La revuelta de Pascua. James Connolly y la hiedra gaélica del republicanismo

La proclamación de la República Catalana, así como de la República Española, coincide en este mes de abril con el aniversario de la proclama de la primera República revolucionaria de toda Europa en el siglo XX. Se trata, ni más ni menos, que de la República irlandesa fruto de la Revuelta de Pascua de 1916.

Este evento a menudo obviado, si no directamente menospreciado, ha ido parejo a una marginación exhaustiva en el revival intelectual republicano de las últimas décadas. Algunos de estos autores historiadores y filósofos célebres como Philip Pettit, Quentin Skinner o J.G.A. Pocock, han arrinconado completamente la tradición republicana irlandesa debido a un sesgo declaradamente partidista por la derecha republicana de la guerra civil inglesa del s. XVII, vale decir lejos también de los ‘levellers’ o de los ‘diggers’, o por la derecha republicana estadounidense.

En el caso de Pettit en su obra «Republicanismo: una teoría sobre la libertad y el Gobierno» al cabo de 392 páginas no se encuentra ninguna mención a la tradición republicana de Irlanda. En cambio abundan las clásicas afirmaciones del republicanismo elitista demofòbico contra «la arbitrariedad del pueblo» [i]. También encontramos una crítica sistemática a la autodeterminación, tan propia del republicanismo plebeyo, por considerarla peligrosamente populista [ii].

Más sorprendente es que en uno de los mejores libros que se han escrito sobre la teoría y la praxis del republicanismo revolucionario, «El eclipse de la fraternidad» (Akal, 2019) de Antoni Domènech, sólo se mencione la existencia del republicanismo irlandés en una nota a pie de página [iii].

Sin embargo, las cosas han ido un poco diferente en el ámbito político en el que la atención ha aumentado a raíz del resurgimiento fulgurante del Sinn Fein. También ayuda que en Cataluña, Euskal Herria, Galicia y Andalucía, el republicanismo sea una aspiración tangible, viva, con la que se identifica bastante gente para que podamos hablar de ello en términos de movimiento popular.

Todo ello ayuda a estar atentos a otras experiencias de cambio político, y social, y de su sentido. Una prueba respecto al caso irlandés permanece en la web de Crític en la que Pablo Sánchez y Joan Esculies discutieron después del uno de Octubre «¿qué era hacer el irlandés?». A estas alturas harían bien en preguntar a Mary Lou McDonald y Michelle O’Neill, las líderes del Sinn Fein en el conjunto de Irlanda.

En cualquier caso, no es la primera vez que se vislumbra lo que pasa en Irlanda. De hecho, como explica Josep Fontana tras la revuelta de Pascua «el Sinn Fein irlandés nacionalista, en aquellos años veinte [se encontraba] tan popularizado en Cataluña» [iv] y «bajo la influencia del nacionalismo irlandés, que en la lucha política y armada contra Gran Bretaña alcanzaría la independencia» [v] se encontraba Francesc Macià. ¿Pero cuál era esa influencia que empapó a Cataluña y algunos de sus más destacados líderes republicanos?

Acto I: la guerra de movimientos de Pascua

Al estallar la Primera Guerra Mundial en Gran Bretaña sólo los republicanos irlandeses y escoceses se opusieron activamente a la guerra. El líder obrero, y sindicalista, de los primeros, James Connolly, entendía que la única manera de detener esta guerra era con «un gran levantamiento continental de la clase obrera» [vi].

Y mientras la socialdemocracia alemana votaba los presupuestos para ir a la guerra y el socialismo francés se empapaba de chovinismo bélico, tras el asesinato de Jean Jaurès, hasta el punto de entrar en un gobierno militarista de unidad nacional en nombre de la ‘Union Sacrée’, los laboristas ingleses acusaban de «chauvinista» a James Connolly. Ya que este planteaba una alternativa consistente al oponerse a los «imperios [que deberían ser] desarticulados por medio de la lucha nacional de los pueblos sometidos» [vii].

Así pues, planteaba una táctica insurreccional, como ocurriría en Rusia y en muchos lugares de Europa al terminar la guerra, para llevar a cabo una guerra revolucionaria contra las monarquías con el fin de:

«Tomar la antorcha de una conflagración europea que no se apagaría hasta que el último trono y las últimas cadenas capitalistas fueran reducidas a cenizas en la pira funeraria del último señor de la guerra». [viii]

Connolly, un ‘realpolitik’ de izquierdas consumado, sabía que para vertebrar una opción como ésta en Irlanda había que buscar alianzas con otras fuerzas sociales y políticas. Por este motivo se entendió con el sector más izquierdista de la burguesía nacionalista para hacer un frente común.

Con este espíritu se asociaría a ‘Padraic Pearse’ y su ‘Irish Republican Brotherhood’ para organizar un cuerpo de milicias, el ‘Irish Volunteers’, que no sólo sirviera como eventual fuerza defensiva sino sobre todo como alternativa al servicio militar obligatorio y a los alistamientos forzosos del ejército británico.

En 1915 ante los rumores de una leva de reclutamiento se empiezan a precipitar los acontecimientos. El Consejo Sindical de Dublín, representativo de gran parte de los sindicatos de la ciudad, anima a los objetores del servicio militar a alistarse en las milicias del Citizen Army, la milicia obrera organizada por Connolly, o los ‘Irish Volunteers’. Como respuesta a las presiones de los empresarios para obligar a los trabajadores a alistarse en el ejército británico.

Las sospechas del Estado británico son cada vez mayores y en el domingo de ramos de 1916 el lugarteniente militar inglés para Irlanda ordena la detención de un centenar de líderes republicanos y sindicalistas.

La descoordinación, las contraórdenes de una parte y la falta de preparación no echan atrás a Connolly que decide poner toda la carne en el asador, a pesar de todo. El 24 de abril, lunes de Pascua, comenzará la revuelta que durará una semana y que a pesar de todo proclamaría una República provisional con el espíritu de defender «no sólo la libertad política, sino también la libertad económica» [ix] de todos los desposeídos.

El ejército británico aplastará la revuelta tratando a Dublín como si fuera Verdun y entrando en la ciudad como si se tratara de pacificar una zona ocupada enemiga.

En el momento de la represión, la patronal irlandesa apoyará enfebrecida a las autoridades militares inglesas. El odio visceral de la patronal irlandesa hacia Connolly llegará al punto de animar a los diarios de derechas a publicar portadas pidiendo su cabeza. El 10 de mayo el ‘Irish Independent’ publicará una fotografía de Connolly con el titular «Señalamos al peor de los cabecillas, tratémoslo como se merece». El 18 de mayo fusilarían a Connolly en el castillo de Dublín después de un goteo de ejecuciones de los presos en los días anteriores.

Los laboristas ingleses presentes en el gobierno y en el gabinete de guerra no hicieron nada para detener las ejecuciones y las deportaciones de los y las presas políticas. En el mismo septiembre de 1916 el diario del Partido Laborista Independiente condenaba sin contemplaciones la rebelión irlandesa. Uno de los motivos por los que ‘Eoin Ó Broin’, sindicalista inquilino del actual Sinn Fein, contaba con razón que:

«Mientras que los sectores dominantes y marginales de la izquierda europea vuelven a monótonos debates sobre su perpetua crisis y desaparición, se están desarrollando formas alternativas y reales de pensamiento y organización política ante sus propias narices. Para el movimiento republicano irlandés, cuya experiencia está más cercana a la de Euskal Herria que a la de la izquierda metropolitana de Londres, (…), las lecciones que podemos aprender de nuestros compañeros vascos resultan extraordinariamente provechosas en una época en la que nuestra propia lucha sopla a toda vela». [x]

Dicho y hecho, porque el pueblo de Irlanda reafirmaría democráticamente la República en las elecciones generales de 1918. Eamon de Valera, uno de los presos políticos de 1916, sería elegido líder del Sinn Fein primero y después de Irlanda. En 1918 el Sinn Féin obtendría 73 escaños de 105 y la derecha irlandesa monárquica sólo 7 respecto a los 80 que antes tenía.

Acto II: La guerra de posiciones

Ahora bien, podría parecer vista la experiencia de la revuelta de Pascua que al final todo se reduce a un gaélico «fuerza y cojones» cuando se pone a Irlanda como referente. Nada más lejos de la realidad. Lo que expresa, en realidad, es una tenacidad transformadora de la cual las izquierdas europeas abdicaron, con la notable excepción de la socialdemocracia rusa. Y, de hecho, al final de la guerra, y durante en el periodo de entreguerras, las izquierdas de la Europa central, sobre todo, recuperarían esta vitalidad republicana; la República de Baviera, la República Húngara… etc. serían sólo algunos de los ejemplos animados por la extraordinaria revolución rusa que fue precedida por el intento revolucionario irlandés.

Por eso, Lenin respondería a las críticas del Laborismo británico en los siguientes términos:

«Quien denomine ‘golpe’ a una insurrección de esta naturaleza [refiriéndose a la de Irlanda] es un reaccionario de buena casa o un doctrinario totalmente incapaz de imaginarse una revolución social como un hecho vivo. Imaginarse que la revolución social es concebible sin revueltas hechas por las pequeñas naciones en las colonias y de Europa […] significa repudiar la revolución social». [xi]

Y es que para Lenin la derrota de la revuelta de Pascua no sería sino un revés, duro ciertamente, pero tan sólo un revés de una de las varias primaveras de la revuelta. Trotsky mismo diría a propósito que; «El papel histórico del proletariado irlandés no ha hecho más que empezar» [xii].

Y es que el núcleo fundamental de toda la experiencia política e histórica del republicanismo irlandés, el núcleo que lo diferencia tanto de la versión estadounidense, y que le hace superar incluso las versiones más radicales del francés, no radica en las formas de acción colectiva elegidas. Porque al fin y al cabo estas han variado enormemente desde las primeras insurrecciones armadas del S. XVIII, a las huelgas de inquilinos urbanas y agrícolas a todo a lo largo del XIX y del XX, el boycott a los terratenientes irlandeses, a la lucha civil por el sufragio en los años 60, el sindicalismo revolucionario y las huelgas generales de finales del XIX y principios del XX.

No es todo esto, no es todo este repertorio de diferentes métodos de acción colectiva donde radica la originalidad del republicanismo irlandés, sino en otra cosa que Trotsky destacaría sin darse cuenta de su importancia:

«La joven clase obrera irlandesa, nacida en una atmósfera saturada de heroicas tradiciones de revueltas nacionales y que chocó con el egoísmo limitado e imperialmente arrogante del sindicalismo británico, ha oscilado de forma natural entre el sindicalismo y el nacionalismo, y siempre está dispuesta a unir estas dos concepciones en su conciencia revolucionaria». [xiii]

Esta oscilación virtuosa producía, efectivamente, una perspectiva emancipadora de los excluidos de la vida civil, y política, por su condición de siervos, de campesinos, de pobres. Una perspectiva que reclamaba la garantía de las condiciones materiales de estos y su derecho a participar y a gobernar la vida pública haciendo frente a los privilegios que lo impidieran, fueran terratenientes o soldados británicos.

Esta concepción social y política de la República tendría unas raíces profundas desde el primer movimiento republicano irlandés, la liga de los ‘United Irishmen’, dirigida por Theobald Wolfe Tone. Wolfe Tone sintetizaría así la oscilación que debería descubrir mucho más tarde Trotsky:

«Nuestra libertad debe ser tomada con todos sus riesgos. Si los hombres con propiedades no nos ayudan, deberán caer, y nos liberaremos nosotros mismos con la ayuda de esta amplia y respetable clase de la comunidad que son todos los hombres sin propiedades». [xiv]

Y es que a finales del S. XVIII la revolución estadounidense y la revolución francesa animan, en Irlanda y Gran Bretaña, una explosión republicana que valdría todo otro artículo de análisis. De todas formas trataré de resumir por qué este momento define el norte político e intelectual del republicanismo irlandés.

Ya que junto con los ‘United Irishmen’ nace en Escocia la importante liga de los ‘United Scotsmen’, dirigidos por el William Wallace republicano, Thomas Muir, y en Inglaterra la liga republicana de los ‘United Englishmen’. Este bloque de movimientos republicanos llega a formular toda una concepción social muy radical y toda una concepción institucional, y estatal, que debería iluminar un confederalismo republicano, como horizonte y como estrategia. Hasta el punto de firmar un acuerdo programático, auténtica savia, de este bloque histórico:

«Se llegó así a un acuerdo entre los ‘United Irishmen’, los ‘United Scotsmen’ y los ‘United Englishmen’ por el que cada» nación británica «formaría una» república diferente». Aunque los irlandeses y los escoceses tenían un programa «de liberación nacional» propio, todos los movimientos compartían el mismo programa de liberación social». [xv]

Un esfuerzo que buscaba soldarse con el empuje revolucionario del Club Jacobino de París con el fin de abatir la monarquía y la aristocracia terrateniente británica.

Por otra parte, la polea irlandesa de este bloque, al ser la más activa, se convirtió en la correa articulante de este bloque histórico; enviando delegados a Escocia e Inglaterra para organizar los grupos republicanos de allí, participando así en sus actividades y mítines. En el caso escocés, el nacimiento de los ‘United Scotsmen’ se debería en buena parte a esta ayuda militante irlandesa y espolearía la revuelta de 1797 que proclamó la República Escocesa.

Y hay que decir que, el radicalismo republicano irlandés llegó, incluso, a defender el sufragio universal, tanto masculino como femenino [xvi].

El espíritu del 16. ¿Un nueva soplo?

Ese mismo espíritu republicano, estratégico en la formulación de todo un nuevo sentido común pero también audazmente comprometido, está muy presente en la misma actitud de Lluís Companys llegado el momento crítico del 14 de abril de 1931. Tal como muestra esta conversación entre un Cambó miedoso, y ultraconservador, y el propio Companys:

«-Quisiera saber, Companys -dice Cambó-, a donde va y qué se propone.

-Queremos hacer la revolución y proclamar la República -respondió Company-.

-¿Pero no ve que hundirá la peseta?

-Me importa un higo la peseta» [xvii]

El biógrafo de Companys, Ángel Ossorio i Gallardo, retrataba así este espíritu sinnfeniano de Companys ya que; «A pesar de ser Companys un revolucionario constructivo, a la hora de actuar no debía pararse a pensar en la peseta ni nada parecido». [xviii]

El mismo Macià experimentaría aquella oscilación irlandesa comentada por Trotsky. Tal como explica Joaquim Maurin al coincidir con Macià en una manifestación en Lleida en favor de la amnistía para los sindicalistas encarcelados en la huelga revolucionaria de intenciones republicanas del 17:

«Aquella manifestación, celebrada a finales del invierno de 1917-18, tuvo una cierta significación histórica, pues en la cabecera estaba presente, junto a los representantes obreros y republicanos, Francesc Macià. Fue su primer contacto con el movimiento izquierdista, iniciando así un giro importante en su carrera política. Desde ese instante, que vale la pena recordar, amplió sus perspectivas y se convirtió en un abanderado de la causa democrática. Fue Francesc Macià más que nadie quien inclinó el platillo de la balanza política, en abril de 1931, en favor de la República». [xix]

De hecho, algo similar estaba ocurriendo en Irlanda. La labor realizada por James Connolly, y sus compañeros, primero como líderes sindicalistas y luego como dirigentes del republicanismo obrero, de acercarse a las clases medias y a los nacionalistas progresistas, llevó muchos de estos a ser más conscientes de la precariedad laboral y a convertirse feroces izquierdistas.

Ejemplificando este proceso en la misma persona de Eamon de Valera, el que sería después líder del Sinn Fein y primer presidente de la República de Irlanda, el cual desde el conocimiento de Connolly siempre diría, y así se expresaría en 1931 en el parlamento de la República de Irlanda;

«Si me preguntan qué tipo de política irlandesa entiende más con mis ideales y por los que los seres humanos deberíamos luchar, me posicionaría codo a codo con James Connolly». [xx]

Este espíritu rebrota de nuevo en los años 60 en diferentes movimientos por la lucha por el derecho a la vivienda, contra el paro, por sufragio universal y los derechos civiles en Irlanda del Norte. La expresión armada sólo aparecería como autodefensa ante los tiros disparados al movimiento por los derechos civiles y ante el desembarco de miles de soldados británicos que trataban a Irlanda del Norte como una zona bajo ocupación militar.

Por eso, diría que el artículo publicado aquí en Catarsis, «Irlanda 2020: La derrota del bipartidismo de derechas» de Eudald Vilamajó (2), explica perfectamente en qué consiste «hacer el irlandés» y porque el Sinn Fein ha vuelto a tomar un rol crucial en la política irlandesa y británica. Perfectamente extrapolable a Cataluña, como señalaba David Fernández sobre la huella de un ‘Connolly reloaded’, para los tiempos presentes:

«Sobre todo desde la perspectiva según la cual, cuando más ha avanzado este país social y nacionalmente, ha sido cuando el movimiento obrero, el catalanismo popular, ha irrumpido en la solución y resolución de las crisis que sufría. Desde una persistente y sólida voluntad de complicidad -de clase- con el resto de pueblos del Estado español, en clave democratizadora, solidaria y de respeto mutuo».

Tal como han llevado a cabo en Irlanda el sindicalismo civil a la conquista del derecho al aborto y del matrimonio igualitario y el sindicalismo social por la remunicipalización del agua y contra los alquileres abusivos. Logrando así encender de nuevo formas de acción directa que han espoleado una nueva primavera de la revuelta incluso en este momento de confinamiento.

República Catalana y República Irlandesa pueden ser vistas, pues, como dos eventos latiendo con un mismo impulso muy vital y comprometido con el porvenir.

[i] Pettit, Philip. Republicanismo: una teoría sobre la libertad y el Gobierno , Paidós, Barcelona, 2.017 [1997], pp. 236.

[ii] Op. Cit., Pp. 50.

[iii] El hecho de citar como un ejemplo extraordinario a la altura de Jaurès no hace sino agravar la falta de atención. Ver en Domènech, Antoni. El eclipse de la fraternidad . Akal, Madrid, 2019 [2004], pp. 219.

[iv] Fontana, José. El fin del antiguo régimen y la industrialización en Historia de Cataluña , Volumen V, dirección Pierre Vilar y coordinación Josep Termes, Ediciones 62, Barcelona, 1989, pp. 356.

[v] Op. Cit., Pp. 309.

[vi] Citado en Berresford, Peter. Historia de la clase obrera irlandesa , Hiru, Guipúzcoa, 2013 [1985], pp. 308.

[vii] Ibidem.

[viii] Op. Cit., Pp. 309.

[ix] Op. Cit., Pp. 329.

[x] Ó Broin, Eoin. Machinada: historia del movimiento juvenil radical vasco , Txalparta, Nafarroa, 2,015 [2004], pp. 34.

[xi] Citado en Berresford, Peter. Historia de la clase obrera irlandesa , Hiru, Guipúzcoa, 2013 [1985], pp. 340.

[xii] A Op. Cit., Pp. 339.

[xiii] Ibidem, pp. 338-339.

[xiv] Op. Cit., Pp. 112.

[xv] Op. Cit., Pp. 110.

[xvi] Op. Cit., Pp. 109.

[xvii] A Ossorio y Gallardo, Ángel. Vida y sacrificio de Companys, Memorial Democrático de la Generalitat de Cataluña, Barcelona, 2010, pp. 114-115.

[xviii] Op. Cit., Pp. 115.

[xix] Citado en Alba, Víctor. Dos revolucionarios: Andreu Nin y Joaquín Maurin , Ediciones Castilla, Madrid, 1975, pp. 20.

[xx] Citado en Berresford, Peter. Historia de la clase obrera irlandesa , Hiru, Guipúzcoa, 2013 [1985], pp. 397.

(1) Albert Portillo

De Sant Cugat y viviendo en Madrid. Afiliado al Sindicato de Inquilinas y Inquilinos de Madrid, politólogo y doctorando en la Universidad Complutense de Madrid sobre el republicanismo popular ibérico del s. XIX. Miembro de la revista La Penúltima y colaborador en Debates por Mañana

(2) https://catarsimagazin.cat/irlanda-2020-la-derrota-del-bipartidisme-de-dretes/

CATARSI

https://catarsimagazin.cat/la-revolta-de-pasqua-james-connolly-i-lheura-gaelica-del-republicanisme/