“Intelectus apretatus disurri que rabia”
Después de la Tercera Guerra Carlista nació la Asociación Euskara de Navarra. Esta asociación se autoproclamaba apolítica, fundamentando su origen en la defensa y recuperación del vascuence, la literatura y la historia vasco-navarra, así como la regeneración económica.
La revista euskaltzale se llamó “Revista Euskara”, editándose hasta 1883 y la asociación desapareció en 1887. En la Ribera en esta Asociación encontramos a los tudelanos Gerardo Falces Sánchez, abogado y secretario de la Real Sociedad Tudelana de Amigos del País, Serafín Olloqui Martínez, perito de Montes de la Diputación, Vicente Frauca Ibarra, Manuel Urbán Arnedo, periodista, Esteban de Benito Garbayo, abogado y propietario, diputado foral por Tudela tras ganar en las elecciones de 1883, y también a Ignacio León Miñano Gomeza (Corella, 1851), Antonio Morales Gómez de Segura, abogado de Cascante (1830-1910) que en 1876 fue elegido diputado a las Cortes y también se puede citar a Manuel Salamero Zabalegui.
En 1893 en Navarra surgió un importante movimiento ciudadano, encabezado por la Diputación Foral en defensa de los Fueros. La chispa de esta movilización la provocó el entonces ministro de Hacienda, Germán Gamazo, que pretendía atacar los privilegios fiscales de Navarra y el País Vasco.
La Gamazada unió a navarros y vascongados y tuvo su reflejo en una corriente de simpatía mutua y un reforzamiento de los lazos que unían a ambos territorios. El 28 de mayo de 1893 en Tudela se llevó a cabo una manifestación que reunió a 5.000 personas. Diario de Avisos el 29 de ese mes publicaba el texto que desde Tudela se había mandado a las Cortes: “A la sombra de los Fueros hemos nacido y a su amparo queremos morir. Ínterin exista un navarro, ínterin quede un descendiente de la raza euskara y vascona, tremolará en estas provincias el estandarte de los fueros, tantas veces jurado respetar por los reyes españoles”.
En el mismo periódico se publicará lo siguiente, como agradecimiento a los apoyos recibidos por las provincias vascongadas: “Prueba todo esto el amor que siempre unió a las provincias hermanas y la fe que en todas ocasiones nos alertó para marchar abrazados a una misma bandera, la bandera santa de los fueros. Nuestra raza es la misma, y hoy como ayer sentimos todos palpitar nuestros corazones, bajo los mismos sentimientos…”
Sorprendentemente el 31 de julio se leía que el Gernikako Arbola que se había convertido en una especie de himno del movimiento, “arrancó delirantes aplausos cuantas veces fue escuchado ” durante las fiestas de Tudela de aquel año de 1893, año de Gamazos y otras calamidades” .
En febrero de 1894, cuando el cronista comenta la despedida que realizaron los tudelanos en la estación de tren a la comisión de la Diputación que partía hacia Madrid para defender la singularidad fiscal de Navarra, realiza la siguiente reflexión: “(…) Es el pueblo navarro, es el pueblo bascón, es el pueblo euskaro, que ha dejado huellas indelebles en la historia resistiendo todas las tiranías”.
Esta identificación entre “provincias hermanas”, tuvo en la cultura popular uno de sus mejores exponentes . En el Paloteado de Monteagudo, se exclamaron las siguientes coplas, tras cantar el Gernikako Arbola:
¡Vivan las cuatro provincias!
Que siempre han estado unidas
y nunca se apartarán
aunque Gamazo lo diga!
El autor de estas estrofas fue José Jarauta Martínez, “dallador de alfalfes, de trigos y cebadas”.
Ahora a este coqueteo con el vasquismo incipiente se le llamaría atentar contra la identidad de Navarra.
Pero qué curiosa es la historia, y que pocas veces se enseña en nuestra tantas veces defenestrada Navarra, nuestra verdadera historia. Si los antecesores ideológicos de Navarra Suma levantaran la cabeza, le recordarían a la militancia y votantes de Navarra Suma que el proyecto de Estatuto Vasco-Navarro fue aprobado en la Asamblea de Estella el 14 de junio de 1931 con el apoyo de la Derecha Navarra.
Un 83,3 % de los municipios de las cuatro provincias se mostró favorable, tras pequeñas enmiendas. En la nueva Asamblea de Pamplona del 10 de agosto, tras el estudio de la propuesta por comarcas, el 89,83% (200 de 220) de los municipios navarros se mostraron a favor del Estatuto Vasco-navarro.
Pero la derecha navarra, fiel a su tradición, siguió siendo sobre todo española antes que Navarra, y comprometida como estaba con el derribo de la República, no asumió los retos que entrañaba la construcción de una entidad autonómica; se encontraba mucho más cómoda en el marco conformado por la Ley de 1841, en el que una capacidad competencial administrativa y fiscal relativamente amplia estaba en manos de sólo siete personas que no estaban sometidas a prácticamente ningún control, pudiéndose configurar así los entramados de intereses que se suscitaban entre las élites oligárquicas navarras.