos de valle de las rieras, y en pequeñas parcelas. Hay una serie de valores ligados al viñedo que a menudo son más sencillos de reconocer en paisajes vitivinícolas más extensos, pero que aquí también están, y que tienen que ver con la sensación de orden y armonía que comunican las hileras de cepas alineadas siguiendo la sinuosidad del relieve. Otro valor tiene que ver con los cambios cromáticos a lo largo del año, del verde claro en primavera al color dorado del otoño, que también puede potenciarse como activo. También cabe destacar el valor de la diversidad agrícola. Una diferencia entre el paisaje de Alella y el del Penedès, por ejemplo, es que en el Penedès el viñedo es eminentemente un monocultivo y aquí el viñedo se combina con la huerta o la flor ornamental, entre otros cultivos. Esta variedad paisajística es un factor de mediterraneidad muy importante que el viñedo lleva asociado desde los romanos. Otro valor de aquí es su patrimonio construido, con masías, pozos, minas, lavaderos y piedra seca. También se destacan las redes de caminos, que podrían satisfacer las necesidades de movilidad cotidiana a pie o en bicicleta y de ocio de los habitantes y visitantes redescubriendo el entorno. En definitiva, nos encontramos ante un paisaje que es un referente de mediterraneidad, que representa tradición y guarda memoria, con un patrimonio arquitectónico propio y en el que todos estos valores toman mucha fuerza porque están enganchados al mar, junto a Barcelona y en medio de la región metropolitana.

(Esta entrevista es una colaboración con la revista https://www.papersdevi.cat/).

VILAWEB