En estos días, la exconsejera y candidata del PDeCAT a las elecciones del Parlamento, Àngels Chacón, recorre Cataluña arriba y abajo para promocionarse mediáticamente y, sin querer, deja bien claras las razones por las que no podía seguir siendo consejera de un gobierno independentista. Autonomista, sí. Pero independentista, no. Como ella misma afirma «no por más decirlo, eres más independentista». Claro, también podríamos decir cuán independentista era la vieja Convergencia. El único matiz, es que retrograda la independencia a la generación de nuestros tataranietos. Decía que en ese momento no tocaba. Pasa, sin embargo, que si verdaderamente eres independentista quieres la independencia en vida tuya, no cuando estés muerto. Aquel que proclama que quiere convertirse en exfumador, pero que añade a continuación que no dejará de fumar hasta después de unos cuantos años, es obvio que no tiene ninguna intención, o al menos ninguna prisa, de hacer lo que dice. Excusas, muchas; ganas, pocas.
Digamos las cosas por su nombre: PDeCAT son hoy las siglas que recogen el espíritu de la vieja Convergencia, la Convergencia del «ahora no toca» que se ha visto desbordada por la toma de conciencia de la sociedad catalana y de la mayoría de miembros de aquel partido. Se ha producido una evolución que el PDeCAT no ha hecho. Si España les sirve la independencia en bandeja, no tienen ningún inconveniente y la suscribirán; pero si hay pelea, ellos no estarán en ella. Su eslogan «somos realistas», que significa «tranquilidad y buenos alimentos», lo dice todo. No es extraño que quieran desacreditar a Junts per Cataluña presentándola como una fuerza al margen de la realidad. La señora Chacón y Artur Mas sí son realistas. Ellos sí. Junts per Cataluña, por tanto, sería gente que no le toca, un partido demasiado radical para su gusto. Mira por dónde es el mismo discurso de Carlos Carrizosa. Basta con ver la complacencia con que el nacionalismo español acoge el PDeCAT. El sumiso revestido de ‘realista’ siempre ha sido muy útil a España. El axioma de Jordi Carbonell, ‘que la prudencia no nos haga traidores’, le provoca disonancia cognitiva.
Estoy de acuerdo con la señora Chacón que ‘necesitamos unidad’. Por supuesto que sí. Si la tuviéramos no estaríamos donde estamos. Pero ella, paradójicamente, dinamita esta unidad desde dentro sin aportar absolutamente nada, nada de nada, dispersando aún más el voto y, por tanto, empequeñeciéndolo. Afirma también que ‘no queremos una confrontación violenta’ con el Estado español. Lo dice en clave de futuro, como una consecuencia posible, sin aceptar que la confrontación violenta ya hace años que dura y que no es de Cataluña contra el Estado español, sino del Estado español contra Cataluña. La violencia, señora Chacón, no la determina la sangre. De lo contrario, sin cuchilladas, no podríamos considerar víctimas de maltrato las mujeres que sufren violencia machista. El acoso sexual o laboral, así como los malos tratos psicológicos, las vejaciones, las represiones, las humillaciones… son formas de violencia, y esa violencia el Estado español la ejerce día a día contra Cataluña a través de sus gobiernos, tanto del PP como del PSOE-Podemos, de sus cuerpos armados y de sus tribunales. Tener personas inocentes en el exilio o en la cárcel es violencia, señora Chacón. Es violencia. Y apalear la gente cuando está votando, también. Es terrorismo de Estado. Y el terrorismo, sea de la naturaleza que sea, es violencia. ¿Cuál es el plan de Àngels Chacón y de Artur Mas para liberar Cataluña de esta violencia? Ya sé que hay otros independentistas en el gobierno que predican el «ahora no toca», y que se impacientan por gobernar con el PSC y Podemos, dos formaciones que forman parte de la opresión, pero no es de ellos de quienes hablamos aquí, sino del PDeCAT.
El plan Chacón-Mas es el plan de aquella vieja Convergencia autonomista cuyo lema era: «Tenemos que ser decisivos en Madrid». La misma frase exacta que ahora dice Àngels Chacón. Es decir, la vieja política de pájaro en mano. Pero esta política, que podía ser aceptable en los días de Jordi Pujol, tras la muerte de Franco, provoca vergüenza ajena en la Cataluña del siglo XXI después del Uno de Octubre.
Sorprende bastante, por tanto, que alguien, a estas alturas, ose presentarse como alternativa de gobierno con un programa basado en la idea «de intentar ser decisivos en Madrid». Una ‘idea’ que nos devuelve a 1980, ¡cuarenta años atrás! Recordemos que ni siquiera en el caso hipotético de que todos los votos catalanes en el Congreso español, ¡absolutamente todos!, fueran independentistas, tampoco podríamos ser decisivos. Ni tampoco sumando todos los de los Países Catalanes, ni tampoco añadiendo todos los de Euskal Herria, de Galicia y de Canarias. ¿Continúo? La aritmética no lo permite porque Franco y la Constitución española lo dejaron ‘atado y bien atado’. La política de la señora Chacón es buena para arañar migajas autonómicas, pero nunca por ser un país libre. Nunca. La única vía es la confrontación con el Estado. ¿Significa esto que nosotros tenemos que ser violentos? No, claro que no. Nosotros debemos ser pacíficos y democráticos, que es lo que somos. La violencia, no tengamos ninguna duda, la continuará poniendo el Estado español. Pero, ¿cómo pensamos comer nueces, sin romper la cáscara?
Finalmente, tan sólo prestar atención en el número de veces que Àngels Chacón repite la frase ‘somos independentistas’. Sólo en la breve entrevista que le hizo recientemente la revista ‘Tot Sant Cugat’, Chacón la repitió cuatro veces. Cuatro. Mal asunto, cuando tienes que insistir tanto en lo que quieres que los demás piensen de ti. Quiere decir que no tienes credibilidad. La insistencia delata tu fracaso. ¿A que si la señora Chacón repite cuatro veces en una entrevista ‘me llamo Chacón’ concluiríamos que tiene un problema de personalidad? Pues ya estamos al cabo de la calle. Si dices que sabes volar, tienes que batir las alas.
EL MÓN