Si Walter Benjamin paseara por Barcelona

¿Es posible todavía de pasear por la ciudad como si no la hubiéramos visto nunca antes y fijarnos en detalles que se nos habían pasado por alto? Ahí está el reto que le propone el Museo Etnológico y de Culturas del Mundo, que este otoño ofrece cuatro rutas guiadas por el centro de la ciudad de Barcelona huyendo por completo de los circuitos turísticos ‘mainstreams’ para hacer un ejercicio de memoria. Esta propuesta ‘entiende las caras de Barcelona’ está vinculada a la exposición ‘Las caras de Barcelona’ que se puede ver en la sede de Montjuïc del Museo Etnológico y de Culturas del Mundo.

¿Saben qué es un ‘flâneur’? Walter Benjamin exponía este concepto en su libro «Le livre des passages», y tiene mucho que ver con nuestro concepto de ‘paseante’: el ‘flâneur’ transita por la ciudad con una mirada atenta: observa, se orienta e intenta comprender el espacio que le rodea. El ‘flâneur’ establece un diálogo con el espacio público, revive los significados y los incorpora a su conocimiento. Este es precisamente el objetivo de ‘BCNRutes’: crear nuevas imágenes del espacio público, reclamar aquellos espacios poco conocidos y poco valorados para reencontrarnos con nuestro pasado colectivo.

Uno de estos cuatro recorridos, ‘Lugares para conmemorar’, es lo que nos ocupa aquí. Es sábado por la mañana, y el Gòtic parece que despierte tarde. La sede del Museo Etnológico en la Calle Montcada número 12 es nuestro punto de partida. Nos espera una ruta donde recorreremos espacios de conmemoración, habitualmente erigidos por el poder, pero también por grupos y entidades ciudadanas. Para empezar hay que hacer una distinción entre «conmemoración» y «celebración», tal como nos apunta el guía que nos acompañará: una conmemoración, a diferencia de la celebración, nos recuerda un hecho que forma parte de un proceso que aún no ha terminado. Dicho esto, empezamos la ruta.

Este recorrido por lugares conmemorativos se inicia en la capilla de San Cristóbal, en la calle Regomir número 5, un ejemplo de la persistencia de los lugares de devoción. Esta capilla, integrada en los bajos de la casa Pelegrí Guarch, se abrió en 1503 sobre los restos de la antigua muralla romana y fue reformada en 1899 en estilo neogótico. San Cristóbal, patrón de los que inician un viaje, mantuvo una relación ancestral con Barcelona, ​​siendo uno de los santos más venerados de la ciudad. Según cuenta la leyenda, San Cristóbal llegaba cada 10 de julio a la ciudad en una barca y con el niño Jesús en el hombro caminaba Rambla arriba. Una vez llegaba, desaparecía. Verle llevaba buena ventura y era garantía de esquivar una muerte violenta. La capilla está situada en la puerta al mar de Barcino, una zona de paso. En el siglo XX se dirigieron al santo para obtener el favor ante los peligros que comportaba un viaje en automóvil. Hoy día, durante la fiesta de San Cristóbal, un grupo de aficionados a los coches de época exhiben sus vehículos en la plaza de Santiago y luego los llevan a bendecir a la capilla de la calle Regomir.

La segunda parada del recorrido es la Plaza Sant Jaume, espacio donde confluyen los poderes de la ciudad. Aquí se encuentra un ejemplo de la polémica que pueden generar algunos espacios de conmemoración. Donde hoy vemos inscrito el nombre y el escudo del Ayuntamiento de Barcelona, ​​antes había una placa donde se rebautizaba la plaza como Plaza de la Constitución, que conmemoraba la reformaba de la constitución de Cádiz (1812), aunque en un sentido restrictivo. Este hecho fue muy cuestionado y terminó con la sustitución de la placa en el año 2013. La plaza continuó llamándose de Sant Jaume, un nombre que le venía de la iglesia de Sant Jaume, que se erigía en la misma plaza antes de ser derribada. Este es uno de los ejemplos de cómo las instituciones políticas, económicas, militares o religiosas quieren dejar constancia de hechos memorables a través de elementos en el espacio público. Especialmente si hablamos de la Plaza de Santi Jaume, un lugar representativo del poder y con una alta carga simbólica.

Salimos de la plaza para bajar por la calle Ferran y nos detenemos en el número 34. Otra vertiente de la trascendencia de los sitios conmemorativos en la representación de la ciudad es su función de hacernos recordar. Lo vemos en la placa de mármol del antiguo sindicato de banqueros, que atada con bridas a los barrotes en la fachada recuerda el asesinato de Gustau Muñoz, militante de las juventudes del Partido Comunista de España (internacional), durante la Fiesta Nacional de Cataluña de 1978. Este hecho, que quedó impune, concentra a miembros de la izquierda independentista desde hace más de 40 años, para homenajear la víctima.

Los lugares de conmemoración a veces también responden a la voluntad de adoctrinamiento de los poderes establecidos. Sin ir más lejos, la iglesia de Sant Jaume, situada en la calle Ferran, en el número 28, contiene elementos arquitectónicos que dan testimonio de los episodios de intolerancia religiosa que se produjeron durante y después de la guerra civil española. Los dos capiteles que encontramos en ambos lados apenas entrar, nos brindan una clara representación del bien y del mal, de lo correcto y lo incorrecto. Las imágenes hacen referencia a los episodios anticlericales de aquellos años. A la derecha, 1936, la destrucción. A la izquierda, 1940, la reconstrucción. Así la Iglesia dejaba claro al pueblo cómo se debía de obrar.

La última parada de esta ruta no es un lugar ni erigido por el poder: a menudo la función de rememorar tiene lugar por el afán de la gente de no olvidar un hecho extraordinario para su vida cotidiana. En el número 14 de la calle Ferran todavía es visible un elegante cartel negro con letras doradas, a la altura del primer piso, que perteneció a una popular confitería. En un momento en que la calle Ferran se convirtió en un punto de comercio de productos de moda, importados de Asia, nació la Confitería Massana, fundada por Agustín Massana i Riera. La tienda funcionaba muy bien, pero Massana decidió arriesgarse con un invento que revolucionó el negocio del dulce: la mona de Pascua con huevos de chocolate con figuras satíricas de personalidades importantes. La iniciativa del pastelero fue un éxito rotundo, dando paso a una tradición que se extiende hasta la actualidad. Gracias a los beneficios, su hijo, Agustí Massana i Pujol se convirtió en mecenas y reunió una gran colección de ilustraciones y fotografías que posteriormente fueron dadas al Arxiu Fotogràfic. Pero de su herencia destaca también el impulso a la creación de la Escuela Massana, una escuela de arte destinado a las clases obreras y mucho más accesible que la Escuela de la Llotja, más clasista en su acceso.

Y aquí finaliza la ruta. Entre parada y parada, observamos las fachadas, la geografía de la ciudad, rememoramos y relacionamos hechos y espacios mientras el guía nos llena de curiosidades que nunca habríamos visto. Una caminata que nos enseña a pasear por la ciudad como buenos ‘flâneurs’. Una ruta que nos conecta con el pasado, el presente y pero también el futuro que está por llegar. Y recordemos que tanto nosotros, como la ciudad y los lugares que la componen, somos partes de un proceso que aún no ha terminado.

Puede consultar la programación de BCNRUTES aquí https://www.barcelona.cat/museu-etnologic-culturesmon/montjuic/ca/bcn-rutes-.

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