Cambiar de tema con renuncias compartidas

(https://laveu.poblelliure.cat/index.php/2021/12/28/fugir-destudi-amb-renuncies-compartides/) La propuesta de un Pacto de San Sebastián del siglo XXI (1*) en el contexto político actual tiene todo el aire de una huida hacia adelante que no sólo no tiene un fundamento social y político sólido, sino que es el resultado de  análisis equivocados y de cálculos injustificados, tal y como trataremos de mostrar en las consideraciones críticas que siguen.

 

Aclaremos, ante todo, que este artículo incide sobre un debate que ya ha tenido un cierto recorrido (2*) y que el manifiesto que comentamos tiene una tesis fundamental que expresa que es necesario desarrollar una estrategia confederalista y democrática a nivel de todo el Estado español actual y que esto se hace construyendo un “bloque político y social para hacer pagar a las grandes familias del fraude fiscal;  desde la monarquía hasta el Ibex35.  Ningún individuo debe estar por encima de los demás». «La realeza debe ceder a la realidad».

 

Se trata, pues, de una especie de paradoja (entre realeza y realidad) que no va más allá de un juego de palabras inocente que propone, entre otras cosas, la activación de un flujo monetario de las oligarquías hacia las clases populares por medio de los instrumentos de la política convencional. Podríamos terminar aquí nuestro comentario crítico de tan evidente que es la inconsistencia de estas tesis, pero pensamos que es importante observar cuáles son las bases ideológicas que han llevado a esa posición tan desenfocada. Trataremos de explicar, pues, los errores más importantes en nueve puntos:

 

  1. UN ANÁLISIS EQUIVOCADO DE LO QUE ES EL PODER ESPAÑOL

 

El poder español no es una democracia ideal que pueda regular su funcionamiento por medio únicamente del voto. El poder español es la combinación de una superficie que toma la forma de un régimen parlamentario monárquico restrictivo;  y una base coercitiva (legal, policíaca, jurídica etc.) continuadora del franquismo en sus aspectos fundamentales. Se trata, pues, de una forma de poder transfranquista que ha querido ser presentada como democrática pero que es un engaño que fue perpetrado durante la llamada Transición, en la que no se liquidó el aparato de la dictadura, un engaño  que se ha puesto de manifiesto sobre todo con la irrupción, a nivel de masas, del movimiento independentista catalán.

 

Esta descripción esquemática sirve para explicar, en términos generales, la actual articulación (post 1978) del poder español; pero es insuficiente para entender su funcionamiento real que es necesario situar convenientemente en sus coordenadas históricas sociales y nacionales. Ya desde hace cerca de dos siglos, el poder español ha ido tomando la forma de un poder imperialista-capitalista de carácter oligárquico (3*) que, en los breves períodos de existencia parlamentaria ha funcionado mediante el juego del bipartidismo, un juego que ha garantizado la estabilidad de las oligarquías que han controlado todos sus resortes. Este poder omnímodo se ha mantenido a través de los tiempos por medio de diferentes transiciones frustradas y operaciones represivas extremadamente violentas (4*).

 

La caracterización del Estado español como estado ontológicamente imperialista es importante porque es la descripción que explica la ideología tan agresiva y catalanofóbica del poder español y también puede ayudar a entender la adhesión de las masas españolas a la ideología imperialista del poder. Siendo un aparato de dominación de carácter imperialista, forjado a lo largo de los siglos, ha imbuido entre las masas subalternas servidoras de ese poder, una ideología que justifica la dominación y la exacción económica de los pueblos conquistados. La famosa defensa de la unidad de España que algunos analistas consideran simplemente como una especie de obsesión psicológica o una especie de ‘sentimiento’ es, de hecho, la expresión de la defensa de los privilegios de los dominadores sobre los conquistados, aunque en  el caso de los estratos dominantes subalternos, estos privilegios se puedan limitar a escombros económicos, a cargos inferiores y en muchos casos a la simple exhibición de una especie de orgullo supremacista gregario.

 

Esta característica del poder español y de una mayoría de su masa social pone en evidencia las dificultades propias de cualquier cambio social y político sensible que se quiera llevar a cabo sin derribar sus fundamentos. Y explica la inanidad de cualquier intento de cambiar las reglas básicas de dominación por medio de procedimientos propios de la legalidad española vigente. Arrancar poder capitalista a la oligarquía española, como propone el manifiesto que comentamos, sólo sería posible en un contexto revolucionario de una extrema movilización de las clases populares en todo el Estado español, una situación que no es la actual. Esta eventualidad se sitúa en un momento futuro, por ahora impredecible.

 

De este error de análisis global se deduce todavía otro error bastante generalizado entre los sectores adscritos a la política española que es la trampa del bipartidismo, un recurso largamente practicado por la oligarquía que se sirve de dos tendencias que permiten canalizar el descontento popular recurriendo de forma alternativa a la salida del ‘mal menor’, el partido ‘menos malo’ pero igualmente fiel al régimen político vigente. Un buen ejemplo de ello es la exhibición actual del fantasma de Vox como medio de atraer adhesiones al PSOE, un partido que siempre se ha manifestado como un puntal básico del régimen monárquico español surgido del franquismo.

 

De este análisis deficiente del poder español se deriva el siguiente punto.

 

  1. NO ENTENDER EL FONDO DE LA RELACIÓN ENTRE CATALUÑA Y ESPAÑA

 

El otro fallo de análisis en el enfoque del ‘manifiesto de San Sebastián’ y del ámbito autodenominado soberanista (5*) es la de no haber comprendido la relación existente entre Cataluña y España. Para este ámbito ideológico se trata de una “cuestión territorial” que puede tratarse mediante la concesión de competencias y reivindicaciones concretas porque las posiciones de estos sectores no parten del reconocimiento de la existencia de una opresión nacional; para ellos no existe una nación oprimida y ocupada.

 

El análisis histórico de esta relación (Cataluña – España) y el estudio de las formas de opresión y de coacción desarrolladas a través del tiempo permiten la calificación de esta relación como la de una ocupación que toma diversas configuraciones de acuerdo con la evolución de las formas de dominación, manteniendo en todo momento, como elementos fundamentales, una exacción económica y la coacción de los distintos aparatos del Estado.

 

El régimen monárquico español instaurado en 1978 bajo la forma de un parlamentarismo monárquico, mantiene todas las formas de dominación que permiten hablar de ocupación (principalmente, exacción económica, subordinación política y estructura judicial y armada de carácter extranjero). Las condiciones de la represión constante de las fuerzas armadas y de la judicatura de España a lo largo de los últimos años (ya desde 2014, pero de manera permanente desde 2017) no han hecho otra cosa que revelar de una forma muy ostensible la existencia de esta forma de dominación.

 

La conciencia independentista actual del pueblo catalán no es circunstancial, sino que proviene del convencimiento de que con el Estado español no tenemos nada que hacer y que la única salida es la independencia. Tras tantos abusos acumulados el pueblo catalán se encuentra alejado de las instancias políticas españolas y no se desdecirá de sus objetivos hacia una ilusoria vía confederal, como propone el manifiesto que comentamos.

 

El impulso independentista actual es la reivindicación de un sistema político libre y también es un clamor de supervivencia. Es por sus características por lo que la reivindicación independentista no podrá enfocar nunca el futuro como una situación en la que nos sea permitido tan sólo un espacio siempre subordinado y sometido a la arbitrariedad constante, también bajo la gestión tramposa de la autodenominada “izquierda española”; porque para conseguir hacernos libres del poder dominante es necesario que tenga lugar una ruptura y todo un proceso constituyente catalán abierto a la participación popular.

 

Los españolistas confederalistas y pseudo-soberanistas no entienden el alcance del movimiento político actual del pueblo catalán y no acaban de captar que se trata verdaderamente de un proceso histórico de liberación en un camino sin retorno.

 

  1. NO CARACTERIZAR ADECUADAMENTE LA CRISIS ACTUAL

 

Cuando hablamos de crisis en el Estado español hay que preguntarse: ¿Es una crisis de Régimen? ¿Es una crisis de Estado? ¿Una crisis económica? El manifiesto que comentamos expone la existencia de tres crisis: la ‘crisis climática’, la ‘crisis del centralismo’, la ‘crisis económica y social’, tres crisis que califica como las grandes crisis del momento.

 

Pero, a nuestro modo de ver, no se trata de crisis comparables ni se pueden tratar con los mismos instrumentos. Por otra parte, llamar ‘crisis del centralismo’ al conjunto de fenómenos relacionados con la revuelta independentista muestra una caracterización hispanocéntrica y exageradamente superficial.

 

Si tenemos que sistematizar las crisis que afectan más directamente al entorno político español, que es el que nos toca más directamente como personas dentro de los Països Catalans sometidos a este marco político, habría que establecer el vínculo entre los fenómenos de crisis que le han  afectado: la más temprana es la económica que, en diferentes oleadas, ha llegado hasta nuestros días con una gravedad progresivamente acentuada todavía, en el tiempo, y finalmente por los efectos de la pandemia; y esta crisis de fondo que ha empobrecido a masas importantes de la población de nuestro país, es un elemento que ha contribuido a dar profundidad a la movilización independentista.

 

En este contexto la exacción económica española sobre Cataluña (y el conjunto de los Països Catalans) ha sido uno de los motivos que explican el alcance social del independentismo en el Principado y se ha convertido en uno de los motores de la reivindicación de una ‘financiación justa’ en toda nuestra nación. Porque el empobrecimiento que sufre una parte muy importante de la población no es obra de un capitalismo abstracto, sino del capitalismo imperialista y feudalizante que domina nuestra sociedad.

 

Esta crisis económica ha ido acompañada de una crisis de Estado en Cataluña, que es la expresión de una conciencia política del pueblo catalán fundamentada en la falta total de confianza hacia el conjunto de las estructuras de poder españolas. Según nuestros análisis, no se trata, pues, de una simple crisis de Régimen ni tampoco de una ‘crisis de centralismo’ (que podría resolverse, según los promotores del manifiesto, por medio de una ‘descentralización’ en una  República española, es decir, que se trataría, en otras palabras, de un simple ‘problema territorial’).

 

Lo que está en crisis en Cataluña es el conjunto de la estructura de poder, incluida la superestructura política con sus expresiones bipartidistas (PSOE y PP), y lo que cuelga de ambos dos partidos (6*).

 

La sociedad española en su conjunto (ni siquiera con el apoyo de Podemos, de ERC y de Bildu y de cualquier otro sector poco crítico que se quiera añadir a esta orgía de la autollamada izquierda española) no será capaz de realizar la sacudida que sería necesaria para transformar una oligarquía en un régimen igualitario como fantasea el manifiesto porque haría falta, como ya hemos comentado, una verdadera revolución democrática, un nivel de movilización de carácter revolucionario que España, como tal, nunca ha llevado a cabo (7*), ni podrá nunca llevar a cabo, debido a sus déficits estructurales propios de una tradición capitalista feudalizante e imperialista (8*) que se fundamenta en la explotación primordial de las naciones sometidas, principalmente de los Països Catalans. La sociedad española se encuentra atrapada en esa obsesión dominadora que se viste en forma de un unitarismo extremo que empapa masas importantes de la derecha y la supuesta izquierda españolas.

 

Sólo de la sociedad catalana puede salir la fuerza para una ruptura democrática, que no es más que la conquista de la Independencia y la instauración de la República catalana.

 

  1. UN ERROR ESTRATÉGICO: DIVERSIFICARSE EN SOBERANÍAS, DESDIBUJAR LA LUCHA POLÍTICA PRINCIPAL

 

Uno de los errores más corrientes entre los sectores de la izquierda influidos por el españolismo ha sido la descripción de los objetivos del movimiento en forma de una perspectiva múltiple intentando diluir la importancia de la ruptura política fundamental, la ruptura independentista;  ésta ha sido la posición de los autodenominados soberanistas que, como ya lo hemos apuntado en el punto segundo de este artículo, tienen como expresión de su débil defensa de los derechos nacionales la posición de ahogar la lucha por la soberanía colectiva en un  mar de soberanías diversas (alimentaria, ecológica, energética etc.).

 

Esta dilución del objetivo político colectivo fundamental muestra una cambio de tema de carácter estratégico, debido a que este enfoque desdibujado contribuye a debilitar la fuerza de la confrontación independentista relegando las tareas y responsabilidades de preparar la ruptura. Esta posición es más grave en tanto que la conciencia política todavía débil en ciertos sectores del independentismo hace que la dispersión estratégica pueda incidir también directamente en la evolución y la capacidad global del movimiento. Podríamos decir que, en este caso, el soberanismo, entendido como esta dimisión de responsabilidades históricas, tiene un efecto contaminante.

 

La desviación de las soberanías viene a ser, en la práctica, una especie de reforzamiento de las posiciones contrarias al independentismo que da cobertura ideológica a las ambigüedades y confusiones que envuelven el manifiesto que comentamos.

 

  1. EL ESPAÑOLISMO BANAL Y LAS ANSIAS VANAS DE REFUNDAR ESPAÑA

 

Los diferentes elementos que hemos comentado nos llevan a entender que están todos ligados y que dependen de la falsa conciencia nacida de la presión ideológica del españolismo de Estado, un españolismo que habiendo llegado a masas importantes de la población española toma la forma de ‘españolismo banal’ (9*).

 

Dentro de esta ‘transversalidad’ del españolismo banal, incide la ideología bipartidista: el sector ‘más extremo’ tiene como objetivo eliminar la diversidad nacional del territorio estatal hasta no dejar rastro del mismo. Pero el que se presenta como «dialogante» no se aparta del mismo sentimiento patriótico español: no abandona el consenso general hacia la reducción de los derechos democráticos a la nación catalana y añora una patria ideal donde reine el uniformismo de matriz castellana. El objetivo final es el mismo pero desde la izquierda españolista creen que pueden llegar más fácilmente reformando España, aportándole una cara menos descaradamente agresiva. La difusión y defensa del españolismo banal es llevada a cabo por todo el aparato del Estado español; sin embargo, de una manera muy concreta e incisiva es la tarea persistente de los medios de comunicación que martillean consignas, mentiras y manipulaciones que excitan la catalanofobia y alimentan la falsa conciencia que estimula el abuso del ocupante y lo presentan como si fuera  expresión de un derecho legítimo (10*).

 

El españolismo banal lleva al fin a una práctica absurda que se basa en querer hacer retoques embellecedores a un cuerpo político que está podrido. Cree que España, como proyecto nacional se puede refundar; y España no puede refundarse. Para que pueda surgir algún resultado social que pueda desarrollarse democráticamente, España sólo puede estallar y desaparecer de raiz. Y la lucha del pueblo catalán por la Independencia y la construcción de la República del pueblo catalán puede ser determinante en ese objetivo deseable de destrucción de esta España concebida como Estado-nación uninacional surgido de un delirio antidemocrático.

 

  1. PROPONER UN PACTO DENTRO DE UN SILENCIO CÓMPLICE

 

Una gran contradicción en la propuesta de “pacto confederal” del manifiesto, se encuentra en la realidad de la lucha política actual. Las fuerzas supuestamente izquierdistas y periféricas españolas de las que habla el manifiesto no se han activado en masa cuando la represión ha caído sobre el pueblo catalán. Esto no quiere decir que no existan sectores minoritarios de fuera de los Països Catalans que sean solidarios con nuestra lucha. Tienen mucho valor como tales y más aún debido a que no son sociológicamente significativos; no lo son en el sentido de tener capacidad para prefigurar una alternativa global.

 

Las bases sociopolíticas de este supuesto pacto son, pues, realmente inexistentes de tan atronador como es el silencio general y la inacción ante la represión y ante el clima de linchamiento del pueblo catalán desarrollado entre las masas españolizadas y españolistas. El supuesto pacto sólo sería posible si el pueblo español abandonara el chovinismo de Estado y se animara a una lucha solidaria con los derechos del pueblo catalán y su voluntad de decidir libremente su futuro.  Pero esto es impensable en la coyuntura actual. La falta de solidaridad frente a la represión es la prueba fehaciente de la inanidad de la propuesta de este pacto si la realidad es analizada con rigor y honestidad.

 

  1. POR ENCIMA DE UNOS FUNDAMENTOS POCO SÓLIDOS DE RENUNCIAS COMPARTIDAS

 

Si observamos los contenidos de las reivindicaciones y prácticas políticas de estos sectores “confederalistas” podremos captar que, desde el españolismo banal, hasta los límites del Junquerismo, se trata de organizaciones que han ido descendiendo por la pendiente de las renuncias a sus principios fundacionales. No hace mucho Albano Dante Fachín lo recordaba en un artículo (11*) donde describía con claridad que, por ejemplo, Podemos había pasado de considerar lo que sucedía en Cataluña como una “oportunidad destituyente” del Régimen del 78 y entre la gente de  Podemos y los Comunes hablaban de «referéndum» y de la «República Catalana». De estas posiciones no queda ni el recuerdo. En este artículo este autor ya hacía una exposición de las sucesivas renuncias de estos sectores una vez llegados al gobierno español, tal y como lo hemos resumido en la nota 6, precedente.

 

El hecho es que el llamamiento que hace este manifiesto no tiene sentido sin contar con estos sectores que han renunciado ostensiblemente y, de forma escandalosa, a sus principios políticos. Tras la retahíla de renuncias de quienes deberían ser los impulsores más dinámicos de esta propuesta de Pacto confederal, la inviabilidad de su proclamación queda aún más en evidencia.

 

La perspectiva de esta propuesta nacida de las renuncias muestra, además, que tiene un objetivo no confesado que hay que resaltar: es la de atraer al Junquerismo a sus posiciones, con el objetivo de debilitar la fuerza del bloque independentista. Sabemos, por el artículo que hemos comentado más arriba y por la acumulación de hechos acaecidos en este sentido, que toda la campaña mediática de presentar el independentismo como un movimiento de derechas (12*) va dirigida a esta operación de debilitamiento de la fuerza del independentismo por medio de ablandar los sectores más débiles ideológicamente (que sabemos que se encuentran no sólo en ERC sino también en ámbitos de la CUP y de Junts) llevándolos a abandonar las alianzas dentro del independentismo y a dejarse seducir por los cantos de sirena de la supuesta izquierda española. Las renuncias comienzan por el abandono de los principios y terminan promoviendo movimientos políticos que favorecen el ‘statu quo’.

 

  1. UN BRINDIS AL SOL REACCIONARIO

 

Por todo ello, esta propuesta de pacto no es más que una especie de brindis al sol ilusorio y ficticio. De hecho, es un pacto imposible que se ha construido como una especie de espejismo con el objetivo de impedir una ruptura, la ruptura independentista que, aunque sea costosa, es la única posible para alcanzar la libertad.

 

El texto “Por un nuevo Pacto de San Sebastián del siglo XXI” es así, al fin y al cabo un escrito que, situado en el contexto de cambio de la realidad social y política actual, se convierte en un manifiesto reaccionario puesto que sólo sirve para promover la desmovilización ante el poder y reforzar a la izquierda españolista, uno de los ejes básicos donde se sustenta el poder opresor. Es reaccionario -hay que insistir- porque es inmovilista ya que contribuye al mantenimiento de la política dentro de las formas de dominación existentes aquí y ahora. Y lo es también, de una manera concreta, en la medida en que se presenta como solución para evitar la ruptura con un ‘status quo’ oligárquico como lo es la ruptura independentista (13*).

 

Los mensajes engañosos que hemos descrito críticamente en este artículo son la consecuencia de los malos análisis en los que se fundamentan estos grupos que se autodenominan soberanistas o de la izquierda española, unos grupos que viven dentro de la jaula del régimen obcecados en las rencillas inocuas entre  las dos corrientes políticas del bipartidismo español. El manifiesto que comentamos es, pues en síntesis, un texto idealista porque no parte de un análisis objetivo ni subjetivo de la realidad del Estado español (en sí mismo, y en su relación con la nación catalana).

 

  1. LA RUPTURA INDEPENDENTISTA, CAMINO DE FUTURO

 

A modo de clausura de nuestra argumentación tan sólo nos queda recordar la importancia política (coyuntural y estratégica) del objetivo de la ruptura independentista y la construcción de la República Catalana. Se trata de una ruptura posible porque el poder político español actual, en forma de régimen parlamentario monárquico transfranquista, se encuentra en Cataluña (y de rebote, y de forma progresiva, en los Países Catalanes) en unos índices mínimos y decrecientes de apoyo popular.

 

Pese a lo que pueda extender la propaganda mediática españolista cuando difunde alegremente que el independentismo no tiene estrategia, la realidad es que el movimiento ya ha venido desarrollando, desde hace tiempo, y está desplegando sistemáticamente, unas líneas más y más definidas por principios estratégicos. Hace muchos años que ya sabemos que la independencia sólo será posible cuando el poder dominante del régimen monárquico español llegue a convencerse, tras una fuerte confrontación de legitimidades, que el esfuerzo que le supone mantener su dominación sobre nosotros le es demasiado costoso; es decir, que el régimen de ocupación les sea extremadamente incómodo y, para sus bases económicas, insostenible. Y se ha defendido también claramente, que la independencia sólo será posible si mantiene su carácter amplio, capaz de abarcar al conjunto de las clases populares y también a sectores democráticos y sensibles socialmente de la media burguesía.

 

En aspectos concretos, hay que saber que, ya en el mes de abril de 2018, Poble Lliure publicaba el opúsculo ‘Estrategia y acción republicana’ donde se exponían un buen número de ideas de carácter estratégico. Mientras los defensores del régimen iban proclamando, a diestro y siniestro, en sus medios autistas y autocomplacientes, que no teníamos estrategia, una estrategia republicana se ha ido tejiendo en diferentes líneas de acción como en el despliegue de una institucionalidad republicana que el pasado mes de noviembre ya ha alcanzado un hito importante como es la constitución de la Asamblea de Representantes, una conquista que, sin lugar a dudas, nace cargada de potencialidad.

 

Podemos resumir, en pocas palabras, que la estrategia republicana que hemos estado construyendo se basa en una disputa permanente de legitimidades entre la legalidad del régimen transfranquista español y el poder republicano catalán emergente. Y este camino de carácter estratégico, se ha ido haciendo por medio de una labor de sensibilización y movilización en todo el país que ya ha dado resultados en algunos aspectos, como en la necesidad asumida socialmente de deshacernos de los monopolios del IBEX-35. Como también se ha ido promoviendo la defensa de la legitimación de la institucionalidad de la República catalana en todo el territorio organizando los Consejos Locales por la República.

 

Cabe recordar todavía, que en una fecha reciente, este pasado mes de junio, Poble Lliure ha publicado un documento, ‘La lucha por la República catalana independiente’, donde se exponen unas líneas de acción política y los medios necesarios principales para alcanzar y mantener la independencia, que son entre otros:

 

  1. Un poder popular alternativo como embrión de la República catalana.
  2. Un movimiento independentista ciudadano y de masas con capacidad de movilización.
  3. Una institucionalidad favorable a los intereses del movimiento independentista.
  4. Unas estructuras estratégicas (culturales, económicas…).
  5. Una estructura de coordinación y de dirección del conjunto (en la perspectiva de la creación de un ‘Congreso Nacional del Pueblo Catalán’, como culminación organizativa)

 

Todos estos aspectos ya se encuentran hoy puestos en marcha y, los tres primeros, más avanzados (14*). Durante los últimos meses, por ejemplo, la presión de nuestro movimiento sobre las instituciones autonómicas está poniendo en evidencia la necesidad de su subordinación imprescindible a los intereses generales del movimiento, abandonando prácticas de colaboración con el régimen monárquico español. Y será necesario que vayamos avanzando en este sentido y en todos los medios que hemos expuesto, siguiendo el camino que nos debe llevar a la victoria. Recordaremos tan sólo, finalmente, que de la victoria de nuestra lucha depende la posibilidad también de liberación del resto de pueblos sometidos al Estado español.

 

Concluiremos así nuestra argumentación restableciendo el orden natural revolucionario que de forma tan ilusoria se ha querido transmutar.

 

NOTAS

 

(1*) Nos referimos al manifiesto “Por un pacto de San Sebastián del siglo XXI” firmado por una decena de revistas entre las que: Soberanías y Viento Sur.

(2*) Un artículo precedente de Roger Castellanos en El Món (9.11.21) “La máquina del tiempo: Soberanías, Sí-No y Pacto de San Sebastián” hace argumentaciones muy sólidas y una síntesis bastante explícita de las diferentes intervenciones remarcables entorno  de esta cuestión, recordando, por ejemplo, las aportaciones críticas de Julià de Jòdar (Las trampas de los soberanistas, Vilaweb), de Antoni Infante (España no es plurinacional. Punto!, Mundo Diario), de Marc Sallas (No al  Pacto de San Sebastián, Libertad.cat).  Últimamente todavía ha aparecido en El Temps un artículo de Albert Botran con el título «¿Por qué lo llamas San Sebastián si tienes en octubre catalán?».

(3*) Es sabido que todo poder capitalista se mantiene por medio de prácticas económicas imperialistas.  En el caso español, este aspecto imperialista es esencial, de carácter ontológico, y marca la ideología del poder y de su área próxima de incidencia.

(4*) El historiador Joan Tafalla habla, siguiendo la terminología gramsciana, de “tres revoluciones pasivas y un genocidio intercalado” en la formación del estado español [“Una mirada a la Cataluña de hoy con las gafas de Gramsci”  Catarsis Magazin 3.11.21].  Un análisis realizado desde la óptica nacional catalana pediría una valoración específica de la represión que debería integrar el genocidio franquista dentro de la persistencia histórica de una actividad represiva continuada e insistente por parte del aparato imperialista español.

(5*) La denominación ‘soberanista’ describe un espacio político que se presenta como favorable a la soberanía política del pueblo catalán entre diferentes otras formas de soberanía (alimentaria, ecológica, energética etc.),pero que se manifiesta como no favorable  a la independencia.  En otro punto de este artículo describimos la significación de ese espacio en el contexto político actual.

(6*) Para ver que el PSOE aplica la misma política económica del PP, y no se mueve del marco represivo que conocemos, basta con observar que su gobierno (apuntalado por Podemos-Comuns) no ha tocado la represiva y abusiva ley  mordaza, defiende una reforma laboral contraria a los trabajadores, ha ayudado a la evasión del rey Borbón nombrado por Franco y da un apoyo sin fisuras al Borbón hijo, defiende la continuidad de los monopolios del Ibex35, avala las grandes operaciones de la  Banca y sigue manteniendo anuladas las leyes sociales aprobadas por el gobierno catalán, etc.

(7*) Volvemos a recordar los análisis de Joan Tafalla (v. NOTA 3*) según los cuales España ha pasado por tres revoluciones fracasadas (o pasivas) y un genocidio (guerra y represión franquistas).  Y estamos aquí.

(8*) V. en el punto 1º de este artículo el concepto de Estado imperialista-capitalista y oligárquico.

(9*)  Es importante saber analizar las características de este ‘españolismo banal’ (es decir, que ha llegado  ser de masas, en el seno de la población española) para evitar simplificaciones como las que afirman que toda la población inmigrada castellanohablante reacciona siempre en  clave españolista;  o también la otra cara del fenómeno que viene a ser la justificación de la catalanofobia como una reacción emocional legítima de la población que se siente española.  No existe en los Països Catalans, por ejemplo, el derecho a no querer entender la lengua catalana.  La catalanofobia no es una suerte de opinión válida como otra;  es la expresión de un abuso nacido de la ideología imperialista, como hemos comentado.  Por otro lado, la calificación de ‘colonos’ que, desde algunas posiciones se ha atribuido a los sectores de ideología españolista de la población de origen inmigrado no ayuda a situar de forma clara las dinámicas cualitativas en este sector  de la población, del que habría que resaltar y alentar el aspecto solidario de tantas y tantas personas venidas de territorios castellanohablantes que han apoyado la defensa de la lengua y la nación catalanas.  La población de habla catalana sería mucho más reducida sin esa aportación.  Por otro lado, se sabe que ha sido en muchas ocasiones la acción decidida de los individuos más dinámicos de la población inmigrante (de distinto origen lingüístico) la que ha contribuido en más de un caso a superar los complejos de inferioridad de la población catalana que durante siglos ha sido objeto de represión y constante incitación a la sumisión.

(10*) La apoteosis de la manipulación ideológica es, en este caso, la tergiversación de las causas del bipartidismo español, atribuyendo el fenómeno de la aparición pública del españolismo más derechista (como el de Vox), a la existencia de la movilización del independentismo eximiendo, de este modo, a la oligarquía española de su responsabilidad evidente en la expansión de los sectores derechistas más rabiosamente españolistas como muro defensivo de sus intereses.

(11*) El Món 19.9.20

No s’enfadin amb Martínez, LoCasio, Forti o Juliana

(12*) La paradoja de esta campaña es que la supuesta “derecha” que sería Junts, según estas posiciones, se ha movido más que el PSOE para intentar solucionar el problema de los precios de los alquileres, por ejemplo, mientras que el gobierno español del PSOE ha defendido posiciones conservadoras.

(13*) En el contexto actual esta propuesta de Pacto se puede leer como un intento de embaucar al Pueblo Catalán con el objetivo de salvar la idea fanática de la unidad de España. Y ya hemos explicado al inicio de este artículo que la famosa unidad no es otra cosa que la cobertura ideológica para mantener unos privilegios oligárquicos o de colaboración subalterna. No está de más recordar que el Pacto de San Sebastián del 17 de agosto de 1930 tenía como objetivo rupturista claro el derribo de la monarquía española una propuesta que el manifiesto que comentamos no se atreve a encarar con claridad en ningún momento y se limita a proponer una reforma imposible sin derribar las estructuras fundamentales del poder oligárquico.

(14*) Ya hemos comentado, como poder alternativo, la construcción del Consejo por la República que no sólo se ha estado implantando en todo el territorio en numerosos Consejos Locales sino que ha desarrollado recientemente estructuras representativas con fuerza legitimadora como la Asamblea de Representantes. En cuanto al movimiento independentista ciudadano y de masas, la ANC ha establecido formas de colaboración con el conjunto de estructuras populares de organización y está trabajando por un marco unitario del conjunto. Por otro lado, el movimiento independentista es más y más consciente de la necesidad de que las instituciones creadas en el marco del Estado español (como los gobiernos y los parlamentos autonómicos) están sometidas a este Estado y se mueven en un campo de acción muy limitado y es por ello que deben concebirse de forma subordinada a los intereses generales del movimiento. En cuanto a las estructuras estratégicas (como pueden ser una Banca popular, estructuras amplias y combativas de sindicación, instrumentos sólidos y comprometidos en el campo de la lengua, la cultura y los medios de comunicación etc.), son áreas en las que independentismo está trabajando, desde hace tiempo, principalmente en el campo del reforzamiento sindical.