La anticoncepción forzada de Dinamarca que redujo a la mitad la natalidad de Groenlandia

Una investigación periodística revela que en los años 60 y 70 se implantaron DIU a 4.500 chicas sin su consentimiento

Inge Thomassen, una groenlandesa de 61 años, tenía 17 cuando se quedó embarazada. En ese momento, sus padres no le permitieron tener la criatura y tuvo que abortar. Luego pasó años y años intentando tener un hijo, incluso con procesos de reproducción asistida, pero nunca lo logró. En 1995, casi dos décadas después, una radiografía mostró que tenía un dispositivo intrauterino (DIU) en el útero. Ella no tenía ni idea. Es una de las miles de víctimas de una campaña de control de natalidad forzada que el gobierno danés llevó a cabo en los años 60 y 70 en Groenlandia, antigua colonia danesa que actualmente todavía forma parte del país escandinavo.

La radio pública danesa DR ha destapado que, a partir de 1966, Dinamarca promovió la implantación de estos métodos anticonceptivos a 4.500 chicas a partir de 13 años, la mitad de las mujeres en edad fértil que había en ese momento isla. Y lo hicieron, en muchos casos, sin darles ninguna información y sin su consentimiento ni el de sus padres. Muchas no lo descubrieron hasta mucho tiempo después, después de años de dolores, infecciones y problemas para quedarse embarazadas.

En el podcast de DR, un ginecólogo retirado explica que puso miles de DIU, y que aquellos dispositivos no estaban pensados ​​para chicas jóvenes; eran demasiado grandes para mujeres que aún no habían dado a luz, con lo que existía riesgo de complicaciones e incluso de dejarlas estériles de forma permanente. Es el caso de Inge, que sufrió daños permanentes en el útero que le impidieron ser madre, y no sabe ni tiene ningún recuerdo de cuándo le implantaron el DIU. «Ahora pienso que lo harían cuando fui a abortar», explica al diario groenlandés ‘KNR’. Según DR, varias mujeres han afirmado lo mismo, que se les implantó sin que lo supieran durante intervenciones o después de parir.

El caso ha provocado un escándalo mayúsculo, incluso con acusaciones de genocidio contra el pueblo inuit, el indígena y mayoritario en esta isla ártica, donde viven unas 56.000 personas. El gobierno danés ha anunciado un «estudio histórico» de la relación entre Groenlandia y Dinamarca, que cubrirá el período desde la Segunda Guerra Mundial. «La relación danesa-groenlandesa es sólida y se basa en el respeto mutuo. Pero recientemente hemos tenido conocimiento de casos y procesos que atestiguan que todavía hay capítulos de nuestra historia común que no hemos destapado», manifestó la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, en un comunicado, en el que confió en que este informe ayudará a la «reconciliación» histórica. Esta semana, el gobierno danés ha confirmado que este estudio incluirá la cuestión de la anticoncepción forzada, como ha pedido unánimemente el Parlamento groenlandés.

«El estado me robó la virginidad»

La mayoría de los DIU se pusieron entre mediados de los años 60 y mediados de los 70, aunque hay casos hasta 1991. Aviaja Siegstad, ginecóloga del hospital de Nuuk, la capital, explica a ‘KNR’ que en los años 90 y 2000 varias mujeres llegaban a las consultas porque no podían quedarse embarazadas, y allí descubrían que llevaban un DIU. «No eran muchas, pero suficientes para que todos los ginecólogos que han trabajado aquí lo hayan experimentado», detalla, y añade que todavía el año pasado se encontró con un caso de una mujer que llevaba un dispositivo como los que se ponían entonces, denominados ‘Lippes Loop’.

«Fue muy doloroso. Yo no había tenido relaciones con nadie. Allí dejé de ser virgen. El Estado me robó la virginidad contra mi voluntad», rememora Naja Lyberth, a quien le pusieron el DIU en 1976, cuando tenía 14 años. «Parecía que tenía cuchillos dentro; me pasaba cada vez que tenía la regla», lamenta. Explica que, un día, un médico dijo a todas las chicas de su clase (entre 13 y 14 años) que al día siguiente iban al hospital y que allí les implantarían el DIU. «No se planteó si queríamos o no, no tuvimos la opción de decir que no», asegura.

Ahora, el gobierno groenlandés ofrece ayuda psicológica a las víctimas, puesto que asegura que muchas de ellas están reviviendo la experiencia traumática ahora que ha salido a la luz pública. «Es una experiencia terrible que ha traumatizado a muchas mujeres. Algunas están sufriendo crisis y ‘flashbacks’ desde la emisión del podcast y el debate social», afirma Mimi Karlsen, responsable de Salud y Familias del gobierno autónomo.

Obstáculo para la modernización

Según DR, las autoridades danesas impulsaron esta campaña porque estaban preocupadas por el aumento de la población en Groenlandia, que veían como un obstáculo para el proceso de modernización de la isla, que en 1953 dejó de ser una colonia y se integró en el reino danés. Un crecimiento de la población suponía un aumento del gasto (actualmente, la subvención anual de Dinamarca a Groenlandia asciende a más de 500 millones de euros, que suponen casi la mitad del presupuesto público de la isla). Además, muchas de las embarazadas eran chicas jóvenes solteras. Un informe de 1965 muestra que cada año nacen 500 niños fuera del matrimonio en Groenlandia y que un tercio de las madres tenían menos de 20 años.

El resultado fue que, en una década, los nacimientos se redujeron a la mitad: de 1.674 en 1964 a 638 diez años más tarde. El proyecto se frenó en 1974, cuando la delegación danesa tuvo problemas en la Conferencia Internacional de la ONU en Bucarest, donde se subrayó que la planificación familiar forzada no debía utilizarse como motor de modernización.

Tanto el Consejo de Derechos Humanos de Groenlandia como el Instituto Danés para los Derechos Humanos consideraron que esta práctica supone una violación de los derechos humanos. «Frisa el genocidio», afirmó Aki-Matilda Høegh-Dam, que representa al partido groenlandés Siumut en el Parlamento danés. Recuerda que no es el único caso de violación de los derechos humanos de los inuit. El año pasado, por ejemplo, la primera ministra pidió perdón y ofreció compensaciones por los casos de asimiliación forzada de niños inuit que, en un experimento social en los años 50 para «modernizar» la isla, fueron separados de sus familias y enviados a Copenhague con familias danesas, que en algunos casos los adoptaron sin el consentimiento de sus padres. Capítulos oscuros del pasado colonial de Dinamarca que ahora se pretende enmendar.

ARA