El sociólogo ruso afirma que «la mayoría de la población todavía no ha oído hablar de la guerra»
Para el respetado analista ruso Borís Kagarlitski, sociólogo y teórico marxista, la actual campaña militar del Kremlin en Ucrania se explica únicamente por las ganas de seguir en el poder del presidente ruso, Vladímir Putin. Profesor de la Escuela Superior de Ciencias Económicas y Sociales de Moscú y director del portal Rabkor, es también un veterano activista, castigado por su disidencia en la época de Brézhnev, en la de Yeltsin y, ahora también, en la de Putin. El año pasado fue arrestado durante diez días por un post con un link a una web del Partido Comunista que convocaba a una manifestación. Este mes de mayo el Gobierno ruso le ha incluido en la lista de «agentes extranjeros», que rememora un estigma de tiempos soviéticos. «De momento» la etiqueta no ha alterado demasiado sus quehaceres. La universidad le envió de vacaciones de forma urgente y cada vez que interviene en un medio ruso, como una radio, informa de cómo le han calificado. «Es como un mantra, una oración. Luego ya puedo hablar», explica.
-Primero Rusia envió sus tropas hacia varias regiones de Ucrania, incluida Kyiv, pero luego aseguró que el objetivo únicamente es el Donbass. ¿Lo podemos creer?
-No hay que creer nada de lo que dice el Kremlin o los funcionarios rusos, porque en los últimos tres meses y medio han dado explicaciones no sólo diferentes, sino contradictorias. Por otra parte, esta operación no tiene ningún objetivo determinado. Cuando los autores occidentales y ucranianos, o nuestros opositores rusos, intentan descubrir una concepción ideología que dirija las acciones del Kremlin, lo que hacen es idealizar a los funcionarios rusos. Eso no puede existir.
-¿Por qué?
-Ningún personaje de la clase dirigente, desde Putin hasta el último oficinista, va a debatir nunca ningún plan serio con una estrategia propia. Forma parte de la naturaleza del capitalismo ruso de las materias primas, que vive de la coyuntura externa. Él no crea condiciones para el propio desarrollo, es incapaz. Coloca los recursos energéticos para que los procesos de desarrollo se produzcan en otras partes del mundo. Para ellos el país es un lugar con recursos que hay que vender.
-¿Puede ser Ucrania parte de una idea mayor, no necesariamente restaurar un imperio, simplemente recuperar influencia en el mundo?
-Putin tiene un único objetivo: Putin. Y seguir siendo el presidente de Rusia en un sistema con la configuración que actualmente tiene. Se dice que han atacado Ucrania para quedarse con Ucrania. Yo estoy convencido de que lo necesitaban para organizar desfiles y conciertos: el apoyo a Putin cayó en el 2020 y el 2021, y tenían que levantarlo. Y la guerra era un excelente evento propagandístico. Se planeó para tres días. Pero dura ya más de tres meses porque calcularon mal esa campaña publicitaria.
-¿Cómo se explica que la mayoría de la población rusa apoye a Putin y la campaña en Ucrania?
-La mayoría de la población rusa incluso no ha oído hablar todavía de la guerra. Por supuesto, tenemos la televisión y la propaganda, pero la mayoría de la gente no ve los programas políticos de la televisión ni lee la prensa de oposición en las páginas web. Cuando el 90% o el 95 % de la población se niega a contestar a los sociólogos, estos se preguntan por qué. Y explican que buena parte está con la oposición y no quieren decir lo que realmente piensan; otros dicen que la gente no está preparada para hablar. Pero en realidad la gente no comprende sobre qué le están preguntando, porque no le interesa. La gente que está interesada en política, incluidas todas las tendencias, a favor del poder, en contra, derechas o izquierdas, es un máximo del 20 % de la población.
-Las encuestas, sin embargo, dan un fuerte apoyo a Putin.
-Las encuestas en Rusia no son representativas, porque son un estudio del 5 % de la población. Otra cosa es que según se desarrollen los hechos el número de gente que se interese por la política crezca, pero negativamente. Por ejemplo, si una fábrica deja de funcionar le gente se preguntará por qué nos echan del trabajo. Y entonces sabrán que hay unas sanciones impuestas por una guerra en Ucrania.
-En Occidente culpamos a Rusia porque son sus tropas las que han entrado en otro país. ¿Pero habría que analizar también el papel de los dirigentes de Ucrania desde el 2014?
-El proceso es mucho más complejo, pero el hecho es que actualmente el ejército ruso está en Ucrania. Y por eso la responsabilidad de lo que sucede ahora, las acciones militares, recae en Putin y su equipo. Además, está claro que no se terminará mientras las tropas rusas no vuelvan a las posiciones originales que tenían el 23 de febrero del 2022. Pero eso no elimina la responsabilidad de la elite ucraniana, que es en gran medida responsable de lo que sucedió en Ucrania en los últimos diez años, porque llevaron al Donbass hasta la crisis del 2014. Es ilustrativo que las autoridades ucranianas no quisiesen hablar con los separatistas, que en realidad al principio eran más partidarios de una autonomía o del federalismo, y no de separarse o unirse a Rusia. Querían un compromiso, pero Kyiv se negó. Eso creó las posibilidades para que el Kremlin interfiriera activamente en la situación.
-¿Puede convertirse Rusia en una segunda Unión Soviética, no ideológicamente, sino por su aislamiento de Occidente?
-Hace unos días apareció una historia cómica. Para producir, pongamos, armas nuestro departamento de comercio exterior compra miles de frigoríficos chinos, extraen de ellos los microchips y luego los tiran. La economía de la URSS y la de Rusia no tienen nada en común, porque la economía soviética era una enorme máquina industrial donde todos los elementos estaban arreglados para hacer crecer la producción. La economía rusa está basada en las materias primas y en la sociedad de consumo. Por eso Rusia no puede funcionar fuera del mercado mundial. Para obtener una economía más autosuficiente se necesitarían un mínimo de diez años, y tendría que hacerlo encontrándose aislada. Si nos fijamos en la industrialización soviética, se realizó de forma abierta: compraban equipos y tecnología en Estados Unidos, en Alemania y, aunque menos, en Gran Bretaña, para crear un complejo industrial propio. Ahora esto es imposible por las sanciones.
-En Rusia llevan años hablando de diversificar la economía.
-El gobierno de Putin ha tenido unos diez años para sustituir las importaciones por producción propia. Pero no tenían intención de hacerlo, sólo eran palabras bonitas. Ahora es tarde e imposible. El país tiene reservas para entre dos semanas y dos meses, depende del sector de actividad. Para algunos, esto puede suponer una catástrofe hacia agosto. Ya están cerrando pequeñas aerolíneas provinciales, cuyos aviones no pueden volar; Aeroflot ya empieza a desmontar aviones para usarlos como repuestos (para otros aviones).
-Pero la población entenderá lo que sucede en realidad. El Kremlin puede encontrarse con una situación social insostenible.
-Sí, pero no hay que esperar que la gente vaya a manifestarse. Más bien dentro del poder puede aparecer un grupo de gente que puedan intentar un cambio, o pueden movilizar a la gente, tal vez en la periferia en una estructura cercana al poder, para influir en el centro.
-¿Pueden luego participar otros factores?
-Más adelante pueden influir otros problemas, como la mala salud de Putin o la falta de mecanismos institucionales que permitan un traspaso de poderes: no hay unas elecciones como en una democracia clásica, tampoco un proceso en el que se herede el poder, como en las monarquías. Si algo le sucede al presidente el poder pasa al primer ministro, Mijaíl Mishustin, pero él no es un heredero natural de Putin. Así que tendríamos un proceso caótico fuera de las instituciones para resolver este problema.
-¿Es de veras importante que en Rusia no se llame a esto «guerra», sino «operación militar especial»?
-Entienden que si se pronuncia la palabra «guerra» la gente se va a preocupar y va a querer que le expliquen qué sucede. Sin embargo, con una «operación militar especial» se da la sensación de que algo indefinido sucede lejos. Hemos de reconocer que, en este sentido, la propaganda funciona. De todas formas, los hechos son los hechos. La realidad irá penetrando en la conciencia de la gente, pero no rápidamente.
LA VANGUARDIA