VIENTOS DE CAMBIO EN LAS DOS IRLANDAS
El antiguo brazo político del IRA se aproxima al poder en el Ulster y la República
Hay diversas fórmulas para alcanzar el poder, muchas de las cuales son variaciones sobre el mismo tema. En Irlanda se trata de un cóctel de paranoia e inseguridad en el Ulster, y de frustración y cansancio en la República, tan fuerte como una combinación de cerveza Guinness y whisky Jameson. Y mientras los demás partidos siguen borrachos de las glorias del pasado, el que sale ganando, a uno y otro lado de la frontera, es el Sinn Fein, antiguo brazo político del IRA.
Desde que adoptó la controvertida decisión estratégica de cambiar las bombas por las urnas, el Sinn Fein no para de crecer políticamente. Ya fue el partido más votado en los últimos comicios irlandeses, no pudiendo gobernar únicamente porque no presentó suficiente número de candidatos, y los dos partidos históricos de centro que mandan desde la formación de la República hace un siglo, Fianna Fail y Fine Gael, aprovecharon para dejar de lado sus diferencias y forjar una coalición (se rotan cada dos años para designar al primer ministro, en la actualidad MichéalMartin).
Las próximas elecciones no están previstas hasta el 2025 y muchas cosas pueden cambiar, pero en este momento nada ni nadie pararía al Sinn Fein. Una encuesta justo antes de Navidad le otorgó un 35% en intención de voto (más del 40% entre el electorado de entre 18 y 35 años), un incremento abismal sobre el 24.5% obtenido en el 2020, con sus dos rivales a enorme distancia, empatados quince puntos por detrás.
Cansancio con los mismos que se reparten el poder toda la vida, por mucho que sean los herederos de los padres de la patria (Fine Gael de Michael Connelly y Fianna Fail de Eamon de Valera), sobre todo un siglo después de la guerra civil y la partición, que a las jóvenes generaciones les suena a prehistoria. Y frustración con la falta de viviendas accesibles (los precios tanto de propiedad como de alquiler son el equivalente de los de Manhattan o San Francisco), el deterioro de la sanidad pública (más evidente con la pandemia) y los diez mil vagabundos que viven en las calles (sobre todo en Dublín). También porque banqueros y políticos han salido de rositas de la gran crisis financiera que hundió el país y lo postró a los pies del Fondo Monetario, el Banco Mundial y la UE (que tuvieron que rescatarlo de la ruina).
El avance imparable del Sinn Fein en la República responde a la popularidad de su presidenta, Mary Lou McDonald, desconectada por completo de la época en que el partido colocaba bombas (hace treinta años puso una en Downing Street), y que ha ampliado su base de los guetos pobres de clase trabajadora a los barrios de clase media, a pesar de que es la formación que está más a la izquierda (dice que subiría un 3% los impuestos a los más ricos).
Las elecciones en Stormont, el parlamento del Ulster, están en cambio a la vuelta de la esquina (mayo de este año). La inseguridad y paranoia siempre han dominado la provincia (de los unionistas temiendo que el Reino Unido los deje tirados, y de los republicanos por miedo a que el Sur considere demasiado cara la reunificación), pero desde el Brexit se ha exacerbado entre los primeros y se ha diluido entre los segundos, por una combinación de razones económicas y demográficas. Los católicos pueden ser mayoría en el próximo censo.
La mayoría de norirlandeses se opusieron al Brexit, que está resultando ser un veneno por los problemas de suministros, la burocracia y los controles aduaneros. El Partido Democrático Unionista (DUP) fundado por el reverendo Ian Paisley, hasta ahora mayoritario, cometió el error táctico de apoyar la salida de la UE, y ahora presiona a Londres para que rompa los acuerdos con Bruselas. Su apoyo ha caído en los sondeos a un escuálido 15%, con el del Sinn Fein en un saludable 26%. Si esa tendencia se hiciera realidad en las elecciones de la primavera, los hijos del IRA se convertirían por primera vez en la fuerza mayoritaria y nombrarían al primer ministro, algo que los protestantes difícilmente aceptarían (amenazan con hacer saltar las instituciones autonómicas). Ese momento de cambio existencial se aproxima más y más.
Con la paz del último cuarto de siglo la sociedad norirlandesa se ha transformado. Sigue habiendo segregación y una violencia endémicas de fondo (la policía ni siquiera entra en muchos barrios, con su propio sistema alternativo de justicia) e impera el resentimiento (hubo casi cuatro mil muertos en una población de dos millones), pero al mismo tiempo es cada vez más secular, tolerante y diversa. El feminismo y los movimientos por la igualdad y el medio ambiente han dejado huella. Un número creciente de jóvenes, de las dos religiones, no están politizados e ignoran el sectarismo.
Una victoria del Sinn Fein de ambos lados de la frontera sería una revolución en muchos sentidos y acercaría la reunificación de la isla. Algunos protestantes del norte ya se están mentalizando, y la pujanza económica de la República es un factor a favor. El Sur recuperaría los seis condados perdidos, pero heredaría una factura de 12.000 millones de euros al año, el gasto público con que Londres subvenciona el Ulster.
Una historia agitada
-Fundación y decadencia. El Sinn Fein fue constituido en 1905 por Arthur Griffith para reclamar la soberanía de Irlanda. En la década de los 20 sufre dos escisiones (Fianna Fáil y Fine Gael) y entra en una larga fase de decadencia.
-El renacer en los 70. El Sinn Fein se revigoriza en la década de los 70, muy escorado ya al obrerismo y una estrecha sintonía con el IRA.
-Una rápida evolución. En un giro estratégico que dejará heridas, Gerry Adams fuerza la disolución del IRA, la aceptación del marco constitucional británico y la renuncia a la reunificación del país.
LA VANGUARDIA