Hong Kong y nosotros

El proceso catalán hacia la independencia y la defensa de las libertades democráticas impulsada en Hong Kong son movimientos muy diferentes tanto en sus objetivos como en las realidades sociales, culturales y demográficas en las que se desarrollan. Sin embargo, hay elementos de comparación asociados a la correlación de fuerzas y la situación geopolítica que rodean ambos escenarios sobre los que querría profundizar.

La reivindicación catalana ha contado con un apoyo popular muy amplio, pacífico, sostenido en el tiempo y sin embargo reprimido, de momento, con mucha más dureza respecto de sus liderazgos que lo que ha sucedido en Hong Kong, ciudad en la que ni el gobierno autónomo ni la República Popular China, a pesar de no tratarse esta última de una democracia liberal, han respondido con tanta contundencia respecto de las cabezas visibles de las protestas.

Asimismo, mientras en Hong Kong han conseguido ciertos éxitos, como la retirada del proyecto de ley de extradición, ni la continuidad en las manifestaciones multitudinarias (ratificada con la reciente celebración de la Diada) ni siquiera la contundente victoria electoral de las fuerzas independentistas en todos los comicios celebrados desde que el proyecto de ejercicio del derecho a la autodeterminación está sobre la mesa, ha conseguido ni detener la represión ni abrir una brecha de negociación con el gobierno español.

El contraste entre el caso catalán y el caso de Hong Kong es aún más hiriente desde el punto de vista catalán si tenemos en cuenta que en Hong Kong, en última instancia, hacen frente a una superpotencia política, económica y militar, mientras que el independentismo catalán se enfrenta a un Estado que fue un imperio pero que hace más de cuatrocientos años que está en decadencia y que en la actualidad se encuentra acosado por la inestabilidad política y el riesgo de regresión económica. ¿Cómo puede ser que los réditos de la lucha catalana sean tan escasos frente al envite planteado en Hong Kong teniendo en cuenta las profundas debilidades del adversario? En mi opinión, la clave para responder a esta pregunta se encuentra en el contexto internacional y tiene su raíz precisamente en la fortaleza de China y la debilidad española, que es la misma debilidad por la que atraviesan aquellos estados de la Europa occidental que un día, como España, fueron imperios.

En efecto, China es un coloso que aspira a la supremacía mundial, y esto explica que tenga enemigos igualmente poderosos que tienen interés en contener su influencia, para empezar la actual principal potencia del mundo, los Estados Unidos de América, pero también sus vecinos asiáticos como India, Corea del Sur o Japón. Cualquier movimiento de oposición al régimen de Pekín, sea de índole territorial o ideológica (y en Hong Kong convergen ambos aspectos) contará con la complicidad de potencias extranjeras.

Es esta complicidad internacional la que falta al movimiento catalán, y yo diría que, en términos de ‘realpolitik’, Es uno de sus principales déficits. Una implosión de España causada por una crisis secesionista en Cataluña amenazaría directamente el sistema de poder de Europa articulado en torno a la Unión Europea con la cobertura militar de la OTAN. No es extraño, así, que todos los miembros de estas organizaciones, y en particular los estados miembros de la UE afectados por las mismas fracturas que España, cerraran filas junto al gobierno de Rajoy en octubre de 2017 y hayan arropado al gobierno de Pedro Sánchez hasta el presente. Es cierto que probablemente el año 2017 se contó con alguna alianza extranjera, sin la cual habría sido difícil organizar el 1-O o el exilio de una parte del gobierno catalán y de su presidente. Pero no se trató, como es notorio, de agentes determinantes ni siquiera para forzar al gobierno español a iniciar una negociación.

En definitiva, pues, cualquiera de los retos que el independentismo defina en el próximo pulso con el Estado, como en la respuesta a la sentencia del Supremo, debe ser consciente de esta situación y encontrar los medios para superarla.

EL PUNT-AVUI