Expertos aseguran que el ejército de Asparrots no tenía posibilidades de tomar Logroño en 1521

El ejército franco-navarro de Asparrots no tenía posibilidades de tomar Logroño en 1521, ya que no contaba con la artillería adecuada, la ciudad le estaba esperando y se había preparado, e incluso se planeó mal el asedio. Así lo aseguran expertos con motivo de los 500 años de aquellos hechos.

Imagen de una batalla del siglo XVI. (NAIZ)

No contaba con artillería adecuada, la ciudad le estaba esperando y se había preparado y, como colofón, se planteó mal el asedio. Todos estos elementos explicarían los motivos por los que el ejército franco-navarro de Asparrots no tenía posibilidades de tomar Logoño en 1521. Estas son las conclusiones de varias investigaciones históricas que se han dado a conocer dentro de la conmemoración del V Centenario del Sitio de Logroño.

Esta historia arranca a finales de mayo de 1521, cuando el ejército franco-navarro se presentó ante las murallas de Logroño tras haber conseguido recuperar el Reino de Nafarroa para su legítimo rey, Enrique II, en unas pocas semanas.

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Los navarros que formaban parte de esa fuerza consideraban prioritario conservar el territorio liberado ante la más que previsible reacción de Carlos V. Sin embargo, el líder de ese ejército, el señor de Asparrots, tenía órdenes del rey de Francia, Francisco I, de continuar con la ofensiva adentrándose lo máximo posible en Castilla para intentar contactar con los comuneros que seguían en pie de guerra contra el emperador.

Pero lo que había sido un paseo militar en suelo navarro gracias a las pocas fuerzas españolas presentes en el reino ocupado y al apoyo incondicional de la mayoría de la población, se complicó ante las puertas de una ciudad que estaba esperando a ese ejército.

Así lo recogen las últimas investigaciones realizadas al calor de la conmemoración de los 500 años de estos hechos, según ha revelado el historiador y concejal de Patrimonio y Centro Histórico de Logroño, Adrián Calonge.

Leva y reparto de pólvora

Incluso antes de que el ejército franco-navarro llegara a poner un pie en Nafarroa, Logroño se estaba preparando para una posible ofensiva. «Ya en abril se hace una leva para poder tener un ejército profesional y se reparte pólvora ‘a quiñón’ entre los propios logroñeses», lo que provocó que en la ciudad «hubiera una amalgama de ejército profesional y de ejército civil», ha explicado Calonge.

Además «se reconstruye parte de la muralla y se reafirma para que no pueda haber problemas», también «se hacen lanzas, tambores y tenemos mosquetes y panaderas» e incluso se envían espías a Iruñea para contar con más información sobre los movimientos de Asparrots.

Todo ello con el objetivo de resistir el máximo tiempo posible para que se organice el ejército español que acuda a enfrentarse al franco-navarro. «Se envían cartas al resto del Consejo de Regencia, es decir, al condestable, al duque de Nájera, el conde de Haro, entre otros, para que vayan preparando el ejército», añade el historiador.

En la misma línea se trabajaba en Calahorra, que también podría ser objetivo de la fuerza franco-navarra. De hecho, según Calonge, «Asparrots duda si ir por Calahorra o por Logroño, pero si conquistaba esta última, por la vía romana llegaba en tres o cuatro días a Burgos, que era la llave de Castilla».

Finalmente, se decidió por Logroño y comenzó su intento de conquistarla lanzando «un ataque sobre el anterior puente de piedra, el conocido como San Juan, que estaba fortificado y no lo logran tomar, por lo que tienen que ir al vado más próximo. Como el de Varea no lo pueden tomar, se van al entorno de Agoncillo. Cruzan, saquean Agoncillo y Murillo de Río Leza, y posteriormente conquistan el convento de Madre de Dios», ha detallado.

Cerco y no sitio

Ante la resistencia que ofrecía la ciudad, Asparrots decidió rodearla. El historiador señala que las últimas investigaciones apuntan a que lo que se efectuó fue un cerco y no un sitio, como tradicionalmente se ha sostenido, un matiz que se debe a que el ejército franco-navarro «no consigue rodear toda la ciudad».

Esa circunstancia hizo que «la mayor parte de los combates se llevaran a cabo en la zona Este, la que corresponde, más o menos, en la actualidad por el entorno del Hospital de La Rioja y Madre de Dios».

Calonge asegura que el asedio «no estaba muy bien planteado» y que incluso los cañones con los que contaba Asparrots para doblegar la resistencia de la ciudad, «por su tipología, no podían disparar más de dos o tres veces al día». Una potencia de fuego escasa para lo que requería la empresa.

A las alturas del 11 de junio, mientras se sucedían los combates, «se atisban los primeros jinetes del ejército imperial, en este caso al mando conjunto del conde de Haro y el duque de Nájera». A partir de ahí, el grueso de esa fuerza fue llegando a Logroño. Estaba compuesta por «casi 20.000 soldados, a los que se unirían unos 3.000 o 4.000 de Logroño», mientras que Asparrots contaba con entre 12.000 y 15.000 efectivos.

Ante el brusco giro que se había producido en el escenario de la lucha, el ejército franco-navarro emprendió la retirada, seguido de cerca por las fuerzas españolas, que le terminarían derrotando el 30 de junio en la batalla de Noain.

Mientras Nafarroa era reconquistada por Carlos V, en Logroño se empezaba a afrontar la reconstrucción del entorno con el apoyo incondicional del emperador, que decidió premiar su resistencia concediéndole unas «primeras prebendas, que son dar dinero para la construcción del Revellín entre 1522 y 1524».

En 1523, siguieron las recompensas imperiales con «más prebendas, nos quitan impuestos y, sobre todo, se termina de diseñar el escudo; ya teníamos el puente y la orla, y se nos concede una sobre orla azul y la flores de lis», ha concluido el concejal de Patrimonio y Centro Histórico de Logroño. Un último recuerdo de lo que ocurrió hace 500 años.