El complejo fabril de la azucarera en los años 50-60 Foto: Col. Arazuri AMP
Con la llegada del ferrocarril a Pamplona en los años sesenta del siglo XIX se fue conformando alrededor de su estación del Norte lo que podríamos considerar como el primer polígono industrial de la ciudad. Tejerías, serrerías, talleres y almacenes fueron ocupando la zona. Fue allí donde, aprovechando que también pasaba por allí la importante vía de comunicación de la capital con Gipuzkoa, el ultzamarra Domingo Eugui Elso puso una venta y pensión muy utilizada por comerciantes, carreteros y tratantes de ganado ya que contaba con cuadras a propósito. Se localizaba nada más pasar el puente Nuevo de Cuatro Vientos y era llamado parador de Sta. Engracia ya que allá había estado el convento de las Clarisas de dicho nombre, hasta su demolición en 1823. Sin embargo, la gente lo conocía como la venta de Domingo Chiqui apodo con que se llamaba a su dueño.
La venta y posada de Domingo Chiqui en 1890 detrás del puente Nuevo. Foto Col Arazuri AMP
Domingo además del parador y pensión tenía taberna y tienda en donde vendía diversos productos, por ejemplo, grano, cal hidráulica o algunas curiosidades como tabla para construir trillos y sobre todo vinos y licores. En 1893 su local sufrió un terrible incendio que marcaría el inicio de una historia jalonada por varios incidentes similares. La venta fue rehabilitada contando con ayuda vecinal, por suscripción popular, acto de solidaridad muy corriente en la época. Con idea de ampliar su negocio de posadero y la venta de grano o vinos al por mayor y por menor, en 1897 solicito permiso para instalar en un local anexo una caldera para cocer vinos, brisas y los residuos que resultan de la elaboración de vinos. Este sería el comienzo de la actividad de destilación que terminaría dando origen a la fabricación de azúcar de remolacha por sus sucesores. Domingo Chiqui falleció en 1910 a causa de una fortuita caída mientras se encontraba haciendo “negocios” en Elizondo.
Su hijo Carlos Eugui Barriola, que ya participaba activamente en el negocio familiar tomaría entonces las riendas del mismo. Poco antes había sido elegido además concejal del ayuntamiento de Pamplona por el partido liberal y como gran negociante que fue sería el verdadero protagonista de esta historia. Ya en 1912 demandaba en prensa la compra de dos calderas de vapor para incrementar la cantidad de destilado de vinos y licores. Además, comenzaba a vender en su establecimiento los novedosos abonos minerales, los superfosfatos producidos en la cercana factoría de la sociedad Abonos Químicos.
En 1918 solicitaba la licencia para montar una fábrica de alcohol desnaturalizado, licencia que le fue concedida por el ministerio de Hacienda. Comenzó a destilar alcohol a partir del jugo de remolacha fermentado, remolacha que compraba a los agricultores fundamentalmente de la zona media de Navarra ya que la cultivada en todo el tercio sur de Navarra iba a parar a las grandes azucareras de Marcilla y Tudela. Poco a poco el cultivo de la remolacha se fue también extendiendo a zonas como Puente la Reina o Sanguesa. Incluso el propio Carlos Eugui fomentó el cultivo de regadío de remolacha en zonas cercanas a Pamplona. Para ello hizo un largo canal desde la presa de la Biurdana para regar campos en la zona de Ororbia y Arazuri y otro canal a partir de la presa de Ibero para la zona de Etxauri. Poco a poco se fue, pues, haciendo con una buena porción del mercado de la remolacha y, mirándose en el espejo de las grandes azucareras riberas, decidió en 1925 introducirse en el negocio de la fabricación de azúcar. La situación de su futura instalación fabril tan cercana a la estación del Norte era muy favorable a la recepción de la materia prima, aunque su gran hándicap era que la industria del azúcar estaba ya copada, desde el punto de vista empresarial por los tres grandes trusts, la Sociedad General Azucarera (SGAE), Compañía de Industrias Agrícolas (CIA) y Azucarera del Ebro y la competencia con ellos era muy difícil. Sin embargo, los agricultores productores de Navarra, Aragón y Rioja descontentos con la presión de precios y cupos de las grandes empresas se unieron formando La Unión de Remolacheros, unión que consiguió gran poder político creándose comisiones para consensuar y velar por el cumplimiento de contratos y control de precios.
Anuncio en Anuario del Comercio de 1929
Esto favoreció a la proyectada Azucarera de Pamplona, que no se integraría en los grandes grupos empresariales al tener menor capacidad de molturación. Una vez montada la fábrica y tras un par de campañas de prueba hizo un contrato para la de 1929-30 con la Unión Remolachera por un precio de 80 pesetas/tonelada, precio superior a los de las grandes empresas con lo que rápidamente incrementó su actividad. Sin embargo, su capacidad de molturación, cercana a las 30.000 toneladas/año y una producción de azúcar alrededor de las 3.000 toneladas/año siempre fue menor al de las otras grandes azucareras, Tudela y Marcilla. Con esta última disputaba la recogida de la materia prima en la zona de Caparroso pero puede decirse que en general hubo un buen entendimiento entre ambas. Además del azúcar, con las melazas continuó con la producción de alcohol desnaturalizado. Tan solo unos meses después de ponerse en marcha sufrió un importante incendio provocado por un operario que tenía diferencias con su patrón y que tras el incendio se suicidó de un disparo. Las pérdidas fueron cuantiosas, pero pronto se restableció la producción.
La fábrica ocupaba un total de 8.800 metros cuadrados entre la vía férrea, y las carreteras de Gipuzkoa y San Jorge y contaba con un total de 16 edificios para distintos usos, constituyendo de esta forma un verdadero complejo fabril. El mayor de ellos era el que albergaba la maquinaria propia para la producción de azúcar que daba a la carretera de San Jorge, pero además tenía naves o pabellones para la destilación de alcohol, para la difusión, lavado, fermentado de la remolacha, para su almacenaje o la fábrica de licores. Para la producción de vapor de agua necesario en el proceso de la destilación poseía dos grandes calderas generadoras Babcock Wilcox y la consiguiente chimenea de ladrillo que en aquellos siempre marcaba la silueta de cualquier instalación fabril. No podemos obviar las bodegas, repletas de depósitos, algunos metálicos y otros de grandes barricas de madera montadas in situ en el propio taller de tonelería. En la parte cuyas fachadas daban a la carretera de Gipuzkoa se encontraban los edificios que desde el siglo anterior conformaban el viejo parador de Santa Engracia o de Domingo Chiqui, ahora debidamente adaptados para acoger las oficinas, pequeño laboratorio, viviendas de técnicos y empleados y el despacho al público de grano, vinos, licores y ultramarinos en general que continuó activo durante los años de funcionamiento como azucarera.
- El edificio principal de la azucarera y su reflejo en el Arga. Foto: Col.Arazuri AMP
La gran cantidad de aparatos para las múltiples actividades fabriles estaban movidos por pequeños o grandes motores eléctricos cuyo suministro inicialmente provenía de la compañía de Aguas de Arteta, que tenía una subcentral en las cercanías. Pero al no ser suficiente en 1932 se montó una central termo-eléctrica en la propia fábrica para poder, además, tener autonomía. Con dos grandes turbo alternadores Brown Boveri de 540 y 600 KVA, en este aspecto, se cubría el consumo y se equiparaba a la Azucarera de Tudela ambas las más adelantadas en la utilización de la tecnología eléctrica.
Carlos Eugui Barriola en 1929. Foto: recorte de G. Zaragüeta
Sin haber cumplido los diez años de existencia llegó la guerra civil y después la obligada atonía de la postguerra en la cual la actividad y la producción descendieron de forma llamativa. Los suministros tanto de remolacha como de otros productos necesarios en el funcionamiento de la fábrica se hicieron muy dificultosos. Sin embargo, la clara adscripción de Eugui al bando golpista le hizo ser favorecido en algunos suministros. Cuenta un reconocido historiador especializado en aquellos convulsos años que, el general Mola cuando trataba de pasar desapercibido en sus traslados por la ciudad utilizaba uno de los vehículos de su amigo Carlos Eugui como tapadera. La escasez de corriente eléctrica en la capital durante los años de guerra, hizo incluso necesaria la solicitud de apoyo por parte del ayuntamiento a la central térmica de la azucarera para poder cubrir el suministro de la ciudad. A cambio le facilitó la llegada de grandes cantidades de carbón para poder mantener un mínimo de actividad.
Tras unos difíciles años de postguerra, la recuperación de la producción comenzó con los años cincuenta y en la campaña 1959-60 se consiguió el techo de molturación, 50.000 toneladas de remolacha para producir más de 5.000 toneladas de azúcar. En aquellos años de gran desarrollo y brillantez productiva Carlos Eugui poseía básculas de carga en prácticamente todas las estaciones del ferrocarril desde Caparroso hasta Iruña, incluso en las de Sangüesa, Urrotz o Mendiorotz del ferrocarril del Irati, así como fincas para depósito en el mismo Caparroso o en Biurrun y una gran bodega en Villafranca.
El gran emporio inmobiliario de Eugui incluía además de su vivienda en la calle Blanca de Navarra nº16 de Pamplona, otros edificios de viviendas en el nuevo ensanche, Bergamín 31 o San Fermín 65, al menos cuatro fincas con viviendas en la zona de Sta. Engracia en la Rotxapea, Frente a su fábrica, entre la avda. de San Jorge y el río tenía su finca de recreo dotada de una gran piscina, casi olímpica (33m), un frontón de 43m y una casita chalet que servía de vestuarios, estancia y vivienda del jardinero. Los jardines fueron diseñados por el entonces arquitecto municipal y a la sazón yerno de Don Carlos, casado con su hija Florencia, Víctor Eusa. Carlos Eugui llegó a ser, de esta forma, en aquellos años uno de los mayores, si no el mayor contribuyente de la ciudad. Ya anciano falleció en 1956 en Pamplona quedando la empresa y bienes en manos de sus herederos. Estos, ya unos años antes, habían ampliado el negocio y montado con otro empresario llamado Muruzabal una fábrica de levaduras también en la Rotxapea en el término de Kostarapea junto al túnel y puente del Plazaola.
1932 La azucarera a la izquierda desde el puente de Cuatro Vientos. Foto: col. Arazuri AMP
La ampliación y modernización de las instalaciones hizo que el funcionamiento en la década de los sesenta fuera bueno, pero no impidió que la azucarera acabara sufriendo la crisis general del sector. Además, en sus últimos diez años sufrió hasta tres importantes incendios que, lógicamente influenciaron en su economía. La pulpa seca de remolacha y el mismo azúcar son muy susceptibles al fuego y por tanto todas las azucareras tenían esa amenaza y debían contar con las debidas medidas preventivas, pararrayos, equipos contra incendios etc. Pero como hemos visto en este relato el fuego se había cebado sin piedad con esta azucarera.
El complejo fabril recién cerrado en 1975 Foto: Paisajes españoles
Ya en plena crisis, en 1970 la Sociedad hijos de Carlos Eugui S.A. vendió la mitad de su activo al grupo Ebro que junto con la CIA y la SGAE estaban construyendo una gran azucarera en Ciudad Real. Tras la campaña 70-71 se produjo el cierre definitivo de la Azucarera y Alcoholera de Pamplona. El cierre fue muy traumático para los 49 empleados que quedaban y que tuvieron algunos que aceptar el traslado a otras fábricas del grupo todas lejanas y otros fueron indemnizados. La maquinaria fue, al menos en parte, aprovechada para las instalaciones de Ciudad Real. De esta forma, entre 1971 y 1973, cesaban su actividad las tres grandes azucareras navarras, Tudela, Marcilla y Pamplona, poco antes lo habían hecho las dos de Cortes. Con ello el cultivo de la remolacha casi generalizado en toda la mitad sur de Navarra desapareció casi por completo quedando como residual y el gran colectivo de agricultores dedicado al mismo tuvo que dedicarse a nuevos cultivos u otras actividades.
Tras el cierre de la azucarera en los años siguientes se demolieron todas sus instalaciones. En la actualidad no quedan restos y el solar en parte sirvió para reurbanizar el complicado cruce de Cuatro Vientos y en parte fue ocupado por la empresa Suministros Loinaz. La finca de recreo junto al río es ahora de propiedad municipal utilizada como zona verde y parque, conservándose el frontón que sigue siendo de uso público. Aquel gran proyecto iniciado por el ultzamarra Domingo Txiki hace más de cien años forma parte ya, de nuestra historia.