Donibane Garazi, 1521: la matanza española en el castillo y la vengativa ejecución de Juanikote

Tras la derrota del ejército legitimista en la batalla de Noain en 1521, los españoles decidieron terminar de reconquistar el reino ocupando Nafarroa Beherea. En Donibane Garazi, los invasores tomaron a sangre y fuego el castillo y ejecutaron con especial saña a su alcaide, el capitán Juanikote.

Hace quinientos años, su victoria en la batalla de Noain hizo que los españoles decidieran reconquistar el viejo reino incluyendo Nafarroa Beherea. En ese territorio aplicaron al máximo los rigores de la invasión en la sangrienta toma del castillo de Donibane Garazi y posteriormente en la vengativa ejecución de su alcaide, el capitán Juanikote.

Con los restos del ejército franco-navarro en retirada tras la debacle de Noain, los legitimistas se aprestaron a defender Nafarroa Beherea de los conquistadores españoles. Al mando del castillo de Donibane Garazi quedó el experimentado capitán bajonavarro Juanikote.

Su nombre completo era Juan de Arberoa, contaba entonces unos 50 años y estaba casado con María de Ozta, originaria de Tiebas. Como otros navarros que querían hacer carrera militar, había combatido seis años en Castilla, hasta alcanzar el grado de capitán de infantería en el ejército español.

Adscrito al bando beaumontés, había participado con los españoles en la conquista de Nafarroa en 1512 a las órdenes del duque de Alba e incluso se encargó de destruir los molinos de Uharte y Gorraiz durante el primer intento de recuperación del reino protagonizado por los Albret ese mismo año.

Sin embargo, en mayo de 1521 y como sucedió con otros beaumonteses, juró lealtad al rey Enrique II de Nafarroa en manos de Lesparre cuando se produjo la liberación del reino.

El capitán Juanikote luchó el 30 de junio por los legitimistas en Noain y se refugió en la capital tras la derrota. Desde Iruñea partió hacia Donibane Garazi para hacerse cargo de la defensa de su fortaleza, situada en lo alto de la colina que domina la población. Para ello, se rodeó de fieles soldados navarros que, decían, le seguirían hasta la muerte. No fue una promesa en vano.

El castillo que debía defender constaba de una gran torre del homenaje rodeada de un recinto con cuatro torres menores y que no estaba preparado para la guerra moderna basada en la artillería. A pesar de ello, Juanikote se encerró en él con entre 300 y 400 soldados. Entre esos navarros figuraban el señor de San Martín y el capitán Jaso, veteranos legitimistas que venían combatiendo por los Albret en diversos escenarios de la conquista.

Mientras, los españoles fueron reuniendo tropas con las que reconquistar Nafarroa Beherea. A los soldados castellanos se sumaron tropas aragonesas que no habían llegado a tiempo de combatir en Noain y el conde de Lerín reunió a varios centenares de hombres de su bando reclutados por los capitanes Donamaría, Ursua y Mayo.

Tras congregar a unos 6.000 infantes, 550 jinetes y ocho piezas de artillería, el coronel Diego de Vera y el conde de Lerín abandonaron Orreaga el 15 de julio en dirección a Donibane Garazi.

Una vez rebasado el castillo de El Peñón, que había sido abandonado por la guarnición navarra, los invasores se presentaron al día siguiente en la capital del territorio. Tras ver rechazada su petición de rendición de la fortaleza, comenzaron a emplazar la artillería.

Juanikote pedía refuerzos a los franceses y a Enrique II, pero el temor a un ataque español a Baiona y a otros lugares próximos hacían que el capitán solo pudiera contar con los 300 hombres que le acompañaban.

El 20 de julio, los tres grandes cañones de asedio de los españoles empezaron a batir el castillo, desde donde los legitimistas respondían con su artillería. Al mismo tiempo, los invasores habían cavado una mina que alcanzó la base de la muralla. Tras poner explosivos, la volaron, abriendo una gran brecha en las defensas de la fortaleza.

Lanzados desde la muralla

Entonces comenzó el asalto, que fue brutal, con muchos de los defensores siendo lanzados muralla abajo en una auténtica matanza. Las estimaciones de navarros muertos en el combate iban desde la mitad de los legitimistas, según cálculos franceses, a tres cuartas partes de los defensores, según el embajador portugués en Amberes. Por su parte, los embajadores ingleses hablaban de que tres centenares habían sido «lanzados por encima de la muralla con mucha crueldad», según testimonios recabados por el historiador Peio Monteano. Como se puede comprobar, la noticia de la masacre se extendió por el continente.

Una vez tomada la plaza, el coronel Vera y el conde de Lerín se retiraron de Donibane Garazi dejando una pequeña guarnición de cien hombres en el castillo. Sabían que un ejército francés podría llegar en próximas fechas a la zona y no querían verse atrapados.

En su regreso a Iruñea se llevaron la mayor parte de la artillería con la que contaba la fortaleza y a los pocos supervivientes del ataque, entre los que figuraban el propio capitán Juanikote, el señor de San Martín y el capitán Jaso. Los dos últimos y la mayoría de los prisioneros consiguieron huir sobornando a sus custodios y siguieron combatiendo sin tregua por Enrique II de Nafarroa.

Pero esa opción no era posible para el capitán Juanikote, que estaba especialmente vigilado al ser un auténtico trofeo de guerra y porque los españoles querían realizar un escarmiento ejemplar con él.

Completamente encadenado llegó a Iruñea el 25 de julio, aniversario de la entrada del duque de Alba en la ciudad en la que él mismo había participado precisamente del lado de los españoles.

 

Ahorcado y descuartizado

A continuación fue juzgado y se le condenó a muerte por traición señalando que era un capitán del ejército español que se había pasado al enemigo.

El viernes 26 de julio, le sacaron de su prisión y tras ser atado a una reja de hierro, varios caballos lo arrastraron por las calles de la ciudad hasta llegar al cadalso levantado en la Taconera.

Antes de ser ahorcado, se le permitió decir sus últimas palabras ante las personas congregadas para ver su ejecución. Sereno, dijo que él no era un traidor, porque nunca había jurado a otro príncipe excepto al rey de Nafarroa, su señor natural. De esta manera, Juanikote estaba recordando que había servido en el ejército español pero como un soldado profesional, no como un súbdito de la Corona española, ya que era navarro y como tal sólo había jurado fidelidad a Enrique II.

A continuación, el verdugo le puso la soga al cuello y le ahorcó. Acto seguido, su cuerpo fue descolgado y descuartizado. Los trozos del cuerpo del capitán Juanikote fueron colocados en las principales puertas de la ciudad y su cabeza, en lo alto de una picota. Un claro mensaje para aquellos que pudieran plantearse seguir siendo fieles al legítimo rey de Nafarroa.

Juanikote murió como un delincuente, en la horca, y su ejecución dejó un profundo recuerdo en Iruñea, aunque siempre se habló de él con respeto y recordando su grado de capitán y su decidida defensa de Donibane Garazi.

https://www.naiz.eus/…/donibane-garazi-1521-la-matanza…