Filosofía contra el ecocidio
¿La filosofía nos puede salvar del colapso ecológico? Marta Tafalla es doctora en Filosofía y profesora de ética y estética en la Universidad Autónoma de Barcelona. Escribe habitualmente en los medios, es autora de varios libros -acaba de publicar Ecoanimal (Plaza y Valdés, 2,019)- y en febrero impartirá un curso del Instituto de Humanidades de Barcelona «Filosofía frente al ecocidio», en el CCCB. Hablamos con ella sobre cómo pensar nuestra relación con la naturaleza y con el colapso que, según nos dice, ya es inevitable. Aunque leída pueda parecer pesimista, en directo Marta sonríe, despierta conciencias y contagia ganas de actuar. Y muchos conceptos importantes: hay que vigilar el ecofascismo, aprender a pensarnos como ecoanimales y sobre todo, la única esperanza: decrecimiento y ‘rewilding’ (https://es.wikipedia.org/wiki/Resilvestraci%C3%B3n).
-¿Qué ha puesto el ecologismo en el centro de la agenda?
-En los años 70 ya había mucha filosofía ecologista: emergió conjuntamente con el movimiento de los derechos civiles, el animalismo, el antirracismo, etc. Pero la sociedad no reaccionó. De hecho, hizo todo lo contrario: en los años 80 comenzó a hacerse fuerte el capitalismo neoliberal enloquecido y se fue perdiendo y reprimiendo todo el trabajo y el conocimiento filosófico y científico, haciendo exactamente lo contrario de lo que sabíamos que teníamos que hacer.
-De dónde viene el resurgimiento actual?
-La gente entiende que el problema ya es muy urgente. Durante años se ha fomentado el negacionismo y se ha vendido un relato de progreso, de solucionismo tecnológico, que la tecnología lo arreglaría todo. Ahora ya entendemos que el problema es más grave, que puede que no tengamos soluciones al problema y que las cosas se pongan terroríficas en poco tiempo.
-Si la tecnología no nos salvará, ¿por qué debería hacerlo la filosofía?
-Lo que nos está llevando al ecocidio es un proyecto ideológico de dominio de la naturaleza. No es cuestión de sustituir tecnologías contaminantes por otras menos contaminantes. Lo que tenemos que cambiar es este paradigma mental y filosófico. Mientras el proyecto continúe siendo el dominio, iremos más o menos deprisa hacia la destrucción.
-Escribe mucho sobre la necesidad de cambiar el estilo de vida, pero esto genera una presión individual que puede parecer injusta y angustiosa. ¿Los cambios no deberían ser políticos, burocráticos y colectivos?
-Hay una dialéctica entre individuo y sociedad. Un sistema que ninguno de nosotros ha creado nos impone unos comportamientos de los que es difícil salir. Por ejemplo: en el mundo universitario, la gente tiene que ir a congresos para prosperar, y son congresos en otros países a los que hay que ir en avión. Individualmente, salirse es imposible. Romper la dialéctica es muy difícil, pero deberíamos hacer ambas cosas: ejercer el cambio individual y al mismo tiempo provocar cambios sistémicos. Es muy difícil, pero si no logramos cambiar, lo que viene es el colapso.
-Sobre el colapso nos llegan mensajes contradictorios constantemente: que si apenas nos quedan unos años y ya no hay nada que hacer, que si, visto a escala temporal geológica, no tenemos ni idea para afirmar estas cosas…
-No sé de quién te estás confiando. TV3, por ejemplo, es negacionista (¿durante cuánto tiempo ‘El tiempo’ estuvo patrocinado por Repsol?). Dentro del mundo científico, el consenso de la gravedad del problema es absoluto. Lo que pasa es que algunos periodistas e intelectuales dan voz al negacionismo porque hay mucho dinero e intereses. El conocimiento científico a veces nos llega teñido de negacionismo, pero, si vas a la ciencia, no encuentras inputs contradictorios. Recomiendo un libro que explica todo el entramado negacionista: ‘Mercaderes de la duda’ (Capitan Swing). El caos climático es real, es gravísimo, y nos lo jugamos todo en las próximas décadas.
-De entre el torrente de datos relevantes: ¿cuál es la que más le preocupa?
-Hay un informe de la ONU sobre el ártico, de 2019, que dice que desde hoy hasta 2050 la temperatura en el ártico podría subir entre 3 y 5 grados, y hasta el 2080, entre 5 y 9 grados. Esto significa que el ártico colapsa. Si el ártico colapsa, muchos ecosistemas colapsan y nosotros colapsamos.
-Contra el colapso propone una estrategia poco conocida: el ‘rewilding’ (https://es.wikipedia.org/wiki/Resilvestraci%C3%B3n).
-No hay otra alternativa. Hace miles de años que degradamos la biosfera. No comenzó hace 4 días, sino que hace 50 mil años que extinguimos especies. Lo que explican el científicos es que nosotros no tenemos ninguna tecnología para resolver esto, sino que la única que se puede curar a sí misma es la naturaleza. Lo explica Edward Wilson, el biólogo, en un libro titulado ‘Medio Planeta’ (Errata naturae): deberíamos dejar la mitad del planeta en estado salvaje para que la biosfera se regenere ella misma, frene la extinción de especies y recupere poblaciones, de manera que esto pueda intentar detener el cambio climático. Sólo la biosfera puede revertir el cambio climático, nosotros no. Para hacer esto deberíamos fortalecer la naturaleza y, en cambio, no la dejamos de ninguna manera: cultivamos todo el territorio, hacemos extracciones mineras, ganadería…
-¿Tiene alguna esperanza de que cambios de paradigma como éste o la lógica del decrecimiento que también defienden se puedan implementar a tiempo?
-No tengo esperanza alguna: creo que colapsaremos. No creo que tengamos la valentía, las fuerzas o la capacidad organizativa de hacer esto. Creo que vamos directos al desastre.
-Ha perdido la esperanza en la racionalidad, pero trabaja la estética como un puente posible que pueda llegar a donde no llega la razón.
-Hemos olvidado que la naturaleza es fascinante. La mayoría vive tan de espaldas al mundo natural que no conoce los pájaros, las mariposas, los bosques, el comportamiento de las especies… se ha roto esta relación. Si hacemos un ejercicio de salir de la ciudad e ir aquí mismo a Collserola y nos paramos a observar, veremos que la naturaleza da tantos placeres físicos e intelectuales, que creo que esto podría ser lo suficientemente convincente para entender que una naturaleza sana nos permite ser más felices, mientras que el sistema que hemos construido, por el hecho de destruir la naturaleza nos destruye a nosotros. La mayoría de la gente no es feliz: en España la mayoría de medicamentos que se consumen son antidepresivos y ansiolíticos. ¿Cómo es que la gente es tan desgraciada? Cada vez hay más estudios que muestran que el contacto con la naturaleza ayuda a aliviar el estrés y fomenta el bienestar. Quizás hay un vínculo entre habernos separado de la naturaleza y tener vidas tan desgraciadas. Al final somos animales y necesitamos el contacto con la naturaleza. Creo que tenemos que buscar este reencuentro, aprender a disfrutar de contemplar la naturaleza. Esto nos podría ayudar a entender que lo importante está ahí fuera y nos convencería para acometer proyectos de decrecimiento y ‘rewilding’, de vivir con menos cosas materialmente pero tener una vida mejor.
-En Sillicon Valley van hacia el transhumanismo: no hay naturaleza humana, el objetivo es trascenderla, mezclarnos con la máquina, reprogramar la genética o digitalizar nuestras conciencias.
-La gente que dice que lo tenemos todo controlado son los mismos que construyen granjas de cerdos y luego tienen un nuevo virus cada dos por tres. Decir que tenemos la naturaleza dominada o que podemos dominarla es mentira. Lo que pasa es que los humanos tenemos una capacidad impresionante para inventarnos mentiras y vivir en mundos de mentira. Que nadie se enfade ahora, pero la idea de que existe en otro mundo otro dios que nos ha creado y nos esperará después de la muerte, es una mentira que ayuda a mucha gente a hacer la vida más fácil. Es la misma mentira del transhumanismo. Al igual que los creyentes que creen en el paraíso, los enloquecidos de Sillicon Valley sueñan en un mundo sin dolor, sin muerte, donde no seremos animales sino algo más que cuerpos y lo tendremos todo controlado. Aceptar que no hay Dios, que no hay vida después de la muerte, que somos vulnerables y que quizás nos podríamos extinguir como especie, puede ser muy doloroso. Pero por mucho que te cierres en un mundo de mentira, los problemas siguen estando ahí. El resto es una huida hacia delante.
-El ecologismo no siempre es progresista: hay un fuerte movimiento ecofascista.
-La ecología se practicará ligando la justicia con la naturaleza y la justicia con las personas. El ecofascismo es un peligro real y muy grave: priorizar el estilo de vida de un pequeño grupo de humanos a costa de perjudicar al resto. A medida que el cambio climático avance y se nos agoten el petróleo y muchos minerales, habrá conflictos bélicos y puede ocurrir que las élites económicas, para preservar su forma de vida, puedan aumentar aún más la desigualdad social o aceptar el exterminio de la mayoría. Este fascismo, a pesar de que le ponemos el prefijo eco, no es ecologista de verdad: no buscan una convivencia seria con la naturaleza, la quieren sólo como un instrumento para preservar su estilo de vida. El peligro de ecofascismo será muy grave.
-¿Alguna medida de la política convencional que esté ayudando?
-Tenemos muy poco margen. Las cumbres no aportan nada. Desde que hay cumbres por el clima las emisiones de gases siguen aumentando. Lo que peor me sabe es que, desde los años 70, todo este conocimiento ya lo teníamos y, en cambio, hemos empeorado muchísimo. La población se ha multiplicado por dos, se ha popularizado el vehículo privado, el turismo ‘low cost’, han aparecido los ordenadores y los ‘smartphones’, las dietas son mas cárnicas. Hemos empeorado mucho pesar que ya sabíamos todos los riesgos. Por eso no tengo esperanzas de que racionalmente nos organizamos para evitar el colapso.
-¿Cree que la tendencia al dominio es una maldición antropológica, que está en nuestra naturaleza y no se puede reeducar?
-Es una pregunta filosófica muy difícil. El estudio de la ecología no me ha hecho misántropa, pero sí pesimista respecto de la posibilidad de gestionar nuestra inteligencia. Somos como un niño pequeño al que le han dado una herramienta muy poderosa y nos disparamos en el pie. Somos muy autodestructivos. Si tú tienes que matar a alguien con las propias manos, la mayoría no lo hace: se activan reacciones de empatía y compasión. En cambio, matar a alguien a distancia, alguien a quien no ves, decidir en un despacho la muerte de alguien.. esto es mucho más fácil. Hemos generado una capacidad de destrucción que desborda nuestra capacidad de entender lo que hacemos, nuestra compasión, y ahora no la sabemos controlar.
-Ahora que habla de compasión… ¿el ecologismo necesita el animalismo?
-La gracia del movimiento animalista es que contacta con el animal individual y supera el discurso teórico. El movimiento ecologista, a veces tiene un discurso muy abstracto o muy técnico que a la gente le cuesta entender. En cambio, la vía animalista es la de empatizar con un zorro que han cazado, con un cerdo en una granja. Conectar con el sufrimiento concreto ayuda, a la vez es importante no quedarse aquí y llegar a ver toda la cuestión sistémica.
-¿Qué nos enseña lo que ha pasado en el Delta del Ebro?
-Somos un país que tiene mucho litoral, con muchos kilómetros de costa. Estos kilómetros son una de las líneas de batalla que tendremos. Las previsiones dicen que el nivel del mar podría subir un metro en los próximos 80 años, y eso, en nivel horizontal, equivale a perder los primeros 100 metros de costa, lo que se comería la primera línea de costa con hoteles, casas, restaurantes, etc. Ahora veía algunos alcaldes que empiezan a proponer no reconstruir lo que el mar ha destruido. Nosotros nos tenemos que mover, somos nosotros los que tenemos que ir hacia dentro. Todo esto será difícil, caro y nos hará sufrir. Pero el mar reclamará este territorio, y contra el mar no hay nada que hacer. Pensábamos que tendríamos dominada la naturaleza y… [risas].
-Greta Thunberg, ¿qué?
-Me alegra que la gente muy joven esté pidiendo justicia climática y se lo agradezco muchísimo. Para ellos, esto es su vida. Me parece perfecto que se enfaden, que nos digan lo que tienen que decir y hagan frente a los políticos. El caso de Greta, en concreto, me sabe mal por la presión mediática que recibe. Pero creo que están haciendo todo lo que tienen que hacer.
-¿Qué podemos hacer?
-Debemos intentar entender que las otras especies son nuestros vecinos. No son instrumentos ni objetos a eliminar. Hay que mirar a los animales y las plantas como los vecinos con los que compartes una comunidad. Lo más importante en la evolución no es la competencia, sino la simbiosis. Nuestro cuerpo mismo, es el conjunto de muchas células que cooperan. Pensémonos en relación con las otras especies como una relación de cooperación, de comunidad, de vecindad. Esto intento explicar con el concepto de ‘ecoanimal’: aprender a vernos como un animal en red y no como un cuerpo aislado, ver la red y a ti mismo como parte de esta red.
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