La apreciación por el euskera

No hace mucho leí en prensa un artículo sobre el euskera y su empleo que denostaba su empleo, pero cuyas concreciones ya no recuerdo. En realidad para que su empleo decayera ya desde el siglo XVI no hicieron falta prohibiciones. Hay que ser muy crédulo para aprobar un testamento, un matrimonio o un contrato notarial en castellano (hoy español) cuando el que lo firmaba y aceptaba no lo conocía. Ese hecho llevaba a que los testigos del acto notarial (obligatoriamente en castellano) solían llevar por testigos del documento a sacerdotes, abades y/o personas cercanas que conocieran la lengua en que se inscribían sus bienes o decisiones comerciales o póstumas. La obligatoriedad pues no se dictaba. Se ejercía y siguió haciéndose en los siglos siguientes.

En Baztán sus ayuntamientos se constituyeron tras la Constitución de 1978 y se ejercieron mayoritariamente en las 2 décadas siguientes por candidaturas que provenían ideológicamente de componentes que provenían del régimen anterior y que ejercieron en el gobierno municipal de Baztán durante el tiempo citado. Me tocó ser concejal de la oposición el año 1983, año en que se había planteado hacer la ikastola, y a la que el gobierno que llevaba el ayuntamiento no arrancaba para aprobar el proyecto, por lo que se dio un enfrentamiento en el que se estuvo a punto de llegar a las manos, cuando admitidos por la Guardia Civil los cursos infantiles dentro del ayuntamiento en un día que caía aguanieve, y ya en estudio normalizado dentro del edificio, vinieron gentes convocadas por quienes eran mayoría en el municipio a sacar las sillas y expulsar a los críos cuando la parte que defendía el estudio el euskera eramos erdeldunes.

Recuerdo muy bien lo que pasó porque se estuvo a punto de llegar a las manos. En mi relación comercial y de amistad con ganaderos (la mayoría de los asistentes) mantuve conversación con algunos de ellos sobre el porqué se oponían al estudio en euskera y sus razonamientos fueron que no querían que sus hijos sufrieran los desprecios que ellos sufrieron y mayormente recordaban de la mili, donde eran dedicados a labores de limpieza, atención del ganado y/o eran desgajados de las relaciones grupales.

El resultado claro de la represión silenciada sobre el euskera llegó a conseguir la excelencia de su desaparición del empleo de la lengua. Llegué a tratar en el comercio de Pamplona en alimentación sobre unos 100 despachos de alimentos cárnicos y de ellos solo encontré 2 establecimientos con euskaldunes y su oriundez era de Azpilkueta. De ahí que el euskera vivía sus últimos momentos de relación pública cuyo fin se ha impedido gracias al entusiasmo popular y de quienes lo impulsan.

Hoy leo en prensa que el PSOE se abre al uso de la lenguas co-oficiales en el Congreso, y ahí va mi dedicación de estos recuerdos para que los trabajos realizados y a realizar sean fecundos. Esto no se va a conseguir con leyes que permitan la obligación de notariar los documentos en castellano sino de profesionalizar todas las instituciones. Lo demás me lleva al recuerdo de la educación que recibimos en Baztán hasta los 9 años, cuando nuestras profesoras exclusivas fueron monjas traídas de Pamplona para abajo y que prohibían hablar en «vascuence» para aprender el castellano. Llamada de toque o no a las actuales instituciones para que como ellas dicen «Navarra es Navarra» y el euskera hasta los navarros aprendieron y lo usaron.

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