Por favor, JxCat, ERC y CUP, ¿qué piensan hacer?

En estos momentos hay abierta una ‘Causa General’ contra el independentismo que afecta a 2.871 personas perseguidas por el solo hecho de querer la libertad democrática de Cataluña. Es decir, por el solo hecho de tener un pensamiento desafecto al régimen. Hay que tener en cuenta que el término ‘Causa General’ no es fútil. ‘Causa General’ es como se conoce el proceso persecutorio que llevó a cabo el ministerio de Justicia de Franco durante treinta años contra toda actividad disidente que se hubiera producido en los años previos a la victoria militar fascista de 1939. A todos los encausados ​​se les acusaba de delito de rebelión.

Ha pasado el tiempo, estamos en el siglo XXI y el Estado español ha decidido reabrir aquella ‘Causa General’ para llevar a cabo un proceso persecutorio contra el independentismo. Pasan los años y cambian las caras, pero, en esencia, todo sigue igual porque, como dice el dicho español, son «los mismos perros con distintos collares», lo que en catalán, de manera más elegante, decimos así: ‘de moliner mudaràs i de lladre no t’escaparàs’ (‘de molinero mudaràs y de ladrón no escaparás’).

Pero si todo esto ocurre sin que haya ninguna reacción en contra, más allá de tibias declaraciones cuando se enciende el piloto rojo de una cámara, es porque todavía hay muchísimos independentistas que no se atreven a decir que España es un Estado dictatorial. Así pues, haría falta que respondieran qué entienden por un Estado democrático. Haría falta que todos consideráramos si es propio de un estado de derecho, respetuoso con los derechos humanos, la requisa de urnas, la criminalización del voto disidente, la grabación de conversaciones privadas ciudadanas durante años, las detenciones sin orden judicial, los allanamientos de personas inocentes con registros indiscriminados, el montaje de escenificaciones policiales con aviso previo a la prensa para que ésta llegue antes y difunda sus imágenes, la publicación de sentencias antes de que sean dictadas, la fabricación de pruebas falsas, los millones y millones de euros públicos empleados en el espionaje y la falsa incriminación de personas independentistas, la inhabilitación de presidentes catalanes escogidos en las urnas, el encarcelamiento de la presidenta del Parlamento, de presidentes de entidades culturales y de varios políticos o el exilio de un president de Cataluña y de miembros de su govern democráticamente elegidos. Si todo esto es normal y propio de un Estado de derecho político, si todo esto no es una violación de los derechos humanos, no he dicho nada. Entonces España no es un Estado dictatorial.

Yo, con todo el respeto, digo que sí lo es. No me sirve que este Estado, paralelamente, haga cosas correctas en otras áreas. Está claro que las hace. ¡Faltaría más! No es tan bobo. Si no las hiciera no podría guardar ni las apariencias que ahora guarda. El delincuente más peligroso puede ser un padre amantísimo o un marido cariñoso. Pero eso no le absuelve de las barbaridades que pueda cometer en otros terrenos. No se es medio ladrón, ni medio violador, ni medio maltratador. Por ello sería necesario que los tres partidos independentistas, Juntos por Cataluña, ERC y la CUP, dijeran qué piensan hacer para defender al pueblo catalán de esta ‘Causa General’ española contra sus derechos fundamentales.

Se entiende que la pandemia que estamos sufriendo, originada por el coronavirus, es un motivo de gran preocupación para el govern de Cataluña. El govern tiene la responsabilidad de tomar medidas drásticas que, sean cuales sean, tendrán en contra a algunos sectores de la sociedad. Es inevitable. Si nunca llueve a gusto de todos, aún menos en una situación tan dramática como ésta, que está haciendo estragos en el mundo sanitario y en el de la economía familiar. Pero el govern de Cataluña tiene otros frentes abiertos de extrema gravedad que también deberían requerir su dedicación, y uno de estos frentes es la violación sistemática de los derechos humanos que el Estado español está llevando a cabo contra Cataluña. No puede ser que Covid-19 sirva de excusa para justificar la indolencia de las autoridades catalanas y del Parlamento ante las agresiones que están sufriendo tantísimas personas por el solo hecho de ser desafectos a la idea fundamentalista y talibán de la Unidad de España. El Estado español también está inmerso en la lucha contra la pandemia y eso no le impide agredir a Cataluña día tras día a través de sus organismos.

Los discursos, las quejas, las declaraciones, las reprobaciones, las lamentaciones… no sirven de nada ante el Estado español. De nada. Todo esto le hace cosquillas. La prueba es el Santo Oficio en que se han convertido los tribunales inquisidores españoles para hacer el trabajo sucio al Gobierno de España y perseguir y condenar toda persona susceptible de ser independentista consecuente. Llegados aquí, la ciudadanía catalana tiene derecho a mirar a sus representantes políticos y preguntarles: «¿Qué piensan hacer ustedes?», «¿Qué plan tienen, aparte de decir que no hay derecho y de hacer minutos testimoniales en la plaza de Sant Jaume?». La frase «no hay derecho a lo que nos están haciendo» es de una tibieza que asusta. Pobrecita víctima de malos tratos, si toda su estrategia para huir de las garras del maltratador se basa en decirle que no hay derecho a que le haga lo que le hace.

La persona o la colectividad que se niegan a tomar conciencia de la verdadera naturaleza de su opresor y no se atreven a llamarle por su nombre, acaban sucumbiendo bajo su poder. Cuanto más sumisos o indolentes se muestran los primeros, más se crece el segundo, de modo que cuando quieren reaccionar ya es demasiado tarde, ya están demasiado debilitados mentalmente para rebelarse. Por eso la pregunta de la ciudadanía no sólo es legítima, también es pertinente y reclama una respuesta urgente: Juntos por Cataluña, ERC y CUP, ¿serán ustedes capaces de aplazar hasta la libertad sus riñas electorales autonomistas e ir juntos? ¿Serán capaces de entender que los legítimos matices que les separan son ridículos comparados con la causa noble que les une? ¿Serán capaces ustedes, en definitiva, de dejar de mirar la calculadora y mirar a Cataluña? Digan, por favor, ¿qué plan tienen? ¿Qué piensan hacer?

EL MÓN