El maldito lío de la lengua

La lengua es uno de los factores más importantes de la conciencia nacional; no el único. Por encima está la voluntad de ser una nación. Y ésta no nace sólo de la lengua. Los suizos tienen una fuerte identidad nacional y hablan diferentes lenguas, cuatro de ellas, oficiales, alemán, francés, italiano y retorrománico; diecinueve repúblicas latinoamericanas hablan la misma lengua y se consideran naciones distintas; incluso como Alemania y Austria.

Cuando la voluntad existe y la nación trata de afirmarse y protegerse mediante un Estado, la lengua se convierte en la herramienta fundamental, la única posibilidad de sobrevivir. Es el caso de Cataluña. Ya lo dijo Joan Maragall, «la nación es la lengua». La lengua en la que está escrito el pacto entre quienes fueron, quienes son y quienes serán, que decía Burke; la ligazón de la conciencia nacional catalana. Por eso hace más de trescientos años que el principal objetivo español es hacer desaparecer el catalán. Sin lengua, ninguna nación catalana. Sin nación, ninguna independencia. Sin independencia, ninguna nación.

Aprovechando los flashes de alarma de los datos sobre la decadencia del uso del catalán, ERC ha aprobado los presupuestos generales del Estado a cambio de haber blindado una cuota de catalán del 5% de los productos de unas plataformas televisivas. Todo el aparato de propaganda de ERC, los medios públicos y gran parte de los privados, presentan este ridículo resultado como el gran hito del nuevo Talleyrand, Rufián, cuando es más escaso que el famoso ratón parido por la montaña porque todavía se encuentra en los limbos de las promesas del presidente Sánchez. Es decir, el resultado es parte del proyecto español de desnacionalizar Cataluña mediante un bilingüismo que es la muerte del catalán.

En principio, un partido independentista debería exigir el blindaje del 100% del catalán como única lengua oficial de Catalunya, además de pedir el derecho de autodeterminación porque sólo la independencia garantizará la supervivencia de la nación catalana.

Si esto no se produce, no es necesario aprobar los PGE, salvo de que lo que se trate sea apoyar el sometimiento colonial de Cataluña.

PALINURO

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