Vicens Vives y la construcción de una ideología de la cordura (‘el seny’)

Uno de los grandes aciertos del autonomismo fue fosilizar nuestra mirada histórica en aquellas visiones que, crecidas durante el franquismo, reforzaban las vertientes menos combativas del carácter y la historia de los catalanes. Aún más: que por el contrario, prácticamente criminalizaban los episodios de lucha colectiva por los mismos derechos como un arrebato, nada representativa de nosotros mismos. En este sentido supongo que la obra más representativa es el Noticia de Cataluña de Jaume Vicens Vives.

Maestro de algunos de los mejores historiadores de la segunda mitad del siglo XX catalán (Joan Regla, Josep Térmes, Josep Fontana…), tengo la percepción de que la mirada personal de Vicens Vives a la historia de Cataluña todavía atenaza demasiado la percepción que tenemos de nosotros mismos como pueblo. En ello pensaba hace unas semanas cuando leía el libro publicado por el president Pujol sobre sus conversaciones con Vicenç Villatoro. Las citas continuas a Vicens Vives (de las que conté siete u ocho), su entronización como el hombre que ha entendido mejor Cataluña me reafirmó en la idea de que el pensamiento del historiador gerundense es mucho más central de lo que parece en el nuestro espíritu colectivo.

Quizá me equivoque gravemente, pero releyendo en las últimas semanas’ Noticia de Cataluña’, aprendiendo con su ‘Industriales y políticos’ o repasando ‘Los Trastámaras’, la impresión que me queda es que el trauma de la Guerra Civil y el entorno franquista y represivo en que levantó su gran obra, son inseparables de la visión política que él construye de nuestra historia. Por fuerza su obsesión con la guerra civil catalana del siglo XV está íntimamente ligada a su experiencia durante la guerra del 36-39.

Quizá por eso en la obra de Vicens Vives, la reiteración de la idea de que no hemos sabido lo suficiente y que las desgracias que nos han sucedido son básicamente culpa nuestra es muy recurrente. En la página 172 de ‘Los Trastámaras’ lo llega a decir explícitamente: «La culpa de la guerra civil fue mucho de los catalanes». También es bastante explícito al famoso capítulo de ‘Herramienta y trabajo’ de ‘Noticia de Cataluña’, en el que en pleno franquismo escribía sobre las relaciones entre catalanes y castellanos: «nuestras justas críticas a su sistema, tanto peor recibidas porque no siempre han sido presentadas con delicadeza «.

Es decir, el problema de las reivindicaciones catalanas ha sido la falta de tacto en expresarlas? Es obvio que este extremo es falso (presentadas con tacto o sin siempre han recibido el rechazo de las instituciones hispánicas), pero permite dar cobertura ideológica a aquellos que afirman que los catalanes no nos hemos explicado suficientemente bien o que deberíamos hacer más pedagogía de nosotros mismos. Un pensamiento que podía tener cierto sentido en 1980 (personalmente creo que tampoco), pero que seguro que resulta autoinculpatorio si nos la aplicáramos en pleno 2021 después de 40 años de democracia formal, dos Estatutos fallidos, boicots comerciales y la política represiva del estado.

Esta mirada autoinculpatoria es básica en el pensamiento de Vicens Vives, como se demuestra en el famoso capítulo sobre la relación de los catalanes con el minotauro (el poder político de Estado con mayúsculas) para criticar la falta de intervencionismo de los catalanes en la política de la corona hispánica XVI-XVII o del Estado español en el XIX. Primero porque prácticamente culpa los mismos catalanes de la monopolización del poder por parte de Castilla tras la unión dinástica. Después de que en un giro kafkiano, no duda en culpar de nuevo los catalanes de que durante la construcción del Estado español moderno durante el siglo XIX, este se diseñara la jacobina manera siguiendo la voluntad de Madrid y de la gran Castilla, es decir España.

Dice Vicens Vives (‘Noticia de Cataluña’, página 162): «Desde mediados del siglo pasado Cataluña vivió una experiencia irreal: la de un pueblo que se niega a intervenir en la vida política y en controlar el poder del Estado. Pasamos por alto (?!?!) el movimiento revolucionario de 1868 a 1874 que llevó al poder a tantas personalidades catalanas, empezando por Prim y Figuerola y terminando por Figueras, Pi y Margall y más de treinta gobernadores civiles». ¡Un momento! ¿Cómo es posible que sea compatible decir que los catalanes nos negamos a intervenir en la política española y al mismo tiempo menospreciar el único momento de los últimos 300 años en los que el Estado se configuró con criterios y liderazgos catalanes con la expulsión de la dinastía borbónica, la llegada de Amadeo de Saboya y la 1ª República española de 1873? ¿Qué sentido decir que los catalanes no queríamos intervenir en la gobernación del Estado español si la única vez en la historia que el gobierno español ha tenido primeros ministros catalanes, hubo tales campañas de catalanofobia que aún son recordadas hoy?

En el párrafo siguiente la cosa empeora porque llega a culpar a los propios catalanes (¡de nuevo!) del fracaso de la 1ª República española: «Los catalanes que mandaron en España durante la Revolución de Septiembre incurrieran en la equivocación de creer que Castilla y Andalucía estaban tan evolucionadas como su tierra propia «. Más allá de si es cierto o no (habría que tener un conocimiento que claramente me falta sobre ese preciso momento histórico) sorprende, porque de nuevo, la idea implícita es que no supimos suficiente, que el fracaso de la 1ª República española es de los catalanes.

Más allá de eso, el silencio e incluso el desprecio de Vicens Vives sobre la Cataluña del siglo XVI y XVII, que puede deberse a la falta de historiografía sobre la época en el momento que él escribía, es hoy una laguna terriblemente grave. La mirada medievalizante que vierte, choca de lleno con el trabajo de grandes historiadores posteriores a él como Eva Serra, Víctor Ferro, Antoni Simon, Ángel Casals, Miquel Perez Latre o José Capdeferro, mucho más capaces de intuir un embrión con potencialidades democráticas a la altura de la Inglaterra o la Holanda del momento.

Una breve chapuzón en el discurso de Eva Serra en 2015 sobre ‘La potencialidad democrática de la Cataluña histórica’ sirve para entender a qué me refiero; hablando de las Cortes catalanas de 1705-6 dice: «legislaron la inviolabilidad de la correspondencia, el derecho de reunión, la inmunidad de personas por sus decisiones y opiniones en reuniones institucionales, contra las detenciones arbitrarias, el cumplimiento en los plazos de las condenas o la jurisdicción civil por encima de la jurisdicción militar sobre la población». Leer Los orígenes ideológicos de la revolución catalana de 1640 de Antoni Simon, también da una visión lejana de la decadencia que apuntaba Vicens Vives, y que le sirve para minimizar el desastre del Decreto de Nueva Planta de Felipe V, Simon pone en valor un país ideológicamente muy vivo, con unas instituciones en constante conflicto político con la monarquía hispánica y luchando para, precisamente, evitar la decadencia de ser gobernados desde la corte de Madrid.

Y es que esta es otra de las tónicas en la obra de Vicens Vives, tratar como inevitables aquellos hechos de nuestra historia que han acabado laminando el poder político catalán. Lo hace con el Decreto de Nueva Planta, y lo hace con el Compromiso de Caspe, en una interpretación de los hechos que ya no es asumible teniendo en cuenta la historiografía más reciente (imprescindible escuchar el capítulo de ‘En Guardia’ con Ernest Belenguer sobre el tema), o incluso la historiografía algo posterior a él, y es que el libro de Ferran Soldevila sobre el Compromiso de Caspe publicado por la Editorial Dalmau en 1965 ya contaba con pelos y señales cómo el uso del ejército para parte de Fernando de Antequera y las maniobras del Papa Luna (el cismático Benedicto XIII) y del San Vicente Ferrer fueron decisivas para la elección de la casa Trastámara como nuevos reyes de Aragón y condes de Barcelona.

Más preocupante resulta con ojos actuales su mirada bastante positiva en el siglo XVIII, el del Decreto de Nueva Planta y el fin de las instituciones catalanas, como un siglo de reforma y en que la cordura vuelve a tomar el control de nuestra vida co lectiva. Hay que entender el momento en el que escribe, pero sin embargo, pensar que unas cuantas generaciones de catalanes han tomado la mirada de Vicens Vives como la mirada canónica a nuestro pasado, explica por qué estamos donde estamos y la resignación aún es moneda corriente entre parte de nuestras clases dirigentes.

Los constantes adjetivos positivos versados ​​sobre todos aquellos personajes o acciones que han intentado influir en España sin romperse hay contrastan con la negatividad sutil que impone a todos los movimientos de resistencia contra el centralismo español. La dialéctica del buen catalán, lo que tiene sentido común y obedece Madrid a pesar del maltrato, versus la resistencia y los intentos de romper con Madrid o al menos de enfrentarnos a él, supuestamente de forma arrebatada (‘rauxa’)

En este sentido, no sorprende que ni en ‘Noticia de Cataluña’ ni en ‘Industriales y Políticos’ Vicens Vives no haga mención del cierre de cajas. En el fondo es un episodio que rompe todo su relato, y que demuestra cómo la menestralía, la gente de cordura según él, y la resistencia a los abusos del Estado español, bien pueden ir de la mano como sabemos los que hemos vivido en Cataluña los últimos años. El rol de Manuel Duran I Bas, enfrentándose con el gobierno español del que formaba parte y dimitiendo para defender los derechos de sus conciudadanos durante el cierre de cajas, es totalmente obviado por Vicens Vives; expone demasiado claramente la falsa dicotomía entre la cordura y el arrebato de los catalanes. En la misma línea, tampoco sorprende que todas las laminaciones del derecho civil catalán superviviente a la Nueva Planta, Vicens Vives apenas dedique unas líneas, mientras directamente ni menciona todas las prohibiciones contra la lengua catalana durante el siglo XIX, que resulta imposible de creer que desconociera. El objetivo es en todo momento construir un edificio ideológico que legitime un nuevo intento de intervenir en la política española mientras se minimiza el asedio constante y gratuito contra la identidad catalana.

Termino. Vicens Vives es y será uno de los mejores y más interesantes historiadores de nuestro país, pero después de leer algunas obras con ojos de 2021 he querido escribir este artículo para, como mínimo, contextualizar una mirada historiográfica que a pesar de ser importante, fue escrita en pleno franquismo y por tanto no puede ser la única imperante, porque a menudo nos lleva a una visión de nosotros mismos que encuentro castradora y exageradamente autoinculpatoria.

Por todo ello me pregunto si no tenía razón Eva Serra cuando decía que «la historia científica de Vicens no tenía pretensiones nacionales catalanas; su preocupación era España y una explicación histórica de la articulación Cataluña-España». «El sueño de Vicens era en definitiva una región catalana dentro de una España europea». El mismo Vicens Vives, en el prólogo de ‘Noticia de Cataluña’ no engaña a nadie y decía que su libro versaba sobre: ​​»el porvenir de Cataluña, que conlleva ‘nolens volens’, el porvenir de Castilla y España».

Así pues creo que la concepción de Cataluña de Vicens Vives, mucho más hispánica que europea, ha sido la base ideológica para justificar durante décadas la pertenencia de Cataluña a España en nombre de la cordura. El elogio de la sumisión y la crítica constante a los episodios resistenciales del pueblo catalán no son casualidad. Tengamos en cuenta esta carga ideológica cuando lo leemos y pongámoslo en contexto de la magnífica labor que la historiografía catalana ha hecho las últimas décadas.

Eso sí, de Vicens Vives nunca debemos olvidar su amor por Cataluña, su afán por construir una mirada historiográfica a la altura de los retos del siglo XX y que en la extensión de su obra se rezuma lo suelta como quien no quiere la cosa hacia el final del ‘Noticia de Cataluña’, que «en Cataluña, el móvil primario es la voluntad de ser». Es decir de sobrevivir a pesar de todos los intentos para aniquilar seleccionados. Críticas ideológicas aparte, su liderazgo generacional llega hasta nuestros días y hay que reconocer el mérito del edificio que construyó a pesar de la oscuridad del franquismo.

Algunos libros de interés:

Noticia de Cataluña, Jaume Vicens Vives, 1960, Ed. Vicens Vives / La Bolsillo
Los Trastámaras, Jaume Vicens Vives, 1956, Ed. Vicens Vives
Industriales y políticos, Jaume Vicens Vives, 1958, Ed. Vicens Vives
Eva Serra, por la revolución catalana, Albert Botran (Ed), 2020, Ediciones de 1979
Los orígenes ideológicos de la revolución catalana de 1640, Antoni Simon, 1999, Publicaciones Abadía de Montserrat
La formación de una identidad, Josep Fontana, 2014, Eumo Editorial
La formación de la Cataluña Moderna (1640-1714), Eva Serra, 2018, Eumo Editorial
Entre el rey y la tierra, Miquel Perez Latre, 2001, Eumo Editorial

Aleix Sarri

Aleix Sarri I Camargo (1985) licenciado en Biotecnología y Master en Relaciones Internacionales. De 2011 a 2018 pasó media vida en Bruselas trabajando como asesor del eurodiputado Ramon Tremosa en el Parlamento Europeo. Ha publicado ‘La Unión Europea en peligro’ (Dèria-Pórtico) y es co-autor de ‘La Europa que han hecho’ fracasar (Pórtico). Asesor de Carles Puigdemont al Parlamento Europeo y miembro de la ejecutiva de Juntos. En Twitter: @aleixsarri.

NACIÓ DIGITAL