Estimado Oriol, últimamente has dicho y has escrito cosas sobre las que quisiera hacerte algunas consideraciones. Antes, sin embargo, déjame decirte que no sólo siento mucho el cautiverio que sufres, sino que son muchos los artículos que llevo escritos denunciando la violación de los derechos humanos que supone el encarcelamiento o el exilio que sufrís tú y el resto de miembros del govern de Cataluña, así como Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, por parte del Estado español. Hace temblar que en el seno de la Unión Europea haya un Estado que tiene exiliados y presos políticos por haber cometido el crimen de poner las urnas al servicio de la ciudadanía. Pero no es un espejismo. Este Estado violador de los derechos humanos existe y se llama Estado español, y las leyes con las que justifica vuestro encarcelamiento o exilio son totalitarias y contrarias al derecho internacional.
Dicho esto, o precisamente por ello, no me gustó nada la humillación vergonzosa que le hiciste a Marcela Topor, esposa del president Puigdemont, el 18 de enero de 2019, cuando te visitó en la cárcel. Ella venía a veros, pero tú no la quisiste recibir. ¡Increíble! ¿Te lo imaginas al revés? Quiero decir, ¿te imaginas al president Puigdemont encarcelado humillando a tu mujer? Yo no, y tú tampoco. Hay cosas que van con el tipo de persona que se es, ¿sabes? Tampoco me gustaron las declaraciones que hiciste intentando menospreciar y desprestigiar al presidente Puigdemont y demás exiliados en el sentido de que lo que sería de valientes es someterse al martirologio de la prisión, y de cobardes, no querer someterse a la justicia franquista española y exiliarse en un Estado democrático de Europa. No lo decías así, claro. Sería demasiado fuerte y te falta valor. Lo decías de manera más sibilina, despreciando incluso a Meritxell Serret, de tu partido, que también se había exiliado. ¿No será que con la ayuda de Pedro Sánchez, para que el discurso de tu partido no chirríe, que ella ha vuelto del exilio sin haber sido detenida, no? Qué cosas que pasan, tú. Queda Marta Rovira, es verdad. Pero ella, para España, es una independentista buena, porque marca distancias con el president Puigdemont y Waterloo, donde están los independentistas malos. En otras palabras, no estorba. Como tampoco la hace Anna Gabriel.
Junts y la CUP son, desde el punto de vista español (y también del de las voces mediáticas de ERC), los «radicales», los «alocados», los «descerebrados». Esquerra, mira por donde, es la cordura. Lo dicen incluso PP y Ciudadanos. A quién se le ocurre, defender la unilateralidad teniendo al otro lado un Estado que es el gran referente de la democracia en el mundo, un Estado que utiliza la palabra y no la porra con la disidencia, un Estado que dialoga con los disidentes en lugar de exiliarlos, encarcelarlos o perseguirlos, un Estado que no tiene ningún inconveniente en amnistiar a los represaliados por el Proceso y en reconocer el derecho de autodeterminación de Cataluña. De un Estado así, sólo pueden venir cosas buenas y la unilateralidad sería una afrenta que no se merece. por eso ERC, es el partido supuestamente antagónico mejor valorado por el Gobierno de España, porque, como nuevo pujolismo, dice que la independencia «ahora no toca» y que lo que toca es la famosa Mesa de Diálogo que debe marcar un retorno a la vieja política autonomista de «pájaro en mano», de la que, no tengamos ninguna duda, saldrá la libertad de Cataluña. Sólo es cuestión de portarse bien, ser sumisos y de hacernos fotos con los poderes fácticos españoles como las que se hace Pere Aragonés. Basta con escuchar los elogios que salen de la boca de Pedro Sánchez, Carmen Calvo, Miquel Iceta, Salvador Illa, Teresa Cunillera o Eva Granados, carceleros todos ellos con 155 llaves, así como de Fomento y del Círculo de Economía. Dime quién te quiere y te diré quién eres. Parece mentira, tanto miedo que les metía ERC años atrás y resulta que ahora se ha convertido en su mejor aliado para exigirnos obediencia, desactivar el independentismo y llenar de alegría y felicidad el corazón de los catalanes, en general, haciéndoles ver los inmensos beneficios de la autonomía, la dependencia y el cautiverio.
Hace nueve años, el 8 de noviembre de 2012, justo antes de las elecciones, en una entrevista que te hizo Mònica Terribas en el diario Ara, tú, Oriol, decías: «Nosotros estamos convencidos de que negociar con el Estado español no tiene ningún sentido, porque el Estado español siempre incumple todos los acuerdos a los que llega y no es de fiar». Y añadías: «Nos engañará, porque lo ha hecho siempre. […] Si ERC ganara las elecciones por mayoría absoluta el 25-N, proclamaríamos la independencia desde el Parlamento esa misma semana, porque estamos convencidos de que no se hay que distraerse, que no podemos perder el tiempo, que tenemos empresas que cierran cada día, que tenemos autónomos que deben retirarse cada día, que tenemos tiendas que mañana no abrirán y trabajadores que se quedan sin trabajo». Todo esto lo decías tú, Oriol. Tú.
A Mónica Terribas le contestabas esto: «El Estado español no negociará nunca con una parte de sí mismo. Mientras sea una negociación entre un Estado y una Comunidad Autónoma no hay nada que hacer». Entonces, Mònica Terribas te interpela diciéndote que, por tanto, «debemos actuar como si fuéramos independientes, desobediencia sistemática», y tú le respondías: «Claro, tenemos que actuar de tal manera que lo que diga el Tribunal Constitucional no condicione la voluntad de los ciudadanos de Cataluña». Palabras tuyas, Oriol. Palabras de Oriol Junqueras.
No es lo único que has dicho en el mismo sentido, sin embargo. Ahí es nada, ¿sabes? Decías sin rodeos que España nos roba. En un discurso que hiciste rodeado de público, decías: «Y cuando estemos a punto de la victoria, el Estado nos comprará. O al menos lo intentará. Nos dirá: ‘Hombre, es un problema de impuestos, ¿no? Mira, a partir de ahora, sólo os robaremos la mitad de lo que os hemos robado hasta ahora». (Grandes aplausos) […] «Debemos tener claro que la independencia no se pide, no se pacta, ¡se proclama y se defiende!».
No es necesario que te diga que yo compartía estas palabras. Pensaba que no te las creías, y que todavía se las creían menos quienes manejan el cotarro de tu partido, pero el concepto sí lo compartía. ¡Naturalmente! Desde entonces han pasado algunas cosas, bastantes sí. Incluso has ido a la cárcel sin haber hecho nada. Nada de nada. Bueno, sí que hiciste cosas. Por ejemplo verte con Pedro Sánchez, a escondidas del president Puigdemont, en el año 2016. Y el president Puigdemont se preguntaba entonces: «¿Qué quiere Junqueras? Ser el president de una Cataluña autonómica? ¿O es que les da miedo continuar con el enfrentamiento con el Estado?». ¿Era por eso que cuando fueron mal dadas no querías dar la cara en rueda de prensa y que incluso Meritxell Borràs te dijo: «¡Oriol, parece que te escondes!»?
Todo ello enlaza muy bien con tu reciente artículo del 7 de junio, «Mirando el futuro», un artículo que parece de tal manera dictado por Pedro Sánchez, no sólo por lo que dices, sino también porque es la sumisa genuflexión que te ordena para abrirte las rejas. En el artículo dices: «La mejor vía es la escocesa, la vía del pacto y el acuerdo». Y remachas el clavo añadiendo: «Porque sabemos que otras vías no son viables ni deseables en la medida en que, de hecho, nos alejan del objetivo a alcanzar». Y aún más: «Sería una ingenuidad creer que el diálogo político con el Estado dará frutos tangibles de forma inmediata». Magistral, Oriol. Y como hay para años y generaciones, de lo que se trata es de manejar las migajas de esta autonomía tutelada que tenemos con la zanahoria de la ‘mesita’ de diálogo que, como diría Bram Stoker, atravesará océanos de tiempo.
Permite que te diga que la comparación con Escocia es tramposa, dado que Escocia tiene el conflicto con el Reino Unido, no con el Estado español. Pero es que, además, resulta ridículo comparar el Estado español con el Reino Unido desde el punto de vista democrático. Tan ridículo como comparar China o Turquía con Suiza.
Es muy significativo, Oriol, que, a pesar de estar en la cárcel, hicieras lo imposible para asistir a la toma de posesión de Pere Aragonés, y que, en cambio, te escondas días después del Uno de Octubre en la primera reunión del gobierno de la República. El president Puigdemont, como explica el periodista Xevi Xirgo, estaba asombrado: «La reunión más importante que debemos tener, la primera reunión de la República que pedíamos todo el tiempo, ¿y el vicepresident no viene? ¿Y ni siquiera me lo dice? Se ha marchado sin decirme nada». Todo el mundo comentaba tu espantada, Oriol. Incluso Marta Rovira no sabía qué decir ni qué cara poner. ¿Tanto miedo tenías? Me parece que en ese momento no vas a medir suficientemente lo que diría la historia de aquella espantada. Después de todo, tampoco te sirvió de nada; España te encarceló igualmente.
Como te he dicho al principio, me parece abominable lo que te han hecho a ti y al resto de presos. Había (y hay) ganas de hacer daño, de destruir vuestras familias y de humillarnos a todos, y sólo puedo desear vuestra libertad. Quiero que seas un hombre libre milites en el partido que milites y que libremente puedas escribir o hacer las declaraciones que quieras aunque yo discrepe. ¿Qué es la vida, sin discrepancia? ¿Y qué sería del arte en todas sus manifestaciones? No es extraño que los poderes totalitarios sean enemigos. Por eso encarcelan la disidencia, para reeducarla y, como si fueran enfermos mentales, hacer volver a los disidentes a la ‘normalidad’.
Sin embargo, hay presos políticos para los que la prisión del Estado carcelero no sólo no debilita sus convicciones, sino que las fortalece aún más. Hay otros, en cambio, que, habiendo asimilado con excelencia la reeducación, se enamoran del carcelero, cantan sus bondades y, desde entonces, se dedican a predicar la buena nueva entre los suyos. A esto la psicología lo llama el síndrome de Estocolmo. Yo tuve una relación con una chica de ese país del norte. Estocolmo es una ciudad preciosa que te recomiendo, llena de gente educada y amable, y muy acogedora.
EL MÓN