El escarnio del Liceu

La farsa de este lunes en el Liceu es una nueva provocación del Estado destinada a recordar a los catalanes quién manda y puede utilizar su poder de manera arbitraria y condescendiente, y quién se debe arrodillar ante el inquisidor de turno y mostrarse arrepentido. Citar el ‘Ara mateix’ (‘Ahora mismo’) de Miquel Martí i Pol (1) es la prueba definitiva de ello. La mascarada del Liceo fue un verdadero «acto de fe», lo que conocíamos con la expresión castellana ‘auto de fe’. Es decir, una fastuosa ceremonia multitudinaria organizada por la Inquisición para hacer públicas las sentencias -que a menudo acababan con la ejecución pública de los condenados-, acompañadas de un sermón donde se recordaba cuál era la verdadera fe colectiva, cuáles eran los riesgos de apartarse de ella y donde se forzaba a los reos a abjurar de sus pecados y mostrar arrepentimiento.

Podría ser que el acto se hubiera pensado expresamente para humillar y escarnecer a los presos políticos en su propia casa, y entonces se entendería la solemnidad disfrazada de magnanimidad perdonavidas. Pero no se puede descartar que Pedro Sánchez y los suyos se hubieran llegado a convencer de que podían hacer pasar la bufonada por un gesto de concordia, recurriendo a este estilo de homilía curil en la que tanto sobresale el presidente español. Si fuera este segundo caso, todavía quedaría más claro que siguen sin entender nada de lo que es Cataluña y de cuál ha sido su historia de resistencia. Y, sobre todo, que no se dan cuenta de qué ha pasado desde que con su arrogancia habitual -liderada por el ínclito Alfonso Guerra- hicieron fracasar la reforma de Estatuto que había propuesto el Parlament de Cataluña en 2005. O son cínicos, o son ciegos…

Que el acto del Liceo era un escarnio lo muestra el hecho de que quien apoyó la intervención de un Parlamento democráticamente constituido, quien aplaudió el encarcelamiento de su gobierno y quien sigue avalando la persecución judicial y política de miles de catalanes, es decir, quién ha sido y es corresponsable, ahora dice que viene a perdonar a los vencidos. Decir que hay que respetar un pacto constitucional que el mismo TC rompió, es indecente. Reducir el conflicto que hemos vivido a un ‘juguete’ que ahora deberíamos olvidar, es un insulto. Este lunes Sánchez ofrecía un «edicto de gracia», como hacía la Inquisición, para que los herejes confesaran, con la colaboración de las autoridades locales y, pasado el período de gracia -como también era habitual-, confiscarles las propiedades.

Para más vergüenza, lo que ha presentado Pedro Sánchez son unos indultos parciales y reversibles. Hablan de perdón, pero se trata de un perdón condicionado, un perdón a medias, un perdón con penitencia. Es decir, son unos indultos que quieren reafirmar el acierto de la sentencia y, de paso, advierten de que si no se portan bien les retirarán el perdón y volverán a entrar en prisión. Es decir, más allá de la liberación de los muros de la prisión, que hay que celebrar, se les pone un dogal al cuello esperando que con una ejemplaridad cobarde contribuyan a ahogar toda esperanza de liberación nacional.

El acto del Liceo no es de ningún modo una muestra de la debilidad del Estado. Todo lo contrario, es un ‘A por ellos’ institucional, una nueva muestra de altivez insensible donde la zanahoria sustituye, temporalmente, al palo. La jugada es tan torpe que nadie podrá decir que no la ha visto, por mucho que tengamos una pequeña parte del país dispuesta a aplaudirla con adulación. Que el pecador se disfrace de confesor que perdona, que el delincuente se disfrace de víctima generosa, no es la mejor manera de hacer creer que llega un nuevo tiempo de concordia y reencuentro.

Nunca he sido favorable del «cuanto peor, mejor» propio de los tiempos del PP. Pero me temo que la piel de cordero del PSOE de ayer anuncia un «cuanto mejor, peor» para los derechos nacionales de los catalanes. El tiempo lo dirá.

(1) https://noesuntimo.blogspot.com/2012/10/ara-mateix.html

ARA