¿Es más importante hablar español que ser un buen médico?

Un señor con el que comparto apellido, Montesinos, y que me dicen que es el vicesecretario de comunicación del PP, ha impartido una conferencia de prensa en la que atacaba el gobierno de su país porque se rumorea que puede que el Estado español considere ceder la gestión de los MIR -los médicos internos residentes- a la Generalitat de Cataluña.

Su gobierno, el de Pedro Sánchez, ya ha dejado claro que esto no pasará de ninguna manera, pero como habían corrido algunas informaciones en este sentido el tal Montesinos se ha enganchado fuerte. Tanto que, literalmente, ha llegado a preguntarse en voz alta algo así de absurdo: «¿Vale más y es más importante para el gobierno de España saber catalán que ser un buen médico?» Fíjense en la construcción verbal: lo dice como si una cosa excluyera la otra.

El maestro Bibiloni, siempre tan atento a que no nos cuelan ni una, le respondió ágilmente en su Twitter, poniendo el dedo en la llaga: «¿Por qué no preguntan si es más importante saber español que ser un buen médico?». Es casi la misma pregunta, pero, tal como nos enseñaron los movimientos anticoloniales, suena completamente diferente y tiene un significado liberador, de denuncia. Con el viento a favor, Gabriel Bibiloni sólo necesita remachar el clavo: «No defienden la calidad de la medicina: combaten el catalán».

Vayamos por partes. En cualquier lengua del mundo se puede ser buen médico. ¿O es que nos pondremos ahora a discutir eso? Por lo tanto, al igual que se puede ser buen médico hablando en español, es indiscutible que se puede ser buen médico en chino, en swahili, hablando la lengua de los yanomami, en ruso o, evidentemente, también en catalán. Y sabiendo esto, ¿qué sentido puede tener presentar como opciones opuestas ser buen médico y saber catalán?

Aún más: sabiendo esto podemos preguntarnos si, cuando lo presenta así, el tal Montesinos del PP, ¿intenta implicar que si hablas catalán, no puedes ser buen médico? Porque, si es así, el ridículo -constatable con la realidad- no puede ser mayor, pero resulta que estamos ante un caso de racismo de manual, de una muestra evidente de xenofobia que hay que denunciar como tal, sin miedo a que suene grueso -por la simple razón de que implica pensar que una población, y toda la gente de esta población, sólo por el hecho de hablar una lengua concreta es incompetente para ser normal y para hacer con normalidad las cosas que otras poblaciones del planeta hacen. Tales como ser médico.

¡Ah! Pero, resulta que según el ínclito Millo somos nosotros la secta que necesitamos una cura de desprogramación… Sí, hombre, sí.

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