Hablamos con el lingüista madrileño Juan Carlos Moreno Cabrera sobre la situación del conflicto nacional español
Juan Carlos Moreno Cabrera (Madrid, 1956) es doctor en filosofía y letras y catedrático de lingüística general en la Universidad Autónoma de Madrid. Es uno de los estudiosos de prestigio en la crítica contra el imperialismo lingüístico. Es autor de dieciséis libros de este ámbito, y ha trasladado la misma crítica, claro, a la política, que es su raíz. En 2019 publicó «Determinación nacional» (Voliana Edicione), un ensayo sobre la lucha por el derecho de autodeterminación de Cataluña y la reacción del nacionalismo españolista en el período que va de 2009 a octubre de 2018 (1). Hemos hablado de ello para actualizar su visión sobre la situación del conflicto nacional español.
– ¿Hay una especie de nacionalismo madrileño representado por Isabel Díaz Ayuso?
– No. Es el nacionalismo españolista de siempre. Otra cosa es que ella tenga una serie de ambiciones dentro de su partido. Pero Madrid es el centro del nacionalismo español. Sobre todo a raíz del proceso en Cataluña, ha habido una reacción españolista tremenda, furibunda.
– Hizo emerger la cuestión nacional a la superficie.
– Sí. Aquí se presentó el proceso como un ataque directo a España. Porque el nacionalismo español, que aquí es generalizado, consiste en decir que las otras naciones no son naciones. Y cuando una nación, como es el caso de la española, se basa en la negación de las otras, esto sólo puede provocar conflicto. El nacionalismo españolista es excluyente y etnocida, porque niega que la nación catalana exista. El problema es éste, y no Cataluña.
– Estos días se repite mucho la idea de que ya se avisó que la represión contra el independentismo, después la recibirían otros. ¿Qué opina?
– Es así. En el juicio del proceso estaba Vox. Allí esto ya se advirtió. La permisividad con la extrema derecha y el fascismo ha sido absoluta. El nacionalismo españolista hizo que se considerara normal la participación de Vox. Pero si le das vía libre, el fascismo no se detiene. Y como tampoco se ha buscado la manera de contenerlo, ahora sufrimos las consecuencias. Existe el peligro real de que el franquismo esté a las instituciones de Madrid. Es aterrador.
– La izquierda española, ¿también ha legitimado la extrema derecha? Comparándola con el independentismo, por ejemplo.
– Sí. Al final del franquismo, tanto el PSOE como el Partido Comunista reivindicaban el derecho a la autodeterminación de las naciones del Estado español como un derecho fundamental. Es una reivindicación antifranquista y fundamental, y la izquierda la ha ido abandonando. Igual que la reivindicación de la disolución de los cuerpos represivos. Porque estamos en un Estado semipolicíaco donde la Guardia Civil y la Policía Nacional son un poder autónomo. Abandonándolo, la izquierda ha abonado el terreno de todo lo que vemos ahora.
– ¿A que atribuye, este abandono?
– En la transición decidieron de no forzar demasiado la máquina porque decían que había riesgo de involución. Y apoyaron la monarquía y que no se desmantelaran las estructuras de poder franquistas. Entonces decían que era coyuntural. Para salir del paso y evitar males mayores. Pero era una claudicación ante el posfranquismo. La izquierda claudicó ante el posfranquismo. Y se ha visto que no era algo táctico, sino permanente. El PSOE es uno de los principales partidos que apoya la monarquía, una de las principales instituciones de Franco. El Estado español no es auténticamente democrático, porque hay cosas que no se han resuelto democráticamente.
– ¿La izquierda española claudica porque, a pesar de creer en estos principios, tiene miedo de perder apoyo en el resto del Estado, o es un problema de fondo porque ni siquiera lo cree?
– Es un problema de fondo. La izquierda se aleja de la clase obrera, de las clases desfavorecidas por el capitalismo. Se desconecta con un parlamentarismo que establece una muralla para con la lucha de los obreros, de los pensionistas o los desempleados. Y entonces se va haciendo más reformista y menos revolucionaria. Un ejemplo: los CDR. Una auténtica movilización popular. Podemos nunca les ha dado apoyo. ¿Resultado? El apoyo a Cataluña en Común no es lo que esperaban.
– Mucha gente se hizo independentista por la «claudicación» de los socialistas. En 2015, Podemos reclamaba un proceso constituyente autodeterminista y el derrocamiento del régimen. Ahora están en el gobierno español y nada de nada. Más bien pasos atrás.
– Por eso: se han desconectado del pueblo. Y cuando se han integrado emn el gobierno han seguido el mecanismo imperante, que se basa en la opresión de un pueblo sobre otro. Entre otras injusticias, que hay muchas. Judiciales, ecológicas. Pero esta es una, y ellos han dejado de luchar.
– Podemos cree en la unidad de España. Y el ‘status quo’ le confiere un privilegio que quizás le desmotiva a comprometerse con la autodeterminación.
– Hablan de nación de naciones y disparates semejantes. Pero la única forma posible de unidad es que una Cataluña independiente decida unirse al Estado español. Si no, la unidad no es democrática. Si una Cataluña independiente decidiera volver, la relación sería de igual a igual. Ahora la relación es de dominante a dominado. Y esta unidad a mí no me interesa. A ellos no lo sé. A mí no.
– También han tendido a asociar el derecho de autodeterminación con un componente burgués.
– Claro que existe un componente burgués en la reivindicación del derecho de autodeterminación. Porque es un derecho transversal. Y en un pueblo hay obreros y empresarios. Si un pueblo lo reivindica, será transversal. Otra cosa es que para conseguir la independencia de Cataluña hace falta una revolución política, que no debe ser por fuerza violenta, y, por supuesto, la burguesía no es revolucionaria, evidentemente. Y debe de tener más dudas. Si se permite que la burguesía lleve la voz cantante, es menos probable que haya la revolución necesaria para que se reconozca la autodeterminación de Cataluña.
– Hablemos de lengua. Una parte del independentismo dice que para crecer hay que dirigirse en castellano a los catalanes castellanohablantes. ¿Qué opina?
– Entiendo que hay que captar votos. A mí no me importa que utilicen el castellano. El problema es que hay que reconocer que el catalán en Cataluña es una lengua claramente dominada. Y no puede dejar de serlo porque el castellano tiene una maquinaria tan grande por detrás que cualquier lengua que conviva con él siempre estará en peligro de sustitución. No estaría mal partir de la base de que en Cataluña casi todo el mundo entiende el catalán. Pero ocurre que hay mucha gente con un vínculo afectivo con el castellano. Y la política trata de tocar la fibra sensible. Ahora, esto que ha hecho Ciudadanos es agresivo: arrinconar el catalán en el Parlamento y hablar allí siempre en castellano. Pero no creo que sea el caso de ERC.
– ¿Cómo se resuelve, pues, este dilema entre no ser agresivos con el castellano y al mismo tiempo asumir que el catalán no recuperará posiciones si el castellano no retrocede?
– Hay que decir la verdad. Y la verdad es que para que el catalán pueda recuperar el terreno perdido durante décadas, incluso siglos, es imprescindible que el castellano reduzca su dominio y sus ámbitos de uso. Porque no podemos pensar que las dos lenguas acabarán equiparadas si el castellano no renuncia a parte de su dominio. No vale sólo con la actitud buenista de decir «ah, utilizaremos el catalán». La única manera de reavivar el catalán es hablándolo. Pero esto debe implicar una limitación del castellano. Los nacionalistas españoles interpretan esto como una imposición. Pero no tiene razón: el castellano es una de las lenguas más potentes del mundo.
(1) https://www.voliana.cat/llibres/determinacio-nacional/
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