Ser nacionalista hoy es como llamarse Leovigilda. El nombre resulta tan antipático que, generalmente, quien lo lleva se hace llamar Gilda o Leo, pero no por eso deja de ser Leovigilda. Con el nacionalismo pasa lo mismo. Al ser considero feo, hay quienes se hacen llamar patriotas, hay quienes se hacen llamar independentistas y, depende de donde, los hay constitucionalistas.
Tras el horror causado en el siglo XX por el supremacismo nazi y fascista, ir por el mundo diciendo que eres nacionalista causa cierta repulsa, y más sabiendo que el nacionalismo de los vencedores, estadounidenses, británicos, franceses y rusos, es mucho más civilizado, especialmente si no entramos en detalles como Hiroshima, Guantánamo, la frontera con México, el Brexit, Argelia, el genocidio lingüístico en la Cataluña Norte, Stalin y Putin.
Asimismo, en la sociedad actual nacionalismo e identidad son conceptos cada vez más distantes. En este marco hay que situar las reticencias de parte del nacionalismo a reconocer que lo es, como ha hecho recientemente Roger Torrent defendiendo a Cataluña como nación desde un independentismo no nacionalista, siguiendo la corriente impulsada desde ERC desde los años noventa (con éxito) para ensanchar la base en un país de diversidad identitaria.
¿Se puede pertenecer a una nación sin ser nacionalista? Por supuesto. Se puede en todas las naciones con bandera en la ONU. En este caso, el Estado donde vives ejerce el nacionalismo en tu nombre a pesar de lo menos nacionalista que seas. Tener un Estado faculta también para criticar a España por la gestión de la crisis actual si eres nacionalista holandés o alemán, pero si eres catalán no, aunque no hace falta ser tan torpe como Joan Canadell.
Una nación sin Estado, en cambio, necesita ciudadanos proactivos porque sólo existe en la voluntad política del pueblo. Ser proactivo en la defensa de una nación es ser nacionalista, al igual que ser proactivo con una flauta es ser, con mayor o menor dedicación, flautista. Ser independentista, en definitiva, no debe de ser otra cosa que la forma más razonable de ser nacionalista en Cataluña, reivindicando una comunidad política con voluntad de ser, aun constatando que conviven varias identidades. No sufran pues, si usted son votantes de ERC y tienen un póster del nacionalista Macià en el comedor o se excitan cada vez que ven Braveheart. Es normal. Tan normal como leer en los estatutos de Esquerra ‘consejo nacional’, ‘sede nacional’, ‘ejecutiva nacional’ y constatar que el partido «tiene como objetivo la independencia de la nación catalana» y que el primer deber del militante es «contribuir a la independencia de la nación catalana». Podría decir «república catalana» y «sede central», pero no lo dice. Típica jerga nacionalista.
Por cierto, según el Idescat en nuestro país viven una veintena de Leovigildas. Espero que no se me hayan ofendido. El nombre no es feo, todo va en gustos, ni explica cómo es quien se llama así. Son el carácter, la actitud y el comportamiento los que hacen mejor o peor a una persona. Tal como ocurre con los nacionalistas.