El papel de la ANC

El tiempo vuela y la ANC convoca una nueva asamblea general a la que se someterá otra hoja de ruta. Es un texto mucho mejor escrito de lo que suelen ser este tipo de textos, y se recogen una serie de propuestas, algunas muy nuevas e incluso imaginativas, que denotan la voluntad de la Asamblea de volver a tomar la iniciativa y dejar de ir tan a remolque de la represión española como vamos desde el 155 hacia acá. La Asamblea reivindica que ha sido el alma central del proceso y con este documento parece que quiere demostrar que lo puede volver a ser. Les invito a leerlo y a tratar de ilusionarse nuevamente como nos sentíamos ilusionados cuando la nuestra era una revolución de sonrisas.

Pero también puede ser que la sonrisa se le hiele en la cara como me ha pasado a mí al constatar que el documento, junto a las virtudes que he mencionado y muchas más que se le pueden encontrar, tiene unas carencias demasiado estructurales y de fondo para cambiar la inercia que nos arrastra. Es de esperar que, en la asamblea que lo ha de trabajar, los militantes de la ANC pongan el alma y lo mejoren tanto como haría falta. Al menos, en aspectos tan centrales como estos dos que pondré de ejemplo.

La nueva hoja de ruta repasa los antecedentes del movimiento hasta la victoria electoral del 14 de febrero, y dedica suficiente espacio a describir la situación de bloqueo que provoca «el nivel de confrontación y descalificación entre las candidaturas, que lejos de favorecer el debate genera cansancio, desmovilización y decepción». Debo decir, sin embargo, que esta denuncia del partidismo de los partidos, que de eso se trata, me ha parecido esencialmente retórica. Porque he encontrado que se tenía un cuidado exquisito en evitar que de la descripción se pudiera extraer cualquier reproche y que, al mismo tiempo, se admitía este escenario como una especie de fatalidad inevitable en la que hay que resignarse a nadar. Vaya, que no he percibido, aunque fuera entre líneas, que al ANC esté dispuesta a volver a poner firmes a los partidos si siguen desentendiéndose de su compromiso con el Primero de Octubre y con los respectivos electores.

Pero esto no es todo. Me ha llamado la atención hasta alarmarme la displicencia con que la nueva hoja de ruta trata el Consejo para la República. Que no se menciona hasta el párrafo 132 (de 200), y además para ponerlo como ejemplo de la confrontación entre los partidos. Más allá de esto, se le reconoce, sí, que debe tener un papel fundamental en la proyección exterior del caso de los catalanes. Y para de contar.

Se constata la necesidad de constituir «una agencia catalana dedicada a la recaudación de recursos» y a funcionar como caja de resistencia, complementaria de la caja de solidaridad, pero ignora que el Consejo creó hace un año, para hacer frente a la pandemia en el pico de la primera ola, un fondo republicano de acción solidaria. Se enumeran muchos de los objetivos con los que se puede construir la siguiente fase de la confrontación, pero no se hace ninguna mención de la reflexión que, sobre eso mismo, ha planteado el Consejo en el documento programático «Preparémonos». Y se reclama que «hay que promover la creación de redes locales» que integren «de manera confederada las entidades y agrupaciones locales que comparten el objetivo de la independencia», despreciando el papel que ya hacen, ahora mismo, en este sentido, los Consejos locales impulsados ​​por el Consejo para la República, con la participación activa de muchos militantes de base de la misma ANC.

Entonces, ¿a qué jugamos? La hoja de ruta afirma que «el independentismo no está ni fragmentado ni confrontado» y que «quien lo está es su representación política». Pero al mismo tiempo la ANC, a la vista de esta propuesta, es incapaz de situarse más allá de su propio afán de protagonismo, y se niega incluso a incorporar en su descripción de la actual correlación de fuerzas la realidad que ya es el Consejo para la República, un organismo con una indiscutible visibilidad internacional y la fuerza de cerca de 100.000 inscritos y decenas y decenas de Consejos Locales organizándose para comenzar a convertir nuestra república en realidad en la calle.

He tenido la impresión de que es como si hubiera que volver a aquellos momentos iniciales de la ANC, cuando, para avanzar, fue imprescindible que sus fundadores intercambiaran papeles sin saber quien los escribía. Porque el exceso de personalismo y demasiados agravios de campanario amenazaban frustrar el proyecto. Y, mientras tanto, la independencia continúa esperando que nos decidamos a dar el paso.

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