Aurora, renombrada Subh al-Baskunsiyya (Subh la vasca) fue la única mujer que gobernó al califato andalusí
Córdoba, capital del califato de Al-Ándalus, hacia el 950. Hace casi once siglos. En una de las múltiples expediciones andalusíes de castigo contra las regiones extremas del emergente reino de Navarra (actuales Ribera de Navarra y Álava), el ejército del califa Al-Hakim II devastaba el territorio y capturaba centenares de prisioneros cristianos que acabarían en los cadalsos de los mercados de esclavos del sur peninsular. Entre estos cautivos había una niña, de unos diez años de edad, que viviría una historia muy diferente. Aurora, renombrada Subh, no fue una esclava más. Por alguna razón, que las fuentes atribuyen a su extraordinaria belleza, Subh-Aurora creció en el harén del califa. Y por alguna razón, que las mismas fuentes atribuyen a su inteligencia, se convirtió en la favorita del califa, en la madre del sucesor y en la mujer más poderosa del califato andalusí.
¿De dónde procedía Subh-Aurora?
Las fuentes documentales de la época son muy confusas, pero los escasos datos que hacen referencia a Subh-Aurora son bastante evidentes. Era una niña nacida y criada en alguna aldea de campesinos y ganaderos del sur o del oeste del reino de Navarra que, un día inesperado, vio como su vida cambiaba radicalmente. Subh-Aurora fue capturada y forzada a una larga y penosa deportación; y es muy probable que, después de aquel hecho, no hubiera tenido nunca más contacto con la gente que habían formado parte de su niñez. Sin embargo, según las fuentes, su piel blanca y pecosa, su larga cabellera rubia y sus ojos claros llamaron la atención de alguien que se la llevó al harén del califa. En este punto, es importante destacar que el patrón de belleza física de la cultura árabe de la época (tanto en mujeres como en hombres) coincidía con estos rasgos.
La favorita del califa
Durante los doce años que separaban su ingreso en el harén (como una niña cautiva) de parte del heredero (como primera esposa del califa) Subh no desperdició la tradición formativa de la Medina andalusí (el palacio real) que instruía a las esposas del califa en materias tan diversas como la jurisprudencia, las artes y la religión. Durante aquellos doce años que separaban las edades de una niña y de una mujer, la esclava Subh hizo un cuidadoso despliegue de todos sus dotes intelectuales que, sumados a la belleza física, lo acercarían progresivamente al califa hasta que cautivaría a su captor y se convertiría en el personaje más poderoso del harén. Subh culminaría su carrera al parir Abd-el-Rahman (962) e Hixam (965); hijos macho del califa y llamados —por lo menos el primogénito— a sucederlo. Una carrera claramente marcada por la estrategia personal.
Subh y Almansur
Pero la plenitud de Subh no llegaría hasta su viudedad. El 1 de octubre del 976, el califa Al-Hakem moría a la edad de 61 años. Abd-el-Rahman, el heredero, había muerto poco antes (974); pero Hixam, el segundo, garantizaba la continuidad de la estirpe, y sobre todo la posición de la madre, que conservaría el título de «Umm Walad» (madre del heredero). En aquellas circunstancias (Hixam solo tenía 11 años y la cancillería cordobesa presionaba a Subh para nombrar a un regente), la viuda del califa habría podido desaparecer engullida por la voracidad del poder. Pero lejos de sucumbir, Subh buscó a un personaje con un perfil muy concreto, capaz de desafiar a los poderosos cancilleres de la Medina y dispuesto a apuntalarla en el poder. Y lo encontró en Al-Mansur, un funcionario joven y ambicioso que no tenía ninguna relación familiar ni clientelar con el poder cordobés.
La califa Subh
Subh y Al-Mansur se convirtieron en un tándem invencible. Subh se deshizo de su condición de esclava y algunas investigaciones modernas apuntan la posibilidad de que su relación con Al-Mansur trascendiera aquello político y se instalara en el terreno sentimental. Umm Walad y el exitoso primer ministro —nombrado, posteriormente, generalísimo del ejército cordobés— ejercieron el poder, de facto, hasta más allá de la mayoría de edad de Hixam II. Fue, sorprendentemente, durante el «califato» de Subh al-Baskunsiya (Subh la vasca), que Al-Mansur dirigió las expediciones más devastadoras que nunca habían sufrido los dominios cristianos del norte peninsular. En el año 985, el ejército de Subh y Al-Mansur arrasó la ciudad y el condado de Barcelona, y capturó a miles de cautivos que nunca más retornaron a sus casas y a sus pueblos.
Subh y el principio del fin
Subh fue la única mujer de la historia que gobernó Al-Ándalus. Y se puede decir que el califato de Subh coincide con la etapa de plenitud del estado andalusí. Nunca antes, el reino Omeya había sido tan poderoso, y nunca lo volvería a ser. De hecho, la devastadora expedición contra Barcelona quería ser una demostración de fuerza para atemorizar a los disidentes del gobierno de la viuda. Pero la arquitectura de aquel régimen era tan personalista que, con la desaparición de Subh (999) y Al-Mansur (1002), el califato iniciaría el camino de su desintegración. Tres décadas después (1036), Hixam III, nieto de Subh, huía de Córdoba amenazado por los disidentes y se refugiaba en Lleida (en el extremo norte del califato). Su desaparición; exiliado en un rincón alejado del poder central, pondría punto y final al califato andalusí y marcaría el inicio de la historia de los reinos de taifas.