Presumimos de ser una ciudad verde. Pero nuestro modelo es ajardinado (decorativo y ornamental), gasta mucha agua, no protege la conservación de hábitats ni funciones ecológicas y muchas de esas hectáreas no compensan ni la subida de temperaturas ni la sequía ni el gasto que producen en su mantenimiento. El riego automático es un gran sistema urbano, caro, que continuamente da problemas, con el consiguiente gasto de más: chorros que en vez de dirigirse hacia el césped van al asfalto. Medianas de césped con un gran gasto de agua diario. Riego a las horas de más calor. Numerosos escapes por deterioro del sistema de tubos. Zonas de los accesos a la ciudad regadas solo para que el visitante se lleve una buena impresión… El manto de césped que disfrutamos es una falacia. Sin riego, amarillaría en cuestión de días. En cuanto al consumo de agua doméstico, consumimos 100 litros al día. Pero para que el agua bruta llegue a nuestros grifos como potable es necesaria una estructura de 1.500 km de tuberías, 137 depósitos, 5 estaciones depuradoras, 7 estaciones de bombeo y 1.700 km de colectores más energía fósil para tenerla en funcionamiento y mantenerla en activo. Y más de medio millar de puestos de trabajo. Nuestras zonas verdes urbanas y nuestro consumo de agua también son fosilistas. Por otro lado, el río Elorz este verano ha muerto. Los peces agonizan en charcas que cada vez tienen menos oxígeno. Su posibilidad de que el desastre ecológico no vaya a más es que suelten agua del canal de Navarra. Una solución humana temporal. Lo que necesita la comunidad es que llueva también al otro lado de la vertiente cantábrica. Podemos decir que a escasos 30 km al este de nuestra ciudad ya ha comenzado la desertificación y que ese modelo fosilista de jardín urbano nos mantiene en una fantasía, porque Iruña también se está desertizando. ¿Por qué ya no llegan las nubes cantábricas hasta Iruñerria? La Navarra Atlántica no ha tenido verano. ¿Qué relación tiene este fenómeno con la isla de calor que hemos creado en la cuenca?
La reforestación es una herramienta relativamente sencilla de la que disponemos para amortiguar las emisiones a la atmósfera y suavizar el cambio climático: frena la desertificación, aumenta la fertilidad del suelo, retiene humedad, protege del viento y las temperaturas extremas y favorece la biodiversidad. Puede suponer un motor de crecimiento, empleo y producción de alimentos. No es la panacea contra los retos medioambientales, pero en Iruña, territorio con aire sucio, cada vez más caliente y seca, es imprescindible para luchar ¡con sinceridad! contra el cambio climático. Existen iniciativas en el Estado, como la de Lugo Biodinámico. Ha supuesto un proceso de resiliencia urbana contra el cambio climático, percibiendo este cambio como una oportunidad social en la que integrar los criterios ecológicos en el modelo de ciudad. Ha conseguido limpiar el aire, disminuir el ruido, minimizar oscilaciones de temperatura y humedad y un sorprendente aumento de la biodiversidad. Y ha creado huertos urbanos productivos. Oficialmente ya está reconocido que las temperaturas están subiendo y que nos estamos quedando sin agua. Es por eso que refrescar nuestra ciudad y optimizar al máximo nuestro uso del agua son criterios políticos prioritarios para nuestra comunidad, aunque todavía no los hayamos hecho conscientes. Aunque grupos de poder los ignoren premeditadamente. Deberíamos hace de Iruña un territorio más forestal no ajardinado. Y para esto es necesario voluntad política, apoyo social, fondos, sensibilidad e imaginación. Y del proceso podría crearse riqueza y empleo. Y algo muy importante, ilusionar a la ciudad con el futuro. Pero además, ante la disminución del petróleo barato en un futuro muy próximo no va a haber energía para mover tanto coche privado como ahora. Por eso muchas carreteras y aparcamientos en superficie van a perder sentido. El sistema de movilidad para vehículos, de asfalto, no retiene el agua y aumenta el calor urbano. Y está reconocido por el mismo ayuntamiento que vamos a necesitar más sombra y otro tejido urbano que retenga la humedad. Las calles que ya no necesiten los coches debieran ser convertidas en corredores forestales que nos protejan e incluso den alimento, asegurando por supuesto el acceso de vehículos a cada portal (transporte de voluminosos, ambulancia, bomberos…). Debiéramos instaurar en nuestra inteligencia social la idea de que debemos refrescar Iruña y mimar el agua de la que disponemos. Y centros educativos, partidos políticos, empresas, sindicatos, medios de comunicación debieran comprometerse con ello. Porque se supone que trabajan por el común. Y sin agua, no hay vida para nadie.
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