El riesgo de la división y la polarización

Las llamadas a la «unidad» para hacer frente a Covid-19, a «hacerlo todos juntos», probablemente han sido las apelaciones a las que más ha recorrido la necesidad de concienciar al tiempo que disciplinar a la ciudadanía. Y han participado desde los más altos representantes políticos, pasando por los medios de comunicación y los columnistas comprometidos con esta lucha, hasta el último de los twiteadores anónimo que se indigna en Twitter por las muestras de división política y de indisciplina en la calle. Ya se sabe que las grandes crisis, en todo el mundo, suelen despertar sentimientos grupales solidarios, teñidos de carácter patriótico.

Sin embargo, como suele advertir el refrán, «dime de lo que alardeas y te diré de lo que careces». Y no es extraño que, paralelamente a las llamadas a la unidad, haya una gran preocupación por cómo afectará este descalabro a la cohesión social y si no dejará una sociedad políticamente aún más polarizada. Sabemos que ciertas invocaciones a la unidad han pretendido beneficiarse de la pandemia para resolver otros conflictos que no tenían nada que ver con ella. Pero el actual batacazo sanitario, social y económico puede añadir más tensiones sociales a las que aún arrastrábamos del periodo 2008-2013, y nadie sabe cuál será el impacto en la credibilidad de los gobiernos y en las futuras decisiones de voto.

Las llamadas a la unidad también sirven para exorcizar la evidencia de un crecimiento de las desigualdades económicas y sociales, poniendo el remedio antes de la enfermedad. A diferencia de la anterior recesión, esta crisis es más «democrática», en el sentido que quedará más repartida. Pero no es muy difícil saber quién saldrá más escaldado. En cambio, las consecuencias políticas de Covid-19 son una incógnita. Incluso en la hipótesis de una polarización ideológica o territorial mayor, a menudo las confrontaciones suelen unir a los adversarios en el mismo combate. El ejemplo más claro es el de la rivalidad deportiva -pongamos el Barça y el Madrid-, que hace contrincantes inseparables. Y ahora mismo vemos cómo las actuales discrepancias entre el gobierno de la Generalitat y el de España por la gestión sanitaria han terminado por españolizar como nunca los marcos de referencia de todos los programas informativos.

Esta paradoja de una polarización que vincula también se ha trasladado a los conflictos entre partidos, más crispados cuanto más comparten -y compiten por- el mismo espacio electoral. Sorprende que aún pueda escandalizar la tensión entre ERC y JxCat, a menos que se utilice farisaicamente para favorecer a unos terceros. En cambio, sí que sería conveniente considerar si el conflicto político está haciendo crecer lo que Ezra Klein llama partidismo negativo, en el que la adhesión llega no por el vínculo a la ideología de los propios sino por la irritación que provoca el adversario.

Está claro que si nos fiamos de la red, podemos cometer grandes errores de pronóstico. En estas semanas de confinamiento la red bulle, y todos sus vicios se han multiplicado. Todo el movimiento que se han ahorrado las piernas ha ido a parar a los dedos. Y del mismo modo que las ventas de ron, whisky y ratafía han crecido cerca de un 80%, tenga una relación directa o no, en la ‘taberna’ de la red se han multiplicado los insultos políticos y la crispación. De modo que si la red tuviera que servir de termómetro, deberíamos aceptar que el tribalismo político está ganando terreno. Un tribalismo caracterizado, entre otras cosas, por una mayor identificación con el líder -en quien el votante deposita su confianza y percibe una mayor diferenciación con el resto de líderes- que con la ideología de los partidos, que además de ser cambiantes, es fácil pensar que, después de todo, todos son iguales.

Estamos ante de tensiones y movimientos contradictorios, pues, cuya dirección resultante de cara a los próximos tiempos es poco previsible. Lo único que parece claro en nuestro país es que mientras el debate sobre la cohesión, la fragmentación y la desvinculación social añadirá nuevas variables a la discusión, la polarización política y la confrontación territorial se acentuarán pero sobre las bases anteriores. Es decir, el obsesivo nacionalismo de Estado, la eficiencia de los gobiernos de proximidad y el ejercicio del derecho de autodeterminación que ahora se verá más justificado que nunca.

ARA