Claude Lévi-Strauss, aquel gigante intelectual que, cuando no era fácil, nos enseñó que ser diferente no equivale a ser inferior, decía siempre que la cosa importante en la vida no es acertar las respuestas sino acertar las preguntas. Hacer las preguntas correctas en cada momento.
Ayer en el congreso español se votó la solicitud del Tribunal Supremo de juzgar a la diputada de Juntos por Cataluña Laura Borràs, acusada de irregularidades administrativas en la época que dirigía la Institución de las Letras Catalanas. Como era de prever, todo el bloque nacionalista español, desde Vox al PSOE, votó a favor de que fuera procesada y Juntos por Cataluña se quedó en solitario votando en contra, con el apoyo del PNV y nada más. El resto del bloque independentista, ERC, la CUP y Bildu, además de Compromis, decidieron abandonar la sala para no votar, un gesto extraño, poco usual. Este gesto ha motivado una reacción de incomprensión y en muchos casos de rechazo que claramente ha superado los límites ideológicos o electorales de Juntos por Cataluña. Da la sensación de que el intento de instrumentalizar electoralmente el asunto se les ha vuelto en contra, a Esquerra y la CUP. Creo que, sobre todo, porque se hace muy difícil de entender el confuso argumentario que han querido desplegar como explicación de su comportamiento.
Primero han enarbolado la bandera del combate contra la corrupción para justificar que no podían oponerse al procesamiento. Con ello insinuaban, aunque con mucho cuidado de no decirlo, que Borràs había cometido unas irregularidades que podrían ser consideradas corrupción. Pero esta es una posición que no es consistente con el gesto de abandonar el hemiciclo. Si ERC y la CUP creen de verdad, y a pesar de todo lo explicado, que Laura Borràs es una corrupta, entonces habrían tenido que votar a favor del procesamiento, no irse. Irse es desentenderse, desentenderse de un posible caso de corrupción. ¿Y cómo puedes presentarte como campeón de la lucha contra la corrupción, ochenta años no-sé-qué y luego no ir a por todas contra la corrupción, sino seleccionar qué posición tomas de acuerdo con el interés político del momento? Esto no es nada coherente.
Después ERC y CUP han dicho, para justificar el gesto, que su voto no era determinante, un argumento irrisorio y profundamente antipolítico. Preocupantemente antipolítico. Porque en Madrid, casi nunca, cualquier otro voto que no sea el del PSOE y del PP es determinante. ¿Y qué deberíamos entender si aceptamos este argumento? Nos dicen que cuando el voto no es determinante, ¿se puede renunciar a la política?, ¿se puede no participar en la acción política?, ¿irse del hemiciclo y dejar, pues, sin representación a quienes te han votado?
Una variante de este argumento ha incluido el pacto de Juntos por Cataluña con el PSC en la Diputación de Barcelona, indicando que JxCat en realidad no debería pedir el voto negativo a ERC y a la CUP sino a sus socios socialistas de la diputación. Pero la lógica del argumento vuelve a ser extraña. Sería muy razonable -¡vaya si lo sería! – que Juntos por Cataluña reclamara al PSC el voto en contra del suplicatorio y estoy absolutamente de acuerdo que lo que pasó ayer debería llevar a la ruptura del infame pacto en la Diputación de Barcelona. ¿Pero por qué esto debería justificar el abandono del hemiciclo de ERC o la CUP? ¿Qué relación tiene una cosa con la otra? ¿Es que estos dos partidos no tienen autonomía ni pensamiento propio? Y aún más: este argumento nos suscita la duda sobre qué habría pasado si el PSC hubiera votado que no. ¿Entonces ellos habrían votado que no? ¿O se habrían ido igualmente? Y, en cualquier caso, ¿cómo puedes intentar justificar tu posición basándote en lo que hará un tercero?
Finalmente está el argumento más insólito de todos y el que creo que indigna más. Y con más razón. Es el de hablar del procesamiento de Laura Borràs como si ella tuviera alguna posibilidad de recibir un juicio justo. Y aquí el lío de la CUP y ERC ya alcanza proporciones grotescas y muy lamentables. Porque son capaces de decir en la misma frase que Borràs no tendrá un juicio justo pero que tiene que dar la cara ante el tribunal y aclarar qué ha hecho. Sería cómico si no fuera trágico. Si es evidente que Laura Borràs no tendrá un juicio justo, ¿cómo le puedes pedir que comparezca? ¿Es que no hemos aprendido qué es la guerra judicial (‘lawfare’) y no hemos vivido la tarea de decapitar al independentismo que mantiene en prisión a medio gobierno, a la presidenta del parlamento y a los dirigentes de la sociedad civil y que tiene en procesos diversos a cerca de mil personas pendientes de la justicia española?
Algunos de los agitadores mediáticos principales de ambos partidos, que han renunciado a hacer política en este caso, se han indignado estrepitosamente cuando alguien les ha expresado argumentos similares a estos, afirmando que es un insulto comparar a los presos políticos con Laura Borràs. O a Laura Borràs con los presos políticos. El argumento, nuevamente, es incomprensible. El que un preso sea político y no un preso común, no lo determina la acción que ha hecho, cualquiera que sea, sino la persecución judicial de la que es objeto por razones políticas. ¿O es que la CUP y ERC discutirán ahora también algo tan básico como ésto? No es qué haces tú lo que te convierte en preso político. Es la persecución judicial irregular. De tan básico parece imposible que hoy nos encontremos obligados a explicarlo.
Y si ERC y CUP son capaces de discutir esto, pues entonces nos tendrán que explicar qué argumento tienen para decir que los presos políticos lo son -teniendo en cuenta que los tribunales españoles les han endosado oficialmente cargos que los vinculan con la corrupción. Los presos políticos, ¿son presos políticos por lo que han hecho o son presos políticos porque han sido objeto de una persecución política de los tribunales? La pregunta es simple de responder y no se puede aplicar a voluntad, según el apellido que tienes o el partido del que formas parte. Y esta es la pregunta correcta a responder, también, en el caso de Laura Borràs.
Gabriel Rufián, con este estilo tan ‘macho’ y tan poco feminista que gasta siempre, dijo ayer que las críticas que recibía por haberse ido de la votación eran un insulto a la inteligencia. Discrepo. Yo creo que lo es mucho más no hacerse las preguntas adecuadas. Y aún más incluso, a consecuencia de ello, liarse en un argumentario ilógico e incomprensible, fuera de la realidad, que te acaba acorralando en cuanto alguien lo analiza. Lo explicaba hace muchos años ya el sabio Lévi-Strauss, y a los sabios es conveniente escucharlos y leerlos.
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