El 9 de marzo se cumplen 20 años del decreto que puso fin al servicio militar en el Estado español. Una victoria tras 15 años de lucha insumisa en los que la música sirvió como impulsora y como testigo.
La tradición antimilitarista en la música es anterior al movimiento por la insumisión, pero ambas se deben a la lucha de los primeros objetores políticos en los años 70. Artistas como Víctor Manuel, Adolfo Celdrán o Cecilia ya habían cantado a los soldados que no querían luchar. Para frenar el apoyo social que cosechaba el Movimiento de Objetores de Conciencia, el PSOE creó en 1984 una Ley de Objeción de Conciencia (LOC) parcial y estética que buscaba deslegitimar los argumentos de los activistas ofreciendo soluciones parciales.
Surge en este contexto el movimiento insumiso, cuyo objetivo es impedir la ejecución práctica de esa Ley de Objeción de Conciencia. La música volvió a prestarse como vehículo para concienciar a un público joven, que era al final quien debía tomar los mayores riesgos cuando fuese llamado a filas. Así, los zaragozanos Misión Imposible retrataban la sórdida vida del recluta en su tema “Mili no”. En 1988 muchas bandas de punk rock participan en el disco Rock Anti Mili. Cada vez más grupos se unen al movimiento.
La LOC establecía un tribunal que juzgaría a cada objetor, delimitando el derecho a objetar de forma arbitraria. En 1985, casi 3.000 objetores enviaron cartas idénticas redactadas colectivamente alegando su intención de objetar. Tres años después, la cantidad de objetores se acerca a los 10.000 casos. Enviar cartas colectivas impedía al tribunal juzgar casos individuales. En la práctica, o rechazaban a todos, evidenciando el fraude que suponía la ley del PSOE, o aceptaban a todos, demostrándose su incapacidad. Durante los primeros años, el criterio fue aceptarlas todas, librándose así cientos de jóvenes de tener que tomar las armas.
Para animar a los jóvenes a luchar colectivamente, las bandas introducen a las organizaciones en sus composiciones. Reincidentes publicaría en 1991 su tema “Mili KK”, compartiendo nombre con el colectivo antimilitar. En el 93, Kojon Prieto y los Huajalotes lanzan un himno, “Insumisión”. En ella aconsejan a los jóvenes: “Si te sales del rebaño; y no te va el uniforme; vete directo al MOC. O si no, vete a Kakitzat; que te informan y te explican; lo que es la insumisión”. Los pamplonicas también dicen “no me gusta la corneta, pa’ eso me hago de la ETA”, una estrofa por la que hoy te puede caer una pena similar a los dos años y cuatro meses de cárcel a los que se exponían los jóvenes insumisos.
A pesar de que el movimiento había comenzado a mediados de los años 80, es a comienzos de los 90 con la participación española en la Guerra del Golfo cuando crece en apoyos. El espíritu antimilitar se expresaría desde las formas sutiles del dúo Amistades Peligrosas en “El príncipe valiente” a la más explícita “Ninguna bandera”, de Barricada o las soflamas del floreciente anarcopunk estatal.
Pronto se establece una clara diferencia entre los jóvenes quintos e insumisos y los militares, un antagonismo que también reflejaban los pioneros del rap en español Codigo Mortal. Con su “Rap de la Mili” en 1989 proponían: “Solución; un ejército profesional; ¿o si no? Supresión del servicio militar”. En la misma línea, la banda A Palo Seko declaraba en su “Deserción”: “Que arriesguen ellos su vida, que vayan al frente a luchar; ellos que han elegido la carrera militar”. Ska-P se enfrentan al “Sargento Bolilla”, que les espeta en la canción que nunca serán buenos militares, en un cuadro que recuerda a las viñetas de Historias de la Puta Mili de Ivà.
El apoyo social también era clave. Militantes y artistas se presentaban en los juicios a los insumisos para autoinculparse por haber inducido a los jóvenes a rechazar la mili, forzando a los jueces a condenarlos y dar mayor repercusión a los juicios. El cantautor catalán Lluis Llach sería uno de ellos. Llach incluso grabó “Insubmís” con colaboraciones de insumisos para hacer los coros. Otros artistas de su generación también pondrían su música al servicio de la causa. Víctor Manuel incluiría su tema “Cruzar los brazos” junto con Miguel Ríos para el disco en directo El gusto es nuestro. Estos artistas a los que la obligación del servicio militar les quedaba lejos usaron su credibilidad para mostrar que los insumisos no eran los chavales nihilistas y vagos que el gobierno y los medios querían dar a entender, sino jóvenes concienciados contra el militarismo. Autores consagrados apoyaron en su disco debut a Javier Álvarez, que en “Uno, dos, tres, cuatro” también animaba a los jóvenes a rehuir la mili.
En 1993 se publica Grita Insumisión, un doble casete con 57 temas de bandas diferentes y acompañado de un libreto de letras antimilitaristas. Para entonces hay más de 9.000 insumisos en el Estado. Terminada la Guerra del Golfo, muchas canciones pasan a señalar las repercusiones del servicio militar en la vida de los jóvenes. Chicharrica lo compara con un secuestro como ya hicieran Reincidentes en “Secuestro legal”. Soziedad Alkoholika dice en “Mili mierda” “no pienso perder todo un año” y los metaleros Obús hablan de “doce largos meses” en su “Zona militar”. El cantante de Obús lanza con su otra banda, Saratoga, el tema “20 años”.
La juventud de los insumisos es otro argumento que perjudica a la imagen de jueces y políticos. Los conquenses Kuero también lo reflejan en su tema “Desde niño”. Los conciertos de temática insumisa se suceden, incluyendo la celebración en Bilbao del Intsumisio Eguna, que se realizó desde 1994 hasta 2001.
Mientras, el PSOE intenta poner en funcionamiento la Prestación Social Sustitutoria (PSS). La oposición de los insumisos a la PSS es doble. Por una parte, su duración de 18 meses frente al año de mili evidencia su carácter disuasorio. Además, se trata de tiempo de trabajo gratis, no un servicio civil. La idea del gobierno es minar el apoyo de los trabajadores desempleados a los objetores. En su “Muy mal rollo II” la banda Maniática lo explica: “La PSS quita puestos de trabajo; y ya somos tres millones de paradas, sin sindicato, sin sueldo y obligadas”. Skaparapid anima a los jóvenes a pasar tanto “de lo militar” como “de objetar” en “Insumisión”. Con el mismo título, la canción de Club Negro reza “ni civil ni militar”.
En 1997 y ya con el PP en el poder, el gobierno empieza a tener problemas para ubicar a los reclutas de la mili. Se calcula, además, que para entonces hay casi 800.000 objetores a los que no tienen dónde asignar para cumplir el servicio sustitutorio, ayudados por colectivos y ONG que ponen trabas para colaborar con el Estado. Y a eso se suman miles de insumisos.
La investidura de Aznar que se pactó con CiU tuvo la eliminación del servicio militar como condición, lo que lleva a más jóvenes que nunca a desertar u objetar, sabiendo que si prolongan la cuestión un par de años, la mili será abolida y quedarán libres de obligaciones. La situación insostenible lleva al ejecutivo a adelantar su final, terminando con ella en un Decreto Ley el 9 de marzo de 2001.
La organización de los grupos por la insumisión, más allá de las muchas militancias que la conformaban, permitió en apenas 15 años lo que a comienzos de los 80 parecía una utopía: la abolición total del servicio militar obligatorio. Fue gracias a la determinación de quienes se sacrificaron a penas más duras y prolongadas que la propia mili y al empeño de una sociedad civil que no dejó que la pusieran en contra de sus jóvenes. Su ejemplo despertó una solidaridad que mantuvo uno de los pocos frentes que derrotó, sucesivamente y hasta gran victoria, al poder y los vestigios del franquismo. Su lucha no terminó ahí, fue el mismo colectivo antimilitarista fuertemente equipado el que organizó en 2003 las multitudinarias protestas contra la guerra de Irak. 20 años después de aquel triunfo único, hay pocos rincones del poder satisfechos con el papel que decidieron jugar. Por eso es en la memoria de la lucha, inmortalizada en versos solidarios y rabiosos, donde podemos encontrar la inspiración para seguir luchando.
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EL SALTO